Chilenas
De entre mis recuerdos m¨¢s convulsos de algunos viajes a Santiago de Chile guardo dos que han vuelto a mi memoria estos d¨ªas, tras la condena a cadena perpetua, en Buenos Aires, de Enrique Arancibia Clavel, ex agente de la DINA y hasta ahora el ¨²nico de los involucrados detenido y acusado por su participaci¨®n en la organizaci¨®n del atentado en el que murieron el general chileno Carlos Prats y su esposa, Sof¨ªa Prats, perpetrado en la ciudad porte?a en 1974.Primer recuerdo: una cena en casa de las hijas del matrimonio asesinado, en 1986. El suyo era uno de esos hogares respetables, con solera de clase media alta plagado de detalles que daban testimonio de un pasado mejor. El buen gusto y la pulcritud, la decencia y seguramente una m¨¢s que precaria situaci¨®n econ¨®mica le daban a la entrevista una dignidad impresionante. La presencia de los padres arrebatados estaba en cada part¨ªcula del aire, no s¨®lo en la serena tristeza con que Sof¨ªa, Cecilia y Ang¨¦lica Prats informaron a la periodista espa?ola de lo ocurrido y de su necesidad de justicia. Sal¨ª de all¨ª pregunt¨¢ndome con amargura c¨®mo un r¨¦gimen pod¨ªa amputar de un pa¨ªs, con tanta sa?a, a gente tan necesaria para hacerlo bueno.
M¨¢s tarde, en otro viaje a Chile, se produjo la segunda cita. Fue con Mariana Callejas, la mujer que hizo detonar por control remoto el explosivo que acab¨® con la vida de los Prats. Se estaba preparando el referendo que desplazar¨ªa a Pinochet, y la Callejas se hab¨ªa convertido en una tard¨ªa dem¨®crata. Pero segu¨ªa viviendo en la casa en cuyo s¨®tano su marido, el ex agente de la CIA al servicio de la DINA, Michael Towney, preparaba explosivos para matar opositores; y en donde Manuel Contreras, su jefe, se llevaba trabajos para realizar fuera de horario: torturas. Sal¨ª de aquel encuentro pensando c¨®mo puede permitirse un pa¨ªs mantener en libertad a un gusano como Callejas.
Al leer que Sof¨ªa, Cecilia y Ang¨¦lica, presentes en la sala de audiencias, escucharon, tomadas de la mano y entre l¨¢grimas, el fallo que ha empezado a concederles justicia, he pensado que, por fin, tres se?oras, tres chilenas espl¨¦ndidas, han recibido mejor trato que la sabandija. Brindo por ello, amigas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.