Chorradas navide?as
Maltratamos el idioma, de eso no cabe duda. El de aqu¨ª y el de Espa?a toda. Del de aqu¨ª, sobra decirlo, ya se encarga TVV todos los d¨ªas. Pero es que del otro nos encargamos todos nosotros, con dedicaci¨®n y desparpajo dignos de mejor causa. El president, sin ir m¨¢s lejos, ha dicho recientemente que lo de su presunta participaci¨®n en lo del contrato de Julio Iglesias es una "chorrada importante". Por supuesto ser¨ªa muy f¨¢cil de demostrar que se trata de una contradictio in termini, una imposibilidad hermen¨¦utica, un sinsentido sem¨¢ntico, una chorrada ling¨¹¨ªstica, vamos. ?Por qu¨¦? pues porque, por definici¨®n, chorrada, es "una porci¨®n de l¨ªquido que se suele echar despu¨¦s de dar la medida", seg¨²n la Real Academia, o bien "una necedad, una tonter¨ªa". Tanto en un caso, como en otro, una chorrada es algo sin importancia, marginal, sin enjundia, que no requiere siquiera respuesta; mientras que importante, por el contrario, es algo "que importa, que tiene importancia". Entonces ?c¨®mo puede ser una chorrada, importante? Vaya usted a saber, pero el caso es que Zaplana no titube¨® al decirlo. Son¨® rotundo y definitivo.Otra cosa que merecer¨ªa un cierto an¨¢lisis es la importancia que pueda alcanzar una chorrada, bien en raz¨®n de quien la dice, una persona importante, o bien en raz¨®n de aquello que se pretende ocultar con tama?a calificaci¨®n, tach¨¢ndolo de chorrada. Y luego est¨¢ el tama?o. ?Es lo mismo una chorrada de 70.000 millones, por ejemplo, que una de 1.000, de 20 o de 30? En principio, todo parece indicar que no; sin embargo el diccionario dice que as¨ª es, porque chorrada es al fin y al cabo. Confuso, cuando menos.
Sin embargo yo creo que lo que lo que, en realidad, quiso decir el president, tal vez fuera que una chorrada atribuida a ¨¦l se convierte de inmediato en importante. O quiz¨¢ que un asunto importante, por el mero hecho de predicarse de su persona, se transforma en una vulgar chorrada. Es cuesti¨®n de an¨¢lisis estructuralista fino, el cual, por cierto, extrae suficiente sustento de algunas teor¨ªas ling¨¹¨ªsticas acreditadas, vengan ¨¦stas del lado de Wittgenstein (el significado de una palabra depende de su uso en el lenguaje) o del lado de Mc Lujan (el medio es el mensaje), entre otras muchas. Por tanto, no echemos prematuramente las campanas de la cr¨ªtica f¨¢cil al vuelo de nuestra imaginaci¨®n pol¨ªtica. No es tan importante, sem¨¢nticamente hablando, el renuncio (o la chorrada) como parece, aunque algunos se empe?en en ello.
Ahora bien, siendo esto cierto, lo que no se puede ocultar, en modo alguno, es el riesgo que corremos si se extiende el chorradismo (perdonen la expresi¨®n, pero no se me ocurre otra) por doquier, y, de este modo, casi sin darnos cuenta, sutilmente, todo nos vaya pareciendo una chorrada, ahuyentando as¨ª las pocas ganas que nos quedan de criticar los desmanes del poder; ya se sabe: si no puedes convencerlos, conf¨²ndelos. Esta es mi tesis, precisamente; estoy casi seguro de que existe una estrategia perfectamente definida en esta direcci¨®n; un plan en toda regla, concebido por expertos asesores para blindar electoralmente la acci¨®n pol¨ªtica del Gobierno. Recuerden que Aznar ya inici¨® la campa?a diciendo que lo del submarino at¨®mico Tireless era, poco m¨¢s o menos, una chorrada; ni siquiera importante, como corrobor¨® de inmediato su amigo Blair con rotundos movimientos de cabeza. Una chorrada, ?qu¨¦ otra cosa podr¨ªa ser? ha sido tambi¨¦n el reciente indulto a G¨®mez de Lia?o, tachado por Acebes como tal. Por no hablar del mal de las vacas locas, con Villalobos instando a los pobres a consumir carne de primera, o el ministro de agricultura asegurando que el plan hidrol¨®gico es una chorrada y que se acabar¨¢ aprobando por c..., o, en fin, R. Rato restando dramatismo a una inflaci¨®n que se sit¨²a ya el doble sobre las previsiones que ¨¦l mismo hizo. ?Simples chorradas, como creen muchos, o inteligente estrategia de comunicaci¨®n, a trav¨¦s del lenguaje, como creo yo? En tal contexto ?ser¨¢ pura coincidencia el regreso de algunos de nuestros m¨¢s reputados asesores de imagen del Per¨² de Fujimori?
Pues, a pesar de ello, f¨ªjense lo que son las cosas, a m¨ª todo esto no me parece demasiado importante; con serlo, sin duda. Donde yo veo el problema, el aut¨¦ntico problema, es en el hecho que la campa?a, dise?ada y orquestada desde Espa?a, est¨¢ haciendo mella m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras, en el mismo centro del poder mundial. Observen, si no, a Bush; sus asesores comenzaron proclamando la especie de que, en unas elecciones, resulta poco menos que una chorrada contar los votos, y ha acabado siendo presidente de todos nosotros. Que Dios nos asista.
Andr¨¦s Garc¨ªa Reche es profesor titular de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Valencia.
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