Otra obra de Oteiza
La sede de su fundaci¨®n en Alzuza, se asemeja cada vez m¨¢s a la obra del artista
Ya falta menos para que se den por terminadas las obras de la Fundaci¨®n Jorge Oteiza de Alzuza (Navarra). La arquitectura de Francisco Javier S¨¢enz de Oiza, muerto en el mes de julio de este a?o, va cobrando vida propia. El edificio se concibi¨® no s¨®lo para albergar obras del escultor de Orio, sino con la intenci¨®n de que la envoltura pudiera entenderse como una obra del propio Oteiza. Esa identificaci¨®n con el escultor fue el punto de partida del trabajo de Oiza, subrayado con esta confesi¨®n suya: "Todo empez¨® a partir del recuerdo t¨²nel-taller de Ar¨¢nzazu, donde tuvimos la oportunidad de admirarle como maestro, o padre, de todos".Al recorrer los espacios del edificio nos topamos con peque?as salas que acoger¨¢n esculturas de Oteiza, donde cada una de ellas posee autonom¨ªa propia. Es como si para llegar al Oteiza total fuera conveniente descubrir cada paso creativo formulado con anterioridad de manera ¨ªntima y pormenorizada. De este modo, el visitante va conducido a trav¨¦s de una suerte de b¨²squeda itinerante, no exenta de cierta expectaci¨®n. El juego de espacios sucesivos concluye en un ¨¢mbito principal. Es un potente n¨²cleo espacial. Para ¨¦l se han reservado las mayores dimensiones y el mayor aprovechamiento de la luz natural. Uno tiene la sensaci¨®n de estar ante un ¨¢mbito de car¨¢cter religioso. ?Tal vez como un homenaje-recuerdo a Ar¨¢nzazu?
Creemos que ese espacio es demasiado fundamental en la Fundaci¨®n como para destinarlo ¨²nica y exclusivamente a la obra religiosa de Oteiza.
Al margen de esta reflexi¨®n, a dilucidar en el momento de llevar a cabo la puesta en escena final, uno de los aciertos notables del proyecto de Oiza se cifra en que al dise?arlo ha procurado obviar lo proporcionalmente correcto. O lo que es lo mismo: ha preferido optar por lo quebrado y vigoroso, en vez de lo sim¨¦trico y sosegado; de esa manera, le acerca m¨¢s y mejor a la mayor¨ªa de los postulados de Oteiza.
Por cualquier lado que se vaya, el dise?o est¨¢ plagado de hermos¨ªsimos detalles. Y as¨ª vemos una escalera amplia y trapezoidal , con un lateral de hierro que recuerda a planchas minimalistas de Richard Serra (abierto admirador de Oteiza), o los tres lucernarios de la terraza, que semejan tres cuboides oteicianos, o los pa?os acristalados que son como respiraciones visuales que van de lo ¨ªntimo interiorizado hacia lo lejano expansivo, entre otros hallazgos.
Ya sabemos la gama de colores elegidos para el interior. Los techos ir¨¢n estucados en un azul ultramar. Las paredes en tonos anaranjados, en tanto para el suelo se ha concebido el color gris. Las fachadas se cubrir¨¢n con un tono bermejo.
Desde la distancia, el edificio tender¨¢ a identificarse con el color que rezuma la tierra roja despu¨¦s de la lluvia. Si se nos permite la met¨¢fora, pod¨ªamos anticipar que el edificio acabado tomar¨¢ la imagen de una atalaya ¨ªgnea que mirara atentamente hacia lo lejos.
Huelga decir que el edificio est¨¢ emplazado sobre un altozano. A trav¨¦s de una distancia aproximada de cinco kil¨®metros, en l¨ªnea recta, se divisa claramente la ciudad de Pamplona.
A los pies del edificio un amplio terreno libre dar¨¢ paso a una zona ajardinada. Esa zona de latidos verdes puede servirle de contrapunto al visitante, a la hora de concentrarse en aquello que va a depararle el mundo oteiciano, alojado en el interior de la Fundaci¨®n.
Debe consignarse que el nuevo edificio va anexo a dos construcciones del siglo XVIII, lo que fueron vivienda y taller de Oteiza mientras vivi¨® en Alzuza. Es m¨¢s, la entrada a la Fundaci¨®n propiamente dicha se realizar¨¢ desde uno de estos edificios.
Para entender convenientemente la idea originaria del proyecto, el arquitecto navarro no tuvo reparo en traer a colaci¨®n a uno de los maestros de la arquitectura contempor¨¢nea, como es Le Corbusier, admirado desde siempre, tanto por Jorge Oteiza como por ¨¦l mismo. Confes¨® Francisco Javier S¨¢enz de Oiza que en su proyecto de la Fundaci¨®n pod¨ªan percibirse ciertas evocaciones a modo de una promenade architectural corbusieriana.
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