?'Moscos' y moscas! ORIOL BOHIGAS
Las f¨®rmulas oratorias de nuestros pol¨ªticos -con escasas excepciones ya reconocidas- suelen ser de una pobreza decepcionante, quiz¨¢s porque muchos pol¨ªticos no destacan por su cultura literaria o porque se empe?an en emular hoy los viejos latiguillos sin enterarse de que los m¨ªtines han cambiado de dimensi¨®n, de contenido, de eficacia inmediata y de medios de transmisi¨®n vocal. Los gritos de Castelar para dejarse o¨ªr y entender sin micr¨®fono ante una discreta masa de oyentes y la obligatoria reducci¨®n sem¨¢ntica que las circunstancias impon¨ªan siguen emple¨¢ndose en situaciones muy diferentes, con lo cual lo que era una necesidad de puntualizaci¨®n transmisible se convierte en una algarab¨ªa sint¨¢ctica y f¨®nica que el p¨²blico s¨®lo entiende con los c¨®digos de un consenso demag¨®gico.Pero hay novedades que todav¨ªa empeoran el discurso y que se han generalizado hasta convertirlas en una costumbre ineludible. Una de ellas es el intento de sugerir con los propios t¨¦rminos oratorios alg¨²n contenido pol¨ªtico que no se expresa expl¨ªcitamente. Por ejemplo, esa costumbre de destruir el discurso con los sucesivos cambios del catal¨¢n al castellano. En vez de decir abiertamente que son respetuosos con las dos lenguas que se hablan en Catalu?a, en vez de asegurar la buena recepci¨®n con discursos sucesivos bien estructurados, prefieren sugerir su biling¨¹ismo pol¨ªtico con la torpeza de una literatura estropeada. Sin demasiados compromisos, sin explicar su programa pol¨ªtico sobre el tema, dejan que todo se interprete con una ambig¨¹edad que no resta votos.
Igual ocurre con lo que podr¨ªamos llamar una pol¨ªtica feminista. Recuerdo cuando, hace a?os, a los hombres dedicados a la moda se les llamaba "modistos" porque "modistas" les parec¨ªa femenino. Menos mal que a nadie se le ocurri¨® llamar artistos y pianistos a los artistas y a los pianistas masculinos. Pero ahora, en los discursos pol¨ªticos el orador se esfuerza siempre en distinguir los dos sexos porque con ello quiere apuntarse al reconocimiento de la igualdad de la mujer sin tener que explicarlo ni comprometerse. Del estereotipado "ladies and gentlemen" o el m¨¢s cabaretero "damas y caballeros", que serv¨ªan para abrir los discursos convencionales, se ha pasado a una aparente fluencia oratoria en la que todas las frases se diluyen en los par¨¦ntesis o las interjecciones de "amigos y amigas", "todos y todas", "militantes y militantas", "ciudadanos y ciudadanas", "soldados y soldadas", alcanzando a veces el extremo desbarajuste de un serm¨®n en el que un cura progresista se congratulaba de estar ante "unos rostros tan seductores y tan seductoras". Espero que la afirmaci¨®n del l¨¦xico de las igualdades alg¨²n d¨ªa alcanzar¨¢ la igualdad de todos los seres vivos y de sus propias diferencias sexuales. Oiremos entonces a los especialistas popularizadores hablar de moscas y moscos, jirafas y jirafos, o ratones y ratonas.
Tambi¨¦n hace tiempo que se ha introducido el uso de los apelativos "se?or" y "se?ora" con un contenido ambiguo que casi nunca corresponde a una interpretaci¨®n respetuosa, que es la que parec¨ªa corresponder a sus or¨ªgenes. O se utiliza de manera ir¨®nica, o con un tono ligeramente denigrante. En los medios de comunicaci¨®n se suele subrayar lo de "se?or Rivaldo", "se?or Aznar", "se?ora Levinsky", o "se?or De la Rosa", cuando con ello se inicia alguna cr¨ªtica a esos se?ores y se?oras, cuando han fallado un gol, han hecho un discurso incomprensible, han ridiculizado determinadas pr¨¢cticas sexuales o han estafado ostentosamente al fisco. Si hay que comentar una decisi¨®n importante del presidente de EE UU se le cita como Clinton; pero si hay que hacer alguna broma respecto a sus personales debilidades se le presenta como "se?or Clinton". Debe de ser que el se?or¨ªo en el l¨¦xico moderno est¨¢ ya desprestigiado y aparece solamente como un signo de antiguas autoridades deca¨ªdas y rid¨ªculas. Quiz¨¢s por esto ning¨²n locutor o tertuliano ha dicho todav¨ªa "se?or Cervantes" o "se?or Dante", ni tan siquiera en unos posibles t¨¦rminos cr¨ªticos. Esperemos, no obstante, que no cunda el ejemplo.
Peri¨®dicamente el acad¨¦mico Fernando L¨¢zaro Carreter nos regala con unos art¨ªculos magistrales en los que denuncia muchos de esos errores ling¨¹¨ªsticos que tienen, todos ellos, un contenido negativo doble: una degradaci¨®n de la lengua y una degradaci¨®n de los significados pol¨ªticos que la propia degradaci¨®n incluye. A pesar de su amable academicismo, estos art¨ªculos son m¨¢s beligerantes de lo que puedan parecer. Nuestros oradores -en la pol¨ªtica y en la comunicaci¨®n- deber¨ªan leerlos con mucha m¨¢s atenci¨®n. Y corregir la lengua para corregir, tambi¨¦n, los contenidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.