Las tribulaciones de los salarios GERM? BEL
De un tiempo a esta parte las tribulaciones de los salarios crecen continuamente. Por v¨ªas diversas se ha ido erosionando el poder adquisitivo de las rentas salariales. Particularmente, de quienes tienen menor poder de negociaci¨®n, como los trabajadores p¨²blicos, los perceptores de salarios o de rentas vinculadas al Salario M¨ªnimo Interprofesional, y en general, los asalariados del sector privado sin cl¨¢usula de revisi¨®n salarial.El aumento descontrolado de la inflaci¨®n ha sido el factor principal de deterioro salarial. La previsi¨®n oficial para 1999, con la que se fijaron o se negociaron los aumentos salariales, fue del 1,8%, pero el a?o acab¨® con un IPC del 2,9%. El a?o 2000 est¨¢ siendo peor. La previsi¨®n oficial de inflaci¨®n fue del 2%. Sin embargo, ya hemos llegado a una tasa anual del 4%. La p¨¦rdida de poder adquisitivo es clara para todos los perceptores de rentas salariales que no se pueden defender de aumentos imprevistos de la inflaci¨®n. Adem¨¢s de la erosi¨®n directa de los salarios reales, su deterioro se est¨¢ produciendo tambi¨¦n por otras v¨ªas. Quienes est¨¢n pagando su vivienda han sufrido o sufrir¨¢n pronto revisiones al alza de las cuotas de sus cr¨¦ditos hipotecarios, por los sucesivos aumentos del tipo de inter¨¦s.
Ante la evidencia de las p¨¦rdidas de los salarios, el Gobierno reivindica que los espa?oles ganaron poder adquisitivo con la reforma del IRPF para 1999. De hecho, para los contribuyentes con rentas bajas y medias, de entre dos y cinco millones, la renta disponible aument¨® entre el 1 y el 2% con el nuevo IRPF. Las rentas m¨¢s altas ganaron m¨¢s: con 10 millones se tuvo un aumento del 7% en la renta disponible, y este porcentaje aument¨® hasta el 18% para los contribuyentes mayores.
Sin embargo, cerca ya de 2001 se hace dif¨ªcil sostener que la reforma del IRPF ha compensado a las rentas salariales y rentas medias en general. El a?o pr¨®ximo los elementos b¨¢sicos del IRPF (m¨ªnimo vital, deducciones, tarifa, etc¨¦tera) no se actualizar¨¢n con la inflaci¨®n respecto de sus valores en 1999. Esto implica que, a efectos de IRPF, las rentas de 2001 se tratar¨¢n como si cada peseta tuviera el mismo poder adquisitivo que en 1999. Por tanto, la presi¨®n fiscal por IRPF aumentar¨¢ en 2001 provocando una disminuci¨®n adicional del poder adquisitivo.
Las consecuencias de esta decisi¨®n del Gobierno no son menores. Seg¨²n c¨¢lculos de Expansi¨®n, un matrimonio con dos hijos que hubiera ganado 3,5 millones en 1999 y haya tenido aumentos salariales similares a la inflaci¨®n pagar¨¢ 58.213 pesetas m¨¢s en el IRPF de 2001. En el caso de un matrimonio que hubiera ganado 6 millones en 1999, la cuota de IRPF en 2001 ser¨¢ de 146.772 pesetas m¨¢s que en 1999. Sin embargo, el caso de las rentas del capital es diferente. En junio se redujo la tributaci¨®n por plusval¨ªas del 20% al 18%. Adem¨¢s, se mantienen tasas altas de aumento de los beneficios empresariales. Estas diferencias hacen que el reparto de los sacrificios para conseguir los objetivos de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno sean muy dispares, en perjuicio de las rentas salariales.
Ciertamente, las tribulaciones de los salarios no han dejado de crecer en los ¨²ltimos a?os, y todo indica que seguir¨¢n creciendo. Estos antecedentes, junto con la falta de cr¨¦dito del Gobierno al fijar la previsi¨®n de inflaci¨®n para 2001 en el 2%, explican el enrarecimiento de la negociaci¨®n colectiva.Esto es preocupante porque, aunque ha sido muy poco reconocido, la moderaci¨®n salarial ha sido la pieza clave para mantener la continuidad de la expansi¨®n econ¨®mica. Sin embargo, parece l¨®gico que se haya agotado la paciencia ante las sucesivas p¨¦rdidas de poder adquisitivo y la desigualdad de los sacrificios exigidos.
Es sensata la idea de que no se debe filtrar al conjunto del tejido productivo el aumento extraordinario de la inflaci¨®n causado por el precio del petr¨®leo y la debilidad del euro. Por tanto, puede ser razonable que fijemos la atenci¨®n en la evoluci¨®n del IPC sin los productos energ¨¦ticos. Vista as¨ª, la inflaci¨®n anual est¨¢ en el 3,2%. Tambi¨¦n ofrece buena referencia la inflaci¨®n subyacente (que excluye los productos energ¨¦ticos y los alimentos no elaborados, los elementos m¨¢s vol¨¢tiles del IPC), que ahora est¨¢ en el 2,8%. Estas referencias no lograr¨ªan que los salarios recuperaran el poder adquisitivo perdido en los ¨²ltimos a?os, pero permitir¨ªan evitar un nuevo deterioro en el pr¨®ximo.
El Gobierno tambi¨¦n deber¨ªa poner de su parte, al menos, dos cosas. Primero, actualizar el IRPF con la inflaci¨®n, para eliminar esta erosi¨®n adicional de las rentas salariales. Segundo, una modesta reducci¨®n del precio de los combustibles, como ha aprobado ya para el pr¨®ximo marzo el Gobierno laborista brit¨¢nico. Todo esto se puede pagar de manera ortodoxa, teniendo en cuenta que el aumento imprevisto de la recaudaci¨®n por IVA de los combustibles en Espa?a superar¨¢ con amplitud los 100.000 millones, y que el aumento de beneficios de las compa?¨ªas petroleras ha sido espectacular.
Es imprescindible una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de los esfuerzos, porque la percepci¨®n de que los sacrificios se distribuyen injustamente puede hacer insoportables para muchos las crecientes tribulaciones de los salarios, y dar lugar a fen¨®menos de creciente descontento social.
Germ¨¤ Bel es profesor de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB y diputado del PSC.
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