"H¨¢gale una buena cena"
El temor a denunciar los malos tratos deja a las v¨ªctimas sin armas ante los tribunales
Cada mujer maltratada tiene una historia que no deja de impactar a pesar de que los testimonios de las v¨ªctimas de la violencia afloran cada vez m¨¢s. El que expuso Carmen Domingo ayer, tras una ponencia sobre el programa de asistencia jur¨ªdica de la Asociaci¨®n Libre de Abogados de Madrid, sobrecogi¨® a muchas participantes. Durante 15 a?os soport¨®, al igual que su hija mayor, vejaciones y golpes casi a diario, de su marido, un funcionario p¨²blico con problemas de ludopat¨ªa que cambiaba de domicilio cada vez que las deudas ahogaban a la familia.La primera vez que acudi¨® a una comisar¨ªa para denunciarlo, la disuadieron: "El polic¨ªa me dijo que eso ocurr¨ªa en todos sitios y que lo que deb¨ªa hacerle era una buena cena", recordaba ayer en C¨®rdoba. El d¨ªa en que intent¨® apu?alarla, el m¨¦dico anim¨® a Carmen Domingo a llevar por la consulta a su marido para recetarle tranquilizantes.
Llevaba 10 a?os continuados de malos tratos cuando huy¨® por vez primera, pero regres¨® al ser descubierta y amenazada de muerte. "Tiene dos escopetas y un rifle, dec¨ªa que le daba igual matar a un animal que a una persona". Su marido festej¨® el regreso con un nuevo embarazo y renovados golpes. Carmen tuvo su tercera hija en el mismo periodo en que, como resultado de las palizas, perdi¨® varios dientes y se le disloc¨® un hombro. Logr¨® romper definitivamente cinco a?os despu¨¦s, aunque para ello tuvo que huir a 500 kil¨®metros del pueblo de Castilla-La Mancha donde viv¨ªa.
Durante el juicio de demanda de separaci¨®n soport¨® sus insultos y, lo que asimil¨® peor, una sentencia absolutoria por los malos tratos: "Era mi palabra contra la suya, no ten¨ªa denuncias ni testigos y tuve que tragar con un informe forense que dec¨ªa que me conced¨ªa la demanda de separaci¨®n por la agresividad y aversi¨®n del marido hacia m¨ª y mi hija mayor".
Covadonga Roseta era una joven ingenua y religiosa cuando sucumbi¨® ante la fascinaci¨®n de un hombre que encarnaba su ant¨ªtesis. De alguna manera, Roseta crey¨® que deb¨ªa "salvarlo" de s¨ª mismo y su afici¨®n a las drogas, al alcohol y al juego. Entre los 18 y 28 a?os, vio y vivi¨® lo inimaginable. Igual que un d¨ªa su casa se transformaba en un laboratorio de manipulaci¨®n de coca¨ªna colombiana, al otro acog¨ªa a mujeres atrapadas en una red de prostituci¨®n. El menudeo de droga era constante, tanto como las palizas.
Nunca lo denunci¨®, ni cuando intent¨® tirarla por el balc¨®n, ni cuando llegaba al amanecer presa de un ataque de celos y la despertaba para maltratarla: "Aguantaba porque no ve¨ªa c¨®mo salir y tambi¨¦n porque cada vez te merma m¨¢s". Un d¨ªa acudi¨® a una trabajadora social para pedir ayuda para ¨¦l por su toxicoman¨ªa y la derivaron a una psic¨®loga, que la despert¨®. Su marido abort¨® su primera fuga con "el secuestro de las ni?as". Covadonga Roseta volvi¨® a convivir dos meses con ¨¦l, ya con la firme idea de preparar una huida sin retorno: "En el juicio me dijo que la muerte era poco para m¨ª, pero luego nos dej¨® en paz, s¨®lo llamaba para pedirme dinero". En 1992 Carmen Domingo y Covadonga Roseta fundaron, junto a otras tres mujeres, la asociaci¨®n Tamaia contra la violencia familiar.
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