El rastro del horror
Miles de liquidadores se manifestaron ayer en Kiev ante el Parlamento para exigir que se hagan efectivas las ventajas econ¨®micas, sanitarias y sociales a las que legalmente tienen derecho por haber luchado contra el horror de Chern¨®bil. Su protesta, como las organizadas en d¨ªas anteriores por los verdes y por los inv¨¢lidos que arrastran diversas secuelas que les dej¨® la cat¨¢strofe, no marcan, sin embargo, el cierre de la central.Catorce a?os largos despu¨¦s, el recuerdo de aquella cat¨¢strofe parece pesar menos que las consecuencias inmediatas que acarrear¨¢ el cierre, tanto laborales como econ¨®micas y sociales. Sin embargo, la huella de Chern¨®bil sigue patente, muy especialmente en Ucrania, donde se halla la plantar nuclear, y en la vecina Bielorrusia, con frecuencia olvidada a la hora de evaluar el impacto del accidente, pero que, proporcionalmente a su poblaci¨®n, fue la principal perjudicada.
Los m¨¢s recientes informes de la ONU sostienen que en estos dos pa¨ªses y en Rusia hay m¨¢s de siete millones de afectados de una u otra manera por el accidente. Es una cifra probablemente exagerada por una picaresca que permite a veces cobrar pensiones de forma fraudulenta u organizar vacaciones gratis en Espa?a para ni?os de clase media, y perfectamente sanos, a los que se cuelga en la ocasi¨®n la etiqueta de v¨ªctimas de Chern¨®bil. Seg¨²n Naciones Unidas, el n¨²mero de afectados es de siete millones, entre ellos tres millones de ni?os.
Abusos aparte, el impacto de la cat¨¢strofe resulta estremecedor. Dos ciudades (Pripiat y Chern¨®bil) y 74 aldeas de las cercan¨ªas de la central, con una poblaci¨®n cercana a las 100.000 personas, fueron evacuadas en los d¨ªas que siguieron al accidente, y muchas m¨¢s de ¨¢reas cercanas fueron trasladadas a zonas libres de radiaci¨®n. De los 800.000 liquidadores, llegados de toda la URSS, hay 70.000 oficialmente inv¨¢lidos tan s¨®lo en Ucrania, y otros 46.000 en Rusia.
Oficialmente, se admite que en Ucrania hay 3,4 millones de afectados que precisan ayuda m¨¦dica, la mitad de ellos ni?os. Basta con darse una vuelta por la modesta sede que la asociaci¨®n de v¨ªctimas tiene en Kiev para ser bombardeado con historias estremecedoras de lo que se llama el sida de Chern¨®bil, de hijos de liquidadores nacidos con graves dolencias cr¨®nicas o malformaciones, de disminuci¨®n de la esperanza de vida, de mutaciones gen¨¦ticas, de tuberculosis, de impotencia y esterilidad, de m¨¦dulas ¨®seas destrozadas por la radiaci¨®n. Una escasez cr¨®nica de medicinas agrava el problema.
La relaci¨®n entre la causa (accidente) y el efecto (enfermedades) no siempre es del todo clara, porque la salud de los ucranios, de todos ellos, ha ca¨ªdo en picado de la mano de la crisis econ¨®mica. Pero no hay duda posible en algunos casos, como el del aumento de la incidencia del c¨¢ncer de tiroides, que amenaza sobre todo a los m¨¢s peque?os.
Entre 1981 y 1985 no se registr¨® ning¨²n caso en la zona pr¨®xima a la explosi¨®n. Entre 1986 y el 2000 ha habido m¨¢s de dos mil. En Bielorrusia, el n¨²mero de casos se ha multiplicado por 100 en los ¨²ltimos 14 a?os. En total, se han declarado 11.000 casos de c¨¢ncer de tiroides, seg¨²n Naciones Unidas, pero se espera alcanzar un m¨¢ximo en esta cifra en 2006. La incidencia de tuberculosis entre los afectados ucranios es, por otra parte, 16 veces superior a la media del pa¨ªs.
Tambi¨¦n la tierra, los ¨¢rboles y el agua est¨¢n enfermos, sobre todo en la zona de exclusi¨®n de 30 kil¨®metros alrededor de la central, y pasar¨¢n siglos hasta que vuelva a recuperarse. El impacto econ¨®mico ha sido, y lo sigue siendo, terrible. Imposible de asumir por un pa¨ªs hundido en la miseria.
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