Adi¨®s al 2000

He visto en Santander las primeras luces de Navidad, todav¨ªa apagadas y reci¨¦n puestas, o en las manos de los obreros que instalan cables y bombillas. Trae la luz al Cant¨¢brico una empresa de Estepona, aprovechando el final de las ferias veraniegas en la costa andaluza, siempre en ferias, me informa mi gu¨ªa por Santander, que nos ve muy feriantes a los andaluces. Todav¨ªa est¨¢n calientes las bombillas de colores: ayer mismo iluminaban el baile en alg¨²n pueblo de C¨¢diz, y ya casi alumbran la Navidad santanderina, otra vez Navidades, si alguna vez deja de ser Navidad en estos tiempos. Vamos de fiesta en fiesta en un incre¨ªble esfuerzo para olvidar el paso de los d¨ªas. Alargaremos la Navidad con las rebajas de enero y el carnaval, la Semana Santa, las rebajas de verano, el veraneo que anuncia la Navidad, la Navidad verdadera y sin fin, antes de Fin de A?o, por fin, otra vez.Se acaba el brev¨ªsimo a?o 2000: tanto tiempo esper¨¢ndolo y se acaba en un soplo. Mi amigo el cocinero ingl¨¦s, que alguna noche me pide que le explique la diferencia entre el lechazo y el ceb¨®n, el cocinero coleccionista de recetas improbables, hoy me dice que ha sido cort¨ªsimo el a?o y que las ¨²ltimas hojas del almanaque volar¨¢n a¨²n m¨¢s deprisa porque llegan las laboriosas comidas navide?as que le devorar¨¢n cada hora y cada minuto hasta el mismo 2001, sin respiraci¨®n. El 2000 ha sido brev¨ªsimo, intens¨ªsimo, a?o feroz de la feroz ETA, quince asesinatos en cinco meses, y el a?o de los inmigrantes clandestinos y la muerte en el Estrecho, y el a?o en que el PP fue convertido en estatua catat¨®nica por la mayor¨ªa absoluta y emprendi¨® el ¨²nico camino correcto hacia la futura derrota electoral.

El 2000 ha sido el a?o de la desilusi¨®n para esos posibles nuevos andaluces que llegan de ?frica, ahora marroqu¨ªes y argelinos contratados para la recogida de la aceituna. Antiguos temporeros en Francia, malague?os, me hab¨ªan hablado de pabellones semejantes a los de un campo de concentraci¨®n, su vivienda en las fincas francesas, pero aqu¨ª, en Ja¨¦n, los temporeros africanos no encuentran ni campo de concentraci¨®n: los que existen est¨¢n cerrados, seg¨²n cuenta Gin¨¦s Donaire. La delegada de la Junta en Ja¨¦n llama a los ciudadanos a que alquilen sin reserva pisos a los inmigrantes. Me figuro que piensa en todas las reservas que ha creado en nosotros la infatigable y humanitaria propaganda del Gobierno nacional, que oblicuamente presenta a los inmigrantes como un peligro, una epidemia: ni siquiera merecen los mismos derechos que nosotros. La delegada ha dicho:

-Vienen a crear riqueza.

Pero miramos las fotos de estos individuos peligros¨ªsimos, cobijados en mantas carcelarias a falta de barrac¨®n de c¨¢rcel, mojados y ateridos de fr¨ªo, tumbados en el suelo o en un camastro de colch¨®n desnudo, sin s¨¢banas, y no concedemos ning¨²n cr¨¦dito a las palabras prometedoras de la delegada de la Junta en Ja¨¦n. Esta gente, en el mejor de los casos, s¨®lo puede venir a trabajar, y el trabajo cada vez nos merece menos consideraci¨®n. Existen, incluso, trabajos que s¨®lo nos parecen propios de inmigrantes sin derecho a reunirse, asociarse, sindicarse o ponerse en huelga.