Periodista
Anochec¨ªa en el Madrid que hemos aprendido a ver porque ¨¦l, entre otras cosas, nos lo ha contado. La televisi¨®n dio la noticia cuando, asomada a la ventana del hotel, yo contemplaba la parte posterior de una estatua antigua, la de un se?or con capa que lleva en la mano los ¨²tiles de su oficio: Miguel de Cervantes. Lo primero que pens¨¦ es que, alg¨²n d¨ªa, quiz¨¢ alguien escuche, o lea en Internet, que le han concedido el Premio Francisco Umbral a un descendiente de su ilustre estirpe de amadores del idioma y los silencios.Tiene que ocurrir, y puede que hasta le dediquen estatua en el futuro, pero una cosa es cierta: Paco Umbral no ser¨¢ nunca bronce ni piedra, sino el genuino observador de esta vida que pasamos y que nos pasa. El testigo que narra lo que somos, y que lo hace mediante el instrumento que, mientras nos informa, nos civiliza: la lengua, nuestra lengua, el castellano duro y conciso, hermoso e imprescindible.
Del Umbral periodista, que es inmenso, guardo recuerdos concretos como el sabor de un cigarrillo de picadura, convertido en met¨¢fora de nuestra mala baba nacional por obra de su inteligencia. Tiene siempre algo que contar porque sabe que todo puede ser contado. Lo que pasa es que, primero, hay que verlo, y segundo, hay que tener esa especial relaci¨®n con las palabras que Umbral ha establecido: como si ellas y ¨¦l se conocieran desde mucho antes de que nosotros pudi¨¦ramos disfrutar del resultado de su encuentro.
Permitan que me enorgullezca de que Umbral periodista haya obtenido el Premio Cervantes, entre otras razones -la de que a ¨¦l le apetec¨ªa much¨ªsimo ser¨ªa una: y eso me parece noble y l¨ªcito- porque este oficio nuestro necesita de elementos que respeten el idioma, y a lo mejor, con el ejemplo, nos animamos todos a dejar de maltratarlo con invenciones verbales que prefieren adoptar la ret¨®rica simplona que utilizan los pol¨ªticos antes que ponerse a trabajar seriamente, como Paco Umbral ha hecho siempre, desde su columnismo impecable.
El d¨ªa a d¨ªa: ah¨ª es nada. Todos lo sabemos: es lo m¨¢s dif¨ªcil. Por eso admira, y por eso excita, y por eso irrita, y por eso conmueve.
Escribir bien todos los d¨ªas y ser suyo, muy suyo, y ser por eso mismo de cada lector, es algo que Paco Umbral lleva haciendo muchos a?os no s¨®lo sin desfallecer, sino disfrutando. Yo a eso, adem¨¢s de periodismo exquisito, lo llamo tambi¨¦n generosidad. La generosidad se manifiesta con diferentes rostros, y en mi calidad de lectora s¨¦ apreciar lo que se me da con arte y gracia, constancia e incluso zarpazos.
Le conviertan en estatua o no (y espero que el alcalde del futuro lejano que promulgue el decreto posea mejor gusto art¨ªstico que ¨¦ste de ahora), no me cabe duda de que Francisco Umbral es ya de la calle, hecho con la calle, enraizado en la calle. La calle de la vida por donde transitamos los unos y los otros, mientras ¨¦l mira, reflexiona y escribe, con el debido respeto a la palabra y la verdad, y ninguno, pero que ninguno, a lo convencional y lo que no le pasa por los sant¨ªsimos atributos. Felicidades.
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