Morir
Morir no est¨¢ de moda, me hago cargo, lo siento. Siento haber titulado esta columna con un verbo que nadie conjuga. Morir est¨¢ mal visto, da verg¨¹enza palmarla, por ejemplo, en medio de la calle, en un atasco o haciendo cola en un hipermercado. Morirse es una lata y un incordio y una falta de todo, es lo peor. Morir es caer muy bajo y es hundirse hasta el fondo en la miseria. Los grandes hospitales tienen peque?as salas con olor a formol donde los familiares de los muertos pueden matar el tiempo y fumarse un paquete de Fortuna sin molestar a nadie con sus humos letales. S¨®lo algunos novelistas morbosos y unos cuantos poetas eleg¨ªacos siguen considerando que la vieja dama no merece el olvido ni el desd¨¦n.Vivimos tan de espaldas a la muerte que algunos ya se creen inmortales, como aquel general cuya muerte en la cama hace un cuarto de siglo conmemor¨¢bamos hace un par de semanas. El maestro Haro Tecglen confesaba desde estas mismas p¨¢ginas que la muerte del viejo dictador no le produjo, como a algunos notables compatriotas que hoy presiden consejos de administraci¨®n, sed de champ¨¢n. Fue una muerte siniestra entre tubos y cables, monitores y sueros y sondas que ni siquiera el viejo dictador merec¨ªa.
Veinticinco a?os despu¨¦s, en Holanda, hace apenas tres d¨ªas, era legalizada la eutanasia. Un acontecimiento hist¨®rico que, de momento, ha producido varias reacciones opuestas. En B¨¦lgica es posible que se apruebe una ley similar. El Vaticano, en cambio, condena sin reservas "una ley que viola la dignidad de la persona humana". El dolor (sobre todo el ajeno) dignifica; morir a plazos renta m¨¢s que palmarla al contado. Eso deben pensar los portavoces de la Iglesia cat¨®lica, Los ciudadanos de Guadalajara, Badajoz, Palencia, Segovia, Teruel, Toledo y Zamora, lugares en donde no existe unidades de cuidados paliativos, pueden morirse de asco y de lolor. "Envejecer, morir, es el ¨²nico argumento de la obra", escribi¨® Gil de Biedma. Sabemos que la funci¨®n acabar¨¢, pero ignoramos cu¨¢ndo, d¨®nde y c¨®mo. Los defensores de la eutanasia s¨®lo piden un ¨²ltimo acto digno. Es su derecho de autodeterminaci¨®n.
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