Llega la 'Davisman¨ªa'
El equipo espa?ol se prepara para vivir a lo grande en Barcelona, ante Australia, su tercera final de la Copa Davis
Abroch¨¦nse los cinturones. Llegan emociones fuertes. ?sta es la semana de la Copa Davis. Liberen sus agendas de fin de semana, acopien comida y bebida y prepar¨¦nse para vivir encerrados en sus hogares desde el viernes al mediod¨ªa hasta que los dioses del tenis lo dispongan. El tenis es as¨ª: se sabe cu¨¢ndo comienza, pero nunca cu¨¢ndo termina. Es tan caprichoso que nos ha hecho esperar 33 a?os hasta dar a los espa?oles una tercera oportunidad para ganar una competici¨®n m¨ªtica. Aquellas dos finales de Australia, que vamos a revivir al detalle durante estos d¨ªas, contribuyeron a colocar a Espa?a en la l¨ªnea de salida del deporte moderno. La voz de Juan Jos¨¦ Castillo y los golpes de Manuel Santana y compa?¨ªa convirtieron a todos los espa?oles en tenistas. Y ah¨ª seguimos.Ninguno de los cuatro jugadores del equipo espa?ol hab¨ªa nacido entonces. Posiblemente est¨¢n ahora un poco hartos de escuchar las batallitas de los simp¨¢ticos Santana, Arilla y Orantes. Empiezan a imaginar c¨®mo va a ser el ambiente del pr¨®ximo fin de semana. Y est¨¢n locos por comenzar. Hay que entenderles. Est¨¢n acostumbrados a luchar en solitario en un deporte individual y cruel. Y ahora saben que les esperan en el Palau Sant Jordi 15.000 personas, y millones en sus casas, que van a pelear y sufrir con ellos por todas las bolas. Es una sensaci¨®n que s¨®lo se produce en la Copa Davis. Los niveles de adrenalina se disparan en otros deportes durante unos instantes puntuales y con protagonistas diversos. En una final de la Copa Davis la identificaci¨®n con una persona, con un solo jugador, es total y absoluta. Y dura horas. Con errores, aciertos, ayes y ohes. Adrenalina a tope. La televisi¨®n enfoca primeros planos de alegr¨ªa, de decepci¨®n, de entusiasmo o de terror. El espectador se encuentra metido en la piel del tipo con la raqueta.
La escenograf¨ªa es m¨¢s ben¨¦vola que 33 a?os atr¨¢s. Entonces se perdi¨® sobre la hierba y en Australia. Ahora se juega en Espa?a y sobre tierra batida. Pero, como entonces, el rival es pata negra. S¨®lo Estados Unidos (31) tiene m¨¢s victorias que los australianos (27). Australia es a la Davis como Brasil al Mundial de f¨²tbol. Un asunto de honor. No llegan de paseo ni escudados en el pasotismo posmoderno que arrasa entre los deportistas actuales. Vienen a ganar. Ya lo hicieron en 1999 ante Francia en una situaci¨®n exacta: en Niza, sobre tierra y en un ambiente hostil. Y su equipo es fuerte, muy fuerte. Acumula tanta ambici¨®n como el espa?ol. Tienen repartidos todos los papeles. El chico simp¨¢tico es Rafter. El malo, Hewitt. Y los imbatibles, los doblistas Stolle y Wood-forde. Todos tienen una deuda que cubrir: Rafter y Stolle no han ganado nunca la Copa Davis; Hewitt lo hizo en 1999, pero perdi¨® los dos individuales de la final, y Woodforde juega por primera vez sin su inseparable Woodbridge.
El problema para los australianos es que los espa?oles tambi¨¦n son muy fuertes. Empujados por un Corretja que parece haberse hartado del papel de ni?o bueno, ya llevan el cuchillo entre los dientes cuando faltan cuatro d¨ªas para el primer partido. Corretja ya ha se?alado a Hewitt como "el odioso" al que hay que ver arrastr¨¢ndose por la tierra roja. Costa y Ferrero se est¨¢n dejando la piel para ser el n¨²mero dos. Y Balcells es el mensaje de que Espa?a no renuncia ni siquiera a un doble que todos consideran ya australiano.
Los espa?oles saben adem¨¢s que, por mucho que en el futuro ganen Roland Garros o Wimbledon, nunca alcanzar¨¢n el ¨¦xtasis que pueden vivir este fin de semana si ganan. De ellos depende. Pueden ser otra generaci¨®n brillante que se queda a las puertas del Olimpo. O convertirse en un cuarteto que diremos de carrerilla durante a?os. Vayan ensayando: Corretja, Costa, Ferrero y Balcells.
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