El acuerdo
A¨²n a riesgo de que este sea tambi¨¦n el tema que otros compa?eros de columna escojan esta semana; a¨²n a riesgo de que tal coincidencia de tema desvele sin embargo discrepancias y desencuentros, con lo que ello puede tener de apariencia de cr¨ªtica mutua (algo extra?amente ausente en este g¨¦nero period¨ªstico) y, en consecuencia, propicie r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas m¨¢s o menos veladas; a¨²n as¨ª, me decido a escribir sobre el pacto "por las libertades y contra el terrorismo" suscrito por el PP y el PSOE. Vaya por delante una confesi¨®n: personalmente creo que el Acuerdo de Ajuria Enea fue el pacto pol¨ªtico que este pa¨ªs necesita (en presente, s¨ª) y que todo lo que ha venido tras ¨¦l ha sido desvar¨ªo o minoraci¨®n. As¨ª pues, comprender¨¢n mi escaso entusiasmo por el reci¨¦n suscrito acuerdo, muy alejado de lo que realmente necesitamos. Sin embargo, no comparto las cr¨ªticas que hacia el mismo est¨¢n dirigiendo los representantes de los partidos nacionalistas. El pacto suscrito por PP y PSOE va a servir tan poco para impedir un pr¨®ximo atentado de ETA como cualquier otro acuerdo que no coincida mim¨¦ticamente con los planteamientos de la organizaci¨®n armada (como por ejemplo, Lizarra). El acuerdo es tan excluyente de una parte de la sociedad vasca como en su d¨ªa lo fue el Acuerdo de Lizarra. Son otras las razones por las que el acuerdo no me ilusiona.El acuerdo es una suma de evidencias necesarias sistem¨¢ticamente incumplidas, de apelaciones ¨¦ticas similares a las que tanto se ridiculizan cuando las hace el lehendakari Ibarretxe y, sobre todo, de ausencias que provocan todo un despliegue de sospechas, metalecturas y sobreentendidos. Es evidentemente necesario que los partidos se abstengan de hacer electoralismo con la cuesti¨®n de la violencia (punto 1), como es evidente la incompatibilidad radical entre violencia y democracia y, por ello, la necesidad de no premiar de ninguna manera el ejercicio de la primera (punto 2). Esto es algo que lleva record¨¢ndonos Gesto por la Paz desde hace al menos ocho a?os cuando dice que hay que separar violencia y pol¨ªtica. Tanto una cosa como otra han sido hasta ahora sistem¨¢ticamente incumplidas por los partidos pol¨ªticos, especialmente por los firmantes del nuevo acuerdo. ?Dejar¨¢n de hacerlo a partir de ahora? Ya lo veremos. Pero no hac¨ªa falta publicitar ning¨²n acuerdo para plantearse de otra manera su actuaci¨®n futura: el acto de contrici¨®n y el prop¨®sito de enmienda casi mejor si se realizan en la intimidad, dejando para el ¨¢mbito p¨²blico los actos que muestren el cambio de actitud. Al terreno de la apelaci¨®n ¨¦tica corresponden la reivindicaci¨®n de las v¨ªctimas (punto 7) y el llamamiento a la movilizaci¨®n ciudadana, "especialmente a los j¨®venes", contra la violen-cia (punto 8). En cuanto a las cuestiones ausentes, esas cuya no explicitaci¨®n abren la puerta a una multiplicidad de lecturas, se encuentran todas aquellas referidas a las reformas legales y a la pol¨ªtica penitenciaria (punto 5) y, sobre todo, la gran cuesti¨®n ausente: la pol¨ªtica de alianzas para gobernar las instituciones vascas.
A pesar de todo, hay tambi¨¦n en el acuerdo un contenido de importancia. Se afirma en el punto 3 que el marco constitucional y estatutario, que ha posibilitado al pueblo vasco el m¨¢s amplio y m¨¢s sostenido ejercicio de autogobierno de su historia, es tambi¨¦n el que hace posible el planteamiento de "cualquier proyecto pol¨ªtico, incluso aquellos que pretenden revisar el propio marco institucional". Por cierto, en este punto se encuentra la ¨²nica apelaci¨®n expresa al di¨¢logo de todo el texto. Ser¨ªa penoso que una lectura miope de la realidad invalide la potencialidad pol¨ªtica de esta perspectiva. No es posible desinventar el Acuerdo de Lizarra y nadie deber¨ªa empe?arse en ello como condici¨®n para dialogar con PNV y EA. Por otra parte, cuestionar Lizarra no es reclamar al nacionalismo que deje de serlo: hubo nacionalismo vasco antes de Lizarra, lo habr¨¢ despu¨¦s. La realidad no est¨¢ ah¨ª para acatarla, asumirla, aceptarla o, mucho menos, quererla, sino para reconocerla, con sus coerciones y sus posibilidades. Eso es la pol¨ªtica.
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