Enamorado de un imb¨¦cil
Al final de Herida, la pel¨ªcula de Louis Malle basada en la estimable novela de Josephine Hart, Jeremy Irons, un diputado conservador brit¨¢nico que ha echado su vida a los cerdos por una pasi¨®n desquiciada hacia una mujer que no la merece, se cruza con su objeto de deseo, Juliette Binoche, en un aeropuerto y, al verla arrastrando maletas, con un ni?o en brazos y acompa?ada por un hombre joven, concluye: "Ella no era diferente a las dem¨¢s".Oscar Wilde, de cuya muerte se cumplen ahora 100 a?os, tambi¨¦n se perdi¨® por una pasi¨®n desquiciada, pero tuvo a¨²n menos suerte que el personaje de la pel¨ªcula de Malle: lord Alfred Douglas, alias Bosie, se diferenciaba de los dem¨¢s en que era mucho peor. Eso es, al menos, lo que se desprende de la lectura de Bosie: A biography of lord Alfred Douglas, de Douglas Murray, uno de esos vol¨²menes a los que tan dados son los anglosajones y que a menudo se centran en personajes de inter¨¦s muy discutible (¨²ltimamente me he aficionado a esos textos: me espera una voluminosa biograf¨ªa del inefable fantasista del piano Liberace y me acabo de enterar de que el peligroso satanista Aleister Crowley era en realidad un mamarracho inofensivo).
Todo parece indicar que Bosie era un cretino que no pon¨ªa las cosas f¨¢ciles a nadie, empezando por sus bi¨®grafos. A pesar de los esfuerzos del se?or Murray por fabricar un perfil ben¨¦volo del interesado, lo que sale a la luz p¨²blica es el retrato de un imb¨¦cil de marca mayor. Y al fondo del retrato, medio borroso, aparece un tipo inteligente e ingenioso que un mal d¨ªa perdi¨® los papeles por alguien que no val¨ªa un pimiento. De acuerdo, eso es algo que le pasa a mucha gente: todos conocemos mujeres estupendas que viven con cretinos insondables y hombres simpatiqu¨ªsimos que soportan a hembras feas y antip¨¢ticas. Pero cuando eres famoso, como el pobre Wilde, tu miop¨ªa sentimental pasa a engrosar los libros de historia.
Gracias a la biograf¨ªa de Douglas Murray, uno descubre que Bosie era un poeta abominable y dado a la bronca por herencia familiar (varios de sus antepasados estaban mal de la cabeza o eran aut¨¦ntica carne de manicomio). Desaparece entonces el mo?as con ricitos que todos conocemos y aparece un tipo que, a la que pudo, se dedic¨® a denigrar al pobre Wilde acus¨¢ndolo pr¨¢cticamente de corruptor de menores. Un arist¨®crata que se arrepiente de sus devaneos homosexuales, contrae matrimonio y se convierte al catolicismo: ya se sabe que los chicos de las clases altas brit¨¢nicas se tiran a sus amiguitos en Oxford y luego se casan y se afilian al partido conservador (a algunos les sale la jugada redonda: f¨ªjense en Michael Portillo).
Hasta ah¨ª no hay gran cosa que objetar (aparte del apu?alamiento p¨®stumo de su amante), pero Bosie es un hombre que no se para en barras. A la que puede, se convierte en un antisemita furioso y declara p¨²blicamente su admiraci¨®n por Adolf Hitler. La toma con Winston Churchill, quien le acaba poniendo un juicio por libelo que pierde Bosie (sin dignidad, pues intenta pedir excusas a ¨²ltima hora). Cuando estalla la guerra civil espa?ola, lord Alfred, evidentemente, toma partido por el general Franco, a quien considera el salvador de Occidente. En el ¨ªnterin, se pasa la vida meti¨¦ndose con todos los que no le caen bien, consiguiendo que ¨¦stos le lleven a juicio sin parar. Y ¨¦l sigue viviendo del dinero de su familia, escribiendo sus infames versos y, b¨¢sicamente, molestando a la sociedad que le alberga. Llega vivo hasta la d¨¦cada de 1960 y a¨²n le queda tiempo para escribir su autobiograf¨ªa, que no he le¨ªdo.
?Y este papanatas era el objeto de deseo de un brillante polemista, ingenioso comedi¨®grafo y ¨¢rbitro de la elegancia? Pues s¨ª, amigos. Y como era tan impresentable, no se escribe ni una l¨ªnea a su respecto en los diarios y revistas que, justamente, conmemoran ahora la triste muerte de Wilde.
Echar la vida por la borda por alguien que no lo merece es, seg¨²n se mire, o una estupidez o un acto de poes¨ªa autodestructiva, la prueba definitiva de que la vida carece de l¨®gica. Escribir sobre ello puede dar novelas tan interesantes como la citada Herida o la trist¨ªsima Tedio, de Alberto Moravia, la rid¨ªcula historia del tipo obsesionado por una gorda est¨²pida que fue llevada al cine por Cedric Kahn no hace mucho. Pero vivirlo en carne propia es llevar al extremo la conversi¨®n de la propia vida en una obra maestra del catastrofismo sentimental: Jeff Koons esquiv¨® el peligro divorci¨¢ndose a tiempo de Cicciolina, pero ya todos sabemos que el amigo Oscar no tuvo tanta suerte.
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