Voluntad de convivencia
Escrib¨ªa Ortega, hace ya m¨¢s de cincuenta a?os, que la democracia ha sido "la forma que en pol¨ªtica ha representado la m¨¢s alta voluntad de convivencia". Una voluntad de convivencia que se puso especialmente de manifiesto, entre nosotros, con la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n espa?ola de 1978, de la que hoy celebramos su vigesimosegundo aniversario.La triste experiencia de dos siglos surcados por el enfrentamiento y la divisi¨®n entre los espa?oles nos sirvi¨® para decir: nunca m¨¢s. Para buscar, por encima de cualquier otro objetivo, un acuerdo hist¨®rico que permitiese dise?ar un marco de convivencia no impuesto, como en ocasiones anteriores, por una parte de la poblaci¨®n espa?ola a la otra, sino hecho por todos y para todos, ofreciendo un espacio para cada espa?ol, de cualquier convicci¨®n o ideolog¨ªa.
Los deseos que, durante la ¨¦poca de la transici¨®n pol¨ªtica, alberg¨¢bamos la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles, se han hecho realidad plenamente. La Constituci¨®n de 1978 ha generado el per¨ªodo de estabilidad democr¨¢tica m¨¢s prolongado de nuestra Historia reciente, y ha instituido un sistema de protecci¨®n de los derechos y libertades que es hoy mod¨¦lico en el mundo, por el rigor de sus garant¨ªas y la amplitud de los derechos reconocidos.
Ha permitido la definitiva superaci¨®n de los conflictos regionales del pasado, articulando una novedosa f¨®rmula -el Estado de las Autonom¨ªas- capaz de armonizar la unidad del Estado con las leg¨ªtimas exigencias de autogobierno de las nacionalidades y regiones. Ha supuesto el fin de nuestro secular aislamiento internacional, y ha ofrecido el marco para nuestra integraci¨®n activa en instituciones internacionales y supranacionales, desde las que promovemos, juntamente con los dem¨¢s pa¨ªses avanzados, el bienestar, la solidaridad y la paz en todas las regiones del mundo.
Por eso, no podemos considerar la Constituci¨®n como un simple documento escrito que puede ser cuestionado en cualquier ocasi¨®n. La Constituci¨®n de 1978 es el indispensable marco de nuestra convivencia colectiva, la ¨²nica base sobre la que podemos edificar un progreso s¨®lido.
Hemos de fomentar, por tanto, firmes y sinceros sentimientos de lealtad constitucional. De adhesi¨®n a nuestra Carta Magna, y al esp¨ªritu de libertad y de convivencia que constituye su n¨²cleo esencial y b¨¢sico. Hemos de ser plenamente conscientes de que s¨®lo desde la Constituci¨®n podremos construir un futuro de paz y prosperidad.
Y me atrevo a decir que esa misma adhesi¨®n y lealtad la debemos tambi¨¦n a los Estatutos de Autonom¨ªa. Sobre el fundamento de la Constituci¨®n, los Estatutos han sido el instrumento del autogobierno de las nacionalidades y regiones espa?olas, que ha permitido avanzar con pasos de gigante en nuestra vertebraci¨®n territorial y en el equilibrio y la cohesi¨®n entre todas las regiones de Espa?a.
La efem¨¦rides que hoy celebramos constituye una ocasi¨®n id¨®nea para renovar nuestra lealtad a la Constituci¨®n y a los Estatutos. Para decirles a quienes, como el Partido Nacionalista Vasco, se han embarcado en estrategias de ruptura de esos espacios de consenso, que han de abandonar definitivamente esas aventuras si desean contribuir a la convivencia pac¨ªfica entre los espa?oles. Para proclamar nuestra fe en la democracia y el Estado de Derecho, que son los ¨²nicos cauces adecuados para la resoluci¨®n de nuestros problemas colectivos.
Quiero concluir el art¨ªculo de este a?o recordando a una personalidad insigne de la Comunidad Valenciana, que nos dio ejemplo de lealtad a la Constituci¨®n y que se esforz¨® para lograr una mejor protecci¨®n de los derechos y libertades de los ciudadanos. Nuestro S¨ªndic de Greuges, Luis Fernando Saura, ya no celebrar¨¢ el d¨ªa de la Constituci¨®n entre nosotros. Estoy seguro que su ejemplo de concordia y de servicio a los dem¨¢s perdura entre los ciudadanos de la Comunidad Valenciana.
Eduardo Zaplana es presidente de la Generalitat Valenciana.
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