Pre¨¢mbulo y santos
No tengo duda alguna sobre la conveniencia del Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo firmado estos d¨ªas por el PP y el PSOE. Tampoco albergo dudas sobre la necesidad de su pre¨¢mbulo, que parece ser el obst¨¢culo para que otras fuerzas se adhieran al pacto. Es verdad que ese pre¨¢mbulo impide que el PNV pueda estar de acuerdo con ¨¦l y que hubiera sido deseable que este partido hubiera sido uno de los firmantes. Pero no se puede estar a todas las aguas, ni la ciudadan¨ªa puede estar a la espera de las sutilezas florales nacionalistas para que se llegue a un acuerdo contra lo que la sociedad espa?ola y la vasca consideran su mayor peligro: el terrorismo.Con pre¨¢mbulo o sin ¨¦l, el PNV no hubiera podido firmar ese acuerdo. Y tenerlo en cuenta para su elaboraci¨®n, tal como insist¨ªan en sus quejas sus representantes m¨¢s habladores, hubiera significado casi con seguridad la imposibilidad real de llegar a acuerdo alguno. Es, en definitiva, lo que el famoso pre¨¢mbulo viene a se?alar, que para estar entre los firmantes el PNV y EA tienen que dar un paso previo: el abandono, mediante ruptura formal, y no mediante escaramuzas sem¨¢nticas, del pacto de Lizarra. Se define as¨ª el marco de posibilidad del pacto mismo.
Y han hecho bien los dos partidos mayoritarios en asegurar un acuerdo bilateral. Era el medio m¨¢s seguro para alcanzar lo necesario, por m¨¢s que pueda parecernos no del todo suficiente. Una negociaci¨®n a m¨¢s bandas, y vistas las reacciones previsibles de las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas, hubiera supuesto un fracaso que la lucha por el terror no se pod¨ªa permitir. O hubiera aportado, en caso de salir adelante, un texto m¨¢s limitado y matizado, y carente del tan tra¨ªdo pre¨¢mbulo. Texto que lo hubieran podido aceptar tambi¨¦n los nacionalistas democr¨¢ticos sin necesidad de modificar el rumbo de su pol¨ªtica, con lo que el acuerdo nacer¨ªa muerto desde el origen. Siento, de verdad, tener que afirmarlo, pero no son compatibles hoy las pautas exigibles para una actuaci¨®n unitaria contra el terror, con las proclamas con las que un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n nos regalan los dirigentes m¨¢s se?alados del PNV. No son disparates lanzados al albur, ni fruto de alguna chochera constatable o de los efectos de alguna noche cabile?a. Las proclamas de esos dirigentes son coherentes con una opci¨®n estrat¨¦gica a la que tienen que alimentar y mantener, y que tiene un nombre: Lizarra. Y esas proclamas hubieran continuado si el PNV hubiera firmado el acuerdo sin cumplir con la condici¨®n del pre¨¢mbulo. De ah¨ª su necesidad; una necesidad vital, de garant¨ªa para la propia eficacia del acuerdo.
Yo no tengo ninguna duda de que ha sido una l¨¢stima que los nacionalistas democr¨¢ticos no estuvieran entre los firmantes. Pero es su vocaci¨®n de no enmendarla la que los ha excluido. No hay otro motivo. No es cierto que el acuerdo les obligue a renunciar a su ideario. Les pide abandonar una estrategia incompatible con ¨¦l, y estrategia e ideario no son lo mismo. En su pataleta posterior han recurrido a su habitual tramoya de la confusi¨®n. Han desplegado su acostumbrado teatrillo barroco y abierto las trampillas del infierno y de la gloria para que el escenario se pueble de satanizaciones, criminalizaciones y hasta santos. Y han vuelto a equiparar lenguaje y praxis en su af¨¢n persistente por velar la realidad ensombreci¨¦ndola bajo una hipertrofia adiposa del signo ling¨¹¨ªstico. Palabras y armas son equiparables. Las unas matan el cuerpo y las otras el alma, lo que no se sabe qu¨¦ es peor en esa apoteosis de lo an¨ªmico que dramatizan.
Y el colmo de toda esta argumentaci¨®n por v¨ªa representativa es la guinda hagiogr¨¢fica que se han sacado de la manga. Quienes mucho comer¨ªan con ¨¦l en vida, pero no le hicieron demasiado caso, est¨¢n prestos a elevar a los altares a Ernst Lluch. "ETA lo asesin¨® y los firmantes de este pacto han matado sus ideas", han dicho. ?Se pueden matar las ideas? ?Ay del alma! El alma es toda de ellos, los dem¨¢s no la tenemos. Para los dem¨¢s el cuerpo, aunque no lo alimentemos en los batzokis. El cuerpo, esa minucia.
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