Risas de andar por casa

Para cualquiera que recuerde pel¨ªculas como Encuentro en Par¨ªs o Desayuno con diamantes estar¨¢ claro que lo propio de George Axelrod, autor de esos dos espl¨¦ndidos guiones, es la sutileza en una iron¨ªa sumamente destilada y repleta de elegancia. Y para los que recuerden tambi¨¦n la pel¨ªcula de Billy Wilder sobre una obra teatral del mismo Axelrod, La tentaci¨®n vive arriba, tambi¨¦n estar¨¢ claro que se trata de reflejar con buen humor no exento de glamour las insuficiencias sentimentales y sexuales de un norteamericano de clase media, casado y con hijos, que pasa un par de semanas s¨®lo en casa durante el verano de Nueva York.Es precisamente la noci¨®n de iron¨ªa tierna e inteligente lo que se echa en falta en esta versi¨®n de lo que a estas alturas, pero tambi¨¦n desde siempre, cabe considerar como un cl¨¢sico de la comedia ¨¢cida. Aqu¨ª casi todo se lleva hacia el terreno de una facilidad que tendr¨ªa m¨¢s que ver con la picard¨ªa revisteril de la situaci¨®n de partida que con la intenci¨®n de reflejar la soledad de un hombre bien casado y excelente padre que sue?a con tener una aventura ef¨ªmera con su explosiva vecina, aqu¨ª m¨¢s juvenil que inocente con su rotundidad femenina a cuestas. En el texto de Axelrod, amigo ¨ªntimo de Truman Capote, por ejemplo, se razona en cierto modo sobre ese machismo solapado de la soledad provisional de un var¨®n bien instalado que, pese a saberse poco dotado para la conquista, tratar¨¢ de no desaprovechar la ocasi¨®n que parece present¨¢rsele, obnubilado por un despliegue de formas que perdi¨® de vista -y de tacto- hace ya bastante tiempo. Es precisamente ese personaje, que no quiere ser infiel a su matrimonio pero que podr¨ªa serlo si se le pone f¨¢cil la cosa y no ocurre nada grave con ello, el que centra la atenci¨®n de la obra original, un retrato de costumbres que aqu¨ª se desliza, pese al buen trabajo de Chete Lera, hacia la broma y el gui?o del subrayado. Ver¨®nica Forqu¨¦ conoce sin duda las claves de la comedia, pero se maneja peor, como directora, en la sutilidad de un asunto que se le escapa. Axelrod no es precisamente Colomo, ni siquiera Trueba.