Un modelo a seguir
La presencia de Haendel en fechas navide?as se ha ampliado este a?o con Israel en Egipto, que se ha a?adido al ya habitual Mes¨ªas. Dentro de los oratorios haendelianos, aqu¨¦l es inmediatamente anterior a ¨¦ste (1739 y 1742, respectivamente). Resulta l¨®gico, por tanto, que se prefiguren ya muchas de las cualidades que hicieron de El Mes¨ªas una obra emblem¨¢tica, no tanto como referente a la Navidad sino como hito musical de un compositor, un g¨¦nero y una ¨¦poca.Israel en Egipto trae sobre la escena, tambi¨¦n, la gracia mel¨®dica, la econom¨ªa de medios y el vigor r¨ªtmico que hicieron popular a Haendel en su d¨ªa y que siguen suscitando, siglos despu¨¦s, el inter¨¦s del p¨²blico. Ni del libreto ni de la m¨²sica se desprende la tensi¨®n dram¨¢tica que podr¨ªa esperarse de un g¨¦nero con sustrato teatral, y, no obstante, la obra resulta eficaz como panor¨¢mica amplia -y no por est¨¢tica menos seductora- del tema que describe. La salida de los israelitas de Egipto, protegidos por su dios, se hace absolutamente convincente porque escenifica con intensidad dos momentos claves: las plagas que el dios de Israel env¨ªa a los opresores y la enormidad de su poder en el paso del Mar Rojo. La segunda parte del oratorio se limita a glosar lo sucedido en la primera.
The Sixteen
Haendel: Israel en Egipto. Director, Harry Christophers. Palau de la M¨²sica. Valencia, 3 de diciembre.
The Sixteen y su director, Harry Christophers, hicieron una lectura atenta y cuidadosa, chocando, sin embargo, con los l¨ªmites objetivos de varios solistas. Solamente Carolyn Sampson hizo su parte con la brillantez requerida. La orquesta y el coro brit¨¢nicos, sin embargo, dieron toda una lecci¨®n de profesionalidad que muchas formaciones espa?olas debieran tener en cuenta. Sin plasmar una versi¨®n de referencia, sin sorprender por la novedad de su planteamiento y sin que hubiera en todas las cuerdas un empaste total, consiguieron sin embargo el ajuste m¨¦trico de las secciones contrapunt¨ªsticas, la claridad de sonido que el Barroco requiere, y la expresi¨®n ligada al contenido del texto, tanto en los momentos est¨¢ticos (n¨²meros 16 y 23, por ejemplo) como en los din¨¢micos (n? 25). Tambi¨¦n lograron traducir la energ¨ªa caracter¨ªstica de la ¨¦poca y la solemnidad que algunos momentos exig¨ªan. Todo ello con veintiseis voces (incluyendo a los solistas) y veinte instrumentistas: tejido bien tenue que no permite errores de afinaci¨®n ni de m¨¦trica, porque todo se percibe y cualquier fallo resulta audible.
Es ¨¦ste un modelo interpretativo que, con mayor o menor acierto, abunda en Gran Breta?a y escasea aqu¨ª, aunque bien podr¨ªa servir de correctivo a nuestros defectos end¨¦micos: poca atenci¨®n al texto, escaso rigor filol¨®gico y gusto por los sonidos espesos. Quiz¨¢s por eso nos resulte tan arduo el repertorio del siglo XVIII.
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