A la huelga
Por segunda vez, desde que el PP est¨¢ en el gobierno, los empleados p¨²blicos se le cabrearon. Y es que el poder adquisitivo hace aguas por todas partes y ya han perdido hasta un 14%, desde el 1992. Una Administraci¨®n euf¨®rica y autocomplaciente ha metido el cazo. El IPC es una p¨¢jara pinta de altos vuelos que se le ha subido muy por arriba de sus previsiones y ahora las cuentas no le salen. S¨®lo faltaba ese 0?3% de incremento en el mes de noviembre y en plena movilizaci¨®n para encender los ¨¢nimos. Claro que los ¨¢nimos funcionariales son unos ¨¢nimos poco incendiarios, aunque sistem¨¢ticamente les reba?en los bolsillos, a?o tras a?o. Despu¨¦s de la huelga, llega la aritm¨¦tica y la batalla de los porcentajes, que es donde suelen disolverse los m¨¢s nobles impulsos. La Generalitat saca el cartel de las rebajas, y las organizaciones sindicales se muestran satisfechas de los resultados. Cada uno bebe en su fuente y no hay dos fuentes iguales, ni dos varas de medir. Hombre, d¨¢ndole a la hip¨¦rbole es cierto que ha habido servicios m¨ªnimos m¨¢s nutridos que los ordinarios; y las estratagemas, para que no se les vea el rubor, abundan y se despliegan con una desfachatez de filibustero.Por su parte, en la funci¨®n p¨²blica hay un cat¨¢logo sindical muy variado. Y eso cuenta a la hora de las movilizaciones. Todos han firmado la convocatoria, pero algunos van a su aire y con demasiadas cautelas, a la hora de la verdad. La verdad son cuatro cosas: revisi¨®n salarial -no al 2% del Gobierno-; romper la tasa de reposici¨®n; exigir, como todos los trabajadores, la negociaci¨®n colectiva; y combatir la precariedad laboral, con una temporalidad que supera el 32%. Con una tasa tan desmesurada, el Gobierno carece de fuerza moral y de argumentos para pedirle a la empresa mejores condiciones y m¨¢s trabajo estable. Y as¨ª nos va el pelo. Con tan escasos escr¨²pulos, se juega con miles de trabajadores de las diversas administraciones y de la iniciativa privada: con la eventualidad pendiente sobre una n¨®mina fungible al menor gesto sospechoso o inc¨®modo.
Los que tienen la conciencia clara, saben que las reivindicaciones m¨¢s urgentes son las tres ¨²ltimas, porque posibilitan la primera y garantizan el empleo y unas mejores condiciones de trabajo a cuantos andan angustiados en la inquietante temporalidad. Los que disfrutan de un bolsillo ¨¢vido y nada solidario se preocupan muy particularmente de que la cl¨¢usula de revisi¨®n salarial contemple el aumento de esa tasa de inflaci¨®n interanual que se ha disparado hasta el 4%. Y es que, aunque se insiste en que han desaparecido las clases, entre los empleados p¨²blicos a¨²n las hay y c¨®mo.
En esta huelga y en nuestra Comunidad, la participaci¨®n, ha sido muy irregular por sectores, comarcas y ciudades. El seguimiento, considerable en Alicante y Valencia, y escaso en Castell¨®n. En Alicante, se concentraron en la plaza de la Monta?eta entre 3.500 y 4.000 funcionarios que es un n¨²mero nada desde?able; en Valencia, 3.000; y en Castell¨®n, 500. La estimaci¨®n de los sindicatos convocantes es de entre el 60 al 65%; mientras que la Generalitat, cifra la incidencia en un 14%. Pero ni uno ni otro porcentaje tienen relevancia, si la Generalitat, que tambi¨¦n est¨¢ para eso y para eso cobra de todos los contribuyentes, incluyendo a los funcionarios, no asume sus responsabilidades, ni atiende las demandas, ni se apresura al di¨¢logo.
Y un sesgo significativo: en Alicante, los concentrados, sin m¨¢s autorizaci¨®n que la de su soberana voluntad, se transformaron en manifestantes y se plantaron ante la Diputaci¨®n Provincial, donde se celebraba un pleno, y tras un forcejeo con la polic¨ªa, tomaron los jardines, y gritaron_ "Que baje el gordo, que baje el gordo". Lo que no qued¨® muy claro es si se refer¨ªan al gordo de Julio de Espa?a o al gordo de Navidad.
Ahora, a hacer guantes y a prepararse para un posible nuevo asalto. En este pa¨ªs ya se sabe que todo ni?o siempre nace con una instancia para la Administraci¨®n que sea debajo del brazo. Que tomen buena nota.
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