El Rayo es feliz en Vallecas
El conjunto madrile?o remonta un tempranero gol del Racing y consigue otra goleada
El Rayo es feliz en Vallecas. Con su gente, y en su campo, los de Juande Ramos se sienten invencibles. No lo son, pero casi. Ayer, tras marcar el Racing a las primeras de cambio, los vallecanos fueron de menos a m¨¢s para terminar entre los v¨ªtores entusiastas de la grada. El Rayo gan¨® a lo grande, con una holgura desproporcionada que no hace m¨¢s que confirmar su condici¨®n de m¨¢ximo goleador de Primera. Su voracidad se cobr¨® una nueva v¨ªctima: el Racing, que ni con el viento a favor tras su tempranero gol supo sobreponerse a su angustiosa realidad.Bien distinta fue su salida. A las bravas. As¨ª arranc¨® el Racing. Andaba todav¨ªa el Rayo ocupando su sitio en el campo, igual que la gente en la grada, y los visitantes ya carburaban a las m¨¢ximas revoluciones. Azuzados por su ag¨®nica situaci¨®n en la tabla, pen¨²ltimos, y con la continuidad de su t¨¦cnico, Andoni Goikoetxea, pendiente de un hilo, los c¨¢ntabros no se anduvieron por las ramas. El primer pu?etazo fue a la mand¨ªbula. Fue un golpe tonto, inesperado, pero efectivo, producto de la molicie con la que el Rayo empez¨® la tarde. La defensa vallecana se trag¨® una falta insulsa en la banda izquierda sacada por Jaime, no desactiv¨® la incordiante presencia de Manjar¨ªn, que intent¨® rematar sin llegar a hacerlo, y con m¨¢s sorpresa que otra cosa hubo de mirar al marcador para comprobar que s¨®lo hab¨ªan pasado siete minutos y ya iba por detr¨¢s.
RAYO 4-RACING 1
Rayo Vallecano: Lopetegui; Alc¨¢zar, Ballesteros, De Quintana, Mingo; Helder, Poschner, Quevedo (Mauro, m. 79), M¨ªchel (Setvalls, m. 82); Bolic y Bolo (Glaucio, m. 65).Racing de Santander: Ceballos; Tais (Est¨¦vez, m. 71), Mellberg, Txema, Arzeno, Sietes; Manjar¨ªn, Espina, Jaime, Amavisca; y Rushfeldt (Mor¨¢n, m. 74). Goles: 0-1. M. 7. Jaime saca una falta desde la izquierda y el bal¨®n, tras botar delante de Lopetegui, termina en la red. 1-1. M. 19. Michel remata en el segundo palo un pase desde la derecha. 2-1. M. 53. Bolic cabecea en el punto de penalti. 3-1. M. 80. Mauro, en el primer bal¨®n que toca. 4-1. M. 90. Mellberg, en propia puerta. ?rbitro: Ram¨ªrez Dom¨ªnguez. Mostr¨® cartulinas amarillas a Tais, Ceballos, Arzeno, Jaime y Txema. Unas 10.000 personas en el Teresa Rivero. Bolo recibi¨® al principio del encuentro una placa conmemorativa como autor del gol 400 del Rayo en Primera.
El bal¨®n se convirti¨® entonces en propiedad del Rayo, pero no supo muy bien qu¨¦ hacer con ¨¦l. Descosido, embarullado, el partido era una guerra de trincheras en el centro del campo. Sin embargo, los de Juande Ramos encontraron una puerta en el pasillo menos esperado. Camuflado en su recogido f¨ªsico, M¨ªchel no tuvo m¨¢s que empujar a la red un bal¨®n cruzado sobre todos los cent¨ªmetros de la corpulenta y avisada defensa del Racing. El empate fue lo peor. Para el juego, se entiende, que del gris pas¨® al negro. Al Racing le entr¨® el miedo, con la espalda cada vez m¨¢s cerca de Ceballos, y al Rayo una necesidad dif¨ªcil de conjugar con la obligada precauci¨®n a la que le forzaban las vertiginosas contras de Manjar¨ªn y Amavisca.
Le vino bien el descanso al partido. A la vuelta de los vestuarios el f¨²tbol se hizo otro. Detr¨¢s del cambio estaban los vallecanos, que se quitaron los pudores de encima y fueron a por la victoria agarrados a la movilidad de M¨ªchel en el centro del campo y la ambici¨®n de Bolic en la punta de ataque. Del otro lado, el Racing apenas ofrec¨ªa la rapidez de Manjar¨ªn y Amavisca y la tosca presencia del gigant¨®n Rushfeldt, demasiado poco cuando la victoria no es un premio, sino una obligaci¨®n.
Todo lo contrario que le ocurre al Rayo, tan seguro de s¨ª mismo que maneja los partidos como los grandes. Con paciencia, trabaj¨¢ndose poco a poco a los rivales, seguro de sus armas. Adelantando la defensa, sujetando la pelota en el c¨ªrculo central, abriendo el bal¨®n a las bandas, lanzando diagonales sobre sus hombres de punta... As¨ª remont¨® el Rayo, as¨ª se alz¨® sobre un partido que parec¨ªa cerrado con siete llaves y que abri¨® de par en par hasta la goleada final, para satisfacci¨®n de una afici¨®n que vive d¨ªas de vino y rosas. L¨¢stima que Bolic se encargase de empa?ar el espect¨¢culo con un gesto tan feo como innecesario, ridiculizando a Mellberg nada m¨¢s marcar ¨¦ste el postrero gol en propia puerta.
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