Reliquias
He de confesar que me gustan poco las reliquias. Debe ser un trauma de la infancia, cuando el nacional catolicismo andaba paseando el brazo incorrupto de Santa Teresa por esos pueblos de Dios. Tal vez por eso, tampoco me entusiasma el cine gore. Pero, qu¨¦ se le va a hacer, llevamos una semana de reliquias. Reliquias a troche y moche, reliquias por todas partes, empezando por donde hay que empezar en este tema, por la Santa Madre Iglesia.Primera reliquia, el sepulcro blanqueado (Mateo 23, 27-28) del se?or arzobispo de Valencia, Agust¨ªn Garc¨ªa-Gasco. Al arzobispo le dimite su obispo auxiliar, Rafael Sanus, quien, sin faltar una jota (Mateo 5,18), explica las diferencias que le separan de la primera silla de la curia valenciana. Como alma que lleva el diablo, Garc¨ªa-Gasco se lava las manos (Mateo 27,24) y dice que el prelado auxiliar ha pedido la jubilaci¨®n. Sanus pone por escrito sus motivos y el ¨®rgano oficial del arzobispado se pone a dar coces contra el aguij¨®n (Hechos 26,14), califica de "especulaciones" las discrepancias con Sanus y poco menos que habla de trampa saducea (Mateo 22, 23-32).
Sin salirnos de la Iglesia, otra reliquia digna de un museo de la Inquisici¨®n es la que se ha sacado del solideo el obispo de Segorbe-Castell¨®n, Juan Antonio Reig, que pretende imponer a los maestros de religi¨®n un juramento de fidelidad y profesi¨®n de fe cat¨®lica. En fin, que tenemos una curia tan brillante, fina y atinada como la burra de Bala¨¢n (Libro de los N¨²meros 22, 21-30).
Pero para reliquia, la que ha exhumado Rafael Blasco. Sin encomendarse a Dios ni al diablo, el consejero se ha metido a redentor (Romanos 3, 24) y ha propuesto elevar hasta los dieciocho a?os la prohibici¨®n del consumo de tabaco y bebidas alcoh¨®licas. Blasco es un hombre acostumbrado a las ca¨ªdas de Damasco, con sucesivas conversiones pol¨ªticas, y esta ¨²ltima m¨²sica celestial, que nos canta ahora, le eleva a los altares del puritanismo m¨¢s rancio.
Y para terminar la fiesta, en las Cortes Valencianas han tenido la ocurrencia de montar una exposici¨®n en la que, entre otras venerables reliquias, se exhibe la lengua conservada en formol del diputado Joaqu¨ªn Mar¨ªa L¨®pez L¨®pez, insigne representante de la burgues¨ªa revolucionaria del XIX, natural de Villena y presidente del Gobierno progresista durante la minor¨ªa de edad de Isabel II. Entre otros muchos escritos, L¨®pez public¨® unas Lecciones de elocuencia general, de elocuencia forense, de elocuencia parlamentaria y de improvisaci¨®n. Estupendo, a ver si nuestras sosas se?or¨ªas se lo leen y el ap¨¦ndice incorrupto de este santo var¨®n laico les inspira un poco.
En fin, que con esta guarrindonga moda de las reliquias, mucho me temo que Consuelo Ciscar va a convertir los museos valencianos en un inmenso relicario. Y a esta marcha no me extra?ar¨ªa que dentro de nada expongan en el IVAM la oreja de Van Gogh, en la Ciudad de las Ciencia los humores de don Santiago Grisol¨ªa y en el Museo Valenciano de la Ilustraci¨®n, los atributos de Giacomo Casanova, que por algo en esta ciudad goz¨®, aunque ya machucho, de los favores de la hermosa Nina, entretenida del conde de Ricla, a la saz¨®n capit¨¢n general de Barcelona.
Por cierto, que al bueno de Casanova mucho le admir¨® que el arzobispo de Valencia y el clero tuvieran, entonces, un mill¨®n de duros de renta. Y es que, como usted bien sabe, monse?or Garc¨ªa-Gasco, esto (Valencia, su Di¨®cesis) es Babel (G¨¦nesis 11, 1-9).
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