Estado vasco y calidad democr¨¢tica
Un hipot¨¦tico Estado vasco, seg¨²n el autor, garantizar¨ªa peor el pluralismo pol¨ªtico y la integraci¨®n social que el Estado actual.
Las declaraciones del presidente del PNV a un semanario alem¨¢n acerca de la situaci¨®n de los ciudadanos espa?oles en un futuro Estado vasco independiente han suscitado una reacci¨®n que, hasta cierto punto, puede calificarse de artificiosamente farisaica. En efecto, no cabe escandalizarse ante la afirmaci¨®n de que los espa?oles ser¨¢n en esa futura Euskadi independiente "lo que son hoy los alemanes en Mallorca", pues en eso consiste precisamente la independencia que reclama abiertamente el nacionalismo: en convertir en extranjeros los que hasta ahora son connacionales. La ¨²nica llamada de atenci¨®n que cabr¨ªa hacer a Arzalluz en este punto es la de que tenga en cuenta que, si bien alemanes y mallorquines coinciden en pertenecer ambos a la Uni¨®n Europea, esta pertenencia ser¨ªa muy problem¨¢tica en el caso de los vascos independientes, dadas las reglas vigentes en la Uni¨®n para la admisi¨®n de nuevos estados, que exigen la unanimidad de los actualmente integrantes (por lo que la relaci¨®n con Espa?a podr¨ªa ser, no como la actual con Alemania, sino como la existente hoy con Marruecos).Ahora bien, dejando de lado esta obviedad, lo verdaderamente interesante de las manifestaciones del l¨ªder nacionalista es su referencia a la situaci¨®n futura de los "inmigrantes espa?oles", puesto que, aunque sea veladamente, introduce en el discurso independentista un tema que hasta ahora ha sido muy escasamente explicitado por quienes defienden la secesi¨®n como m¨¦todo de soluci¨®n del contencioso. Y ya va siendo hora de pedir a quienes preconizan la independencia que definan claramente su visi¨®n de las reglas del juego en ese futuro Estado.
Una aclaraci¨®n previa y probablemente innecesaria: cuando el nacionalismo habla de "inmigrantes espa?oles" (que no existen como tales desde hace treinta a?os) est¨¢ refiri¨¦ndose en realidad a todos los ciudadanos vascos que mantienen un sentimiento nacional espa?ol, con independencia del lugar de nacimiento de sus abuelos. Por eso, las palabras sobre la situaci¨®n de los "inmigrantes" son un circunloquio para definir la situaci¨®n futura de los vascos que se sienten nacionalmente espa?oles.
Como ha subrayado Juan Jos¨¦ Linz, la paradoja de casi todas las secesiones es la de que generan en el nuevo Estado secesionado una situaci¨®n de plurinacionalidad similar a la previamente existente en el Estado global anterior, aunque invertida en sus proporci¨®n. Esto es evidente en nuestro caso: pues si Espa?a es un caso t¨ªpico de Estado plurinacional en el que la poblaci¨®n con un sentimiento de identificaci¨®n nacional vasco es minor¨ªa, el futuro Estado vasco ser¨ªa igual de plurinacional, aunque la minor¨ªa vendr¨ªa entonces formada por los ciudadanos vascos con sentimiento nacional espa?ol. La diferencia entre ambas situaciones, adem¨¢s de la proporcionalidad cuantitativa, ser¨ªa la de que la futura minor¨ªa espa?ola carecer¨ªa de una base territorial exclusivamente propia en la que identificar su naci¨®n, pues compartir¨ªa su ¨¢mbito f¨ªsico de vida con otro sentimiento nacional, el vasco. Se tratar¨ªa de un sentimiento nacional desprovisto de un referente territorial exclusivo (salvo, quiz¨¢s, en el caso de Alava, lo que podr¨ªa conllevar la secesi¨®n de esta provincia de esa futura Euskadi libre).
Ante situaciones como ¨¦sta son ¨²tiles los pensamientos anticipados por el austromarxismo de Karl Renner a principios de siglo, cuando intentaba aportar soluciones al puzzle de nacionalidades entremezcladas que se englobaban en el Imperio Austroh¨²ngaro. Defendi¨® este pensador una propuesta innovadora y arriesgada: la de reconocer los derechos de las nacionalidades sobre base personal, no territorial. Los grupos nacionales caracter¨ªsticos gozar¨ªan de un estatuto de autonom¨ªa cultural y pol¨ªtica como tales colectividades, sin necesidad de un soporte territorial exclusivo, que era imposible de encontrar en la mayor¨ªa de los casos. Pues bien, una soluci¨®n de este tipo ser¨ªa la ¨²nica posible para atender los derechos de la minor¨ªa espa?ola en el futuro Estado vasco.
El problema, y aqu¨ª enlazamos con las manifestaciones de Arzalluz, es el de si ese futuro Estado estar¨ªa dispuesto a reconocer constitucionalmente el derecho de autogobierno y conservaci¨®n propia de la minor¨ªa poseedora de un sentimiento nacional distinto al oficial. ?Garantizar¨ªa ese Estado, como hoy garantiza la Constituci¨®n espa?ola, la autonom¨ªa pol¨ªtica como derecho inherente de su minor¨ªa nacional espa?ola (o francesa)? ?Permitir¨ªa el libre desarrollo de la plurinacionalidad constitutiva de su poblaci¨®n? La respuesta est¨¢ impl¨ªcita en las palabras del l¨ªder abertzale (y estaba ya m¨¢s claramente apuntada en otras propuestas del mundo radical): los inmigrantes espa?oles podr¨¢n disfrutar de un estatuto especial, pero con la condici¨®n de ser considerados pol¨ªticamente como extranjeros. Podr¨¢n seguir siendo espa?oles y votar al Parlamento de Espa?a, aunque vivan en Euskadi ("alemanes en Mallorca"); pero, sensu contrario, los que decidan ser ciudadanos vascos que se olviden de sentimientos nacionales distintos del oficial, pues para ellos no habr¨¢ autonom¨ªas ni autogobierno.
Esta posici¨®n del nacionalismo vasco es congruente de todo punto con su propia naturaleza de etnonacionalismo. A diferencia de lo que sucede con un nacionalismo pol¨ªtico como el espa?ol, un nacionalismo cultural o ¨¦tnico como el vasco no puede admitir la existencia en el seno de su propia naci¨®n de ciudadanos con sentimiento nacional diverso y, por ende, no podr¨ªa reconocerles derechos especiales como grupo nacional minoritario. No habr¨¢ lugar en la naci¨®n vasca so?ada sino para lealtades un¨ªvocas, a diferencia de la espa?ola hoy existente en la que coexisten c¨®modamente lealtades compartidas. Admitir ¨¦stas ¨²ltimas ser¨ªa tanto como poner en cuesti¨®n la existencia misma de la naci¨®n etnocultural. Y, por ello, Arzalluz dixit, s¨®lo hay una alternativa para los futuros ciudadanos vascos: o el r¨¦gimen com¨²n y uniforme del Estado uninacional, o la extranjer¨ªa.
Lo cual, traducido a t¨¦rminos democr¨¢ticos, significa que el r¨¦gimen pol¨ªtico de ese Estado padecer¨ªa de un significativo d¨¦ficit de pluralismo por comparaci¨®n al Estado actual. Al no poder reconocer los derechos de los grupos nacionales minoritarios ser¨ªa menos pluralista e inclusivo que el actual. Desterrar¨ªa a la condici¨®n de extranjera a parte de su poblaci¨®n, recreando, dos mil cuatrocientos a?os despu¨¦s, la condici¨®n peculiar de los metecos atenienses.
Pues bien, cuando los estudiosos analizan el expediente secesionista como v¨ªa de soluci¨®n de un conflicto nacional de otra forma insostenible, se?alan siempre unos l¨ªmites prudenciales a su acceptabilidad. Y, entre estos l¨ªmites, vienen al caso aqu¨ª dos muy significativos: la secesi¨®n no debe utilizarse cuando vaya a reproducir, aunque invertido, el problema de plurinacionalidad anterior, y, sobre todo, no debe permitirse la secesi¨®n si la sociedad resultante quedar¨¢ dotada de un r¨¦gimen de inferior calidad democr¨¢tica, en t¨¦rminos de inclusividad y pluralismo, al anteriormente existente. Como recuerda Andr¨¦s de Blas Guerrero, un Estado plurinacional organizado federalmente protege mejor los derechos democr¨¢ticos que varios Estados secesionados que se organizan sobre bases uninacionales r¨ªgidamente homog¨¦neas. El independentismo vasco, si presume de democr¨¢tico, deber¨ªa reflexionar sobre estas evidentes realidades, en lugar de encerrarse en su solipsista enso?aci¨®n.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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