El candidato republicano desconf¨ªa de que Gore se rinda ante las dos derrotas judiciales
Compareciendo ante sus compatriotas delante de un decorado navide?o, George Bush se declar¨® anoche "muy satisfecho" por las dos decisiones judiciales que despejan su camino hacia la Casa Blanca. Pero, cuando los periodistas le preguntaron sobre el asunto, no quiso sumarse a los llamamientos de Dick Cheney y Colin Powell, los puntales de su futuro Gobierno, para que Al Gore acepte su derrota. "S¨¦ que ¨¦sa es una decisi¨®n muy dif¨ªcil para ¨¦l y que la adoptar¨¢ cuando considere que eso es lo mejor para la naci¨®n", declar¨® Bush.
"Creo", dijo Bush, "que he ganado estas elecciones. Gan¨¦ el primer escrutinio, luego el segundo escrutinio y tambi¨¦n el tercer escrutinio". As¨ª lo interpret¨® tambi¨¦n el juez de Tallahassee Sanders Sauls, al rechazar la impugnaci¨®n de los resultados que le solicitaba Gore. Pero el l¨ªder republicano no quiso anoche hacer sangre y se neg¨® a expresar gran euforia o solicitarle a su rival que vuelva a hacer lo que hizo en la madrugada del 8 de noviembre, para desdecirse al poco: telefonear a Austin, la capital de Tejas, y arrojar la toalla. Bush pod¨ªa permitirse la magnanimidad, porque Gore estaba anoche contra las cuerdas.
El Supremo de EE UU y, sobre todo, el juez Sauls hab¨ªan asestado pullazos muy severos a la cruzada del todav¨ªa vicepresidente dem¨®crata. Pullazos que llegaron cuando Gore ya luchaba contra el reloj, la fatiga de la opini¨®n p¨²blica y la condici¨®n de ganador oficial que detenta Bush desde el primer momento.
Gore celebrar¨¢ hoy una reuni¨®n con los l¨ªderes dem¨®cratas del Congreso para evaluar la situaci¨®n. ?stos le animaban anoche a agotar los cartuchos que todav¨ªa tiene en reserva. El m¨¢s evidente es la apelaci¨®n presentada anoche ante el Supremo de Florida contra el veredicto del juez Sauls. Ese organismo, de hegemon¨ªa dem¨®crata, es sensible a los argumentos de Gore, como demostr¨® el 21 de noviembre al obligar a la secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, a dar validez a los escrutinios manuales.
Pero numerosos expertos legales cre¨ªan anoche que va a ser dif¨ªcil que Gore logre probar ante el Supremo de Florida que la sentencia de Sauls no es correcta. Y sobre todo, cuando el m¨¢ximo organismo judicial de ese Estado meridional recibi¨® ayer el claro mensaje de sus colegas del Supremo de EE UU de que deben andarse con cuidado.
As¨ª que si el Supremo ratifica en los pr¨®ximos d¨ªas la decisi¨®n de Sauls, la ¨²nica baza que le queda a Gore es la de dos demandas de particulares en los condados de Seminole y Martin. Si los jueces aceptan la petici¨®n de invalidar unos 25.000 votos por correo, por presuntas irregularidades, Bush podr¨ªa perder hasta 5.000 sufragios, lo que colocar¨ªa a su rival por delante en Florida.
Las querellas (que se dirimir¨¢n entre finales de esta semana y mediados de la otra) alegan que los republicanos "violaron la ley al alterar miles de solicitudes de sufragios por correo". El partido de Bush no niega que lo hiciera con el consentimiento de los supervisores de elecciones.
Antes de las elecciones, ambas juntas electorales hab¨ªan desechado miles de solicitudes de papeletas por correo, hechas por republicanos y dem¨®cratas, porque carec¨ªan del requisito principal: el n¨²mero de identificaci¨®n del votante. Cuando el Partido Republicano se dio cuenta pidi¨® a las autoridades electorales que les dejara modificarlas. En el caso de Seminole completaron los datos de identificaci¨®n de unos 6.000 votantes republicanos, tarea que hicieron en el propio edificio de la junta electoral.
En el condado de Martin, pudieron llevarles a casa las solicitudes y cambiarlas all¨ª. La ley de Florida establece que "solamente el propio votante, uno de sus familiares o un apoderado autorizado por un notario" pueden cambiar datos en la papeleta. Una vez corregidas, las papeletas fueron enviadas de nuevo a los votantes republicanos.
Los republicanos han tratado infructuosamente de recusar a la juez que lleva el caso de Seminole, la dem¨®crata Nikki Clark. Sostienen que Clark tiene prejuicios contra Jeb Bush, gobernador de Florida y hermano del candidato presidencial republicano, porque la deneg¨® hace dos meses un ascenso. Clark, una afromaericana de 48 a?os, se ha negado a recusarse.
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