El manual de un viajero curioso e ir¨®nico
Los escritos de Richard Ford muestran su visi¨®n de la Andaluc¨ªa del siglo XIX
Richard Ford (1796-1858) fue un brit¨¢nico que escribi¨® algunas de las p¨¢ginas m¨¢s interesantes y agudas sobre la Espa?a decimon¨®nica. Vivi¨® en Espa?a de 1830 a 1833. Residi¨® en Sevilla y Granada y viaj¨® por toda la Pen¨ªnsula. Su Manual para viajeros por Espa?a y lectores en casa (1845) ha pasado a la historia. Otras dos obras de Ford, Cosas de Espa?a (1846) y Las corridas de toros (1852), ampl¨ªan algunos apartados de la primera. La publicaci¨®n este a?o de Hispanoman¨ªa (Plaza y Jan¨¦s), del periodista Tom Burns Mara?¨®n, ha devuelto protagonismo a Ford.El libro de Burns dedica un cap¨ªtulo a las relaciones que Wellington, el vencedor de la batalla de Waterloo, y Ford tuvieron con Espa?a. Burns lamenta que Ford "desconoc¨ªa lo mejor" de Espa?a, "en su sentido humano y pol¨ªtico, que eran sus emergentes clases medias". Ford, a juicio de Burns, despreciaba a la clase dirigente espa?ola movido por "un aplastante complejo de superioridad". Con todo, la lectura de Ford sigue siendo suculenta un siglo y medio despu¨¦s de que sus escritos vieran la luz. S¨®lo basta destacar algunos fragmentos de Manual para viajeros por Andaluc¨ªa y lectores en casa, entrega inicial de lo que fue la edici¨®n completa de Manual para viajeros por Espa?a y lectores en casa, publicado por primera vez en Londres en 1845.
Su evocaci¨®n de los contrabandistas ronde?os est¨¢ empapada de un amargo sarcasmo. "Los contrabandistas de Ronda cuentan entre los mejores y m¨¢s pintorescos de esta numerosa tribu espa?ola; su ilegal actividad constituye, en realidad, el ¨²nico sistema verdadero, activo y bien organizado de toda la Pen¨ªnsula. El se?or Macgregor, en su informe comercial sobre Espa?a, calcula que, en total, hay unas trescientas mil personas interesadas directa e indirectamente, en esta actividad. Todo el mundo contrabandea de una forma o de otra, pero tambi¨¦n es cierto que ¨¦sta es la ¨²nica manera posible de corregir las anomal¨ªas y los errores de las aduanas y el Ministerio de Hacienda; en esta tierra mal gobernada las normas fiscales son tan ingeniosamente absurdas, complicadas e irritantes que el comerciante honrado y amigo de la legalidad se ve tan incordiado en sus actividades como estimulado el que prefiere la ilegalidad", escribe Ford.
El veredicto sobre el sistema tributario de la ¨¦poca es demoledor. "El azote fiscal conduce a violaciones del orden, perjuicios al comerciante honrado y p¨¦rdidas para el tesoro; los enormes beneficios tientan a los campesinos, desvi¨¢ndolos de las ocupaciones leg¨ªtimas y haci¨¦ndoles holgazanes, ladrones y feroces, cuando bajo un sistema m¨¢s inteligente habr¨ªan seguido siendo virtuosos y diligentes; es la maldici¨®n de Espa?a y de los espa?oles, porque fomenta bandas de hombres armados, activos y audaces hasta la temeridad, que conocen bien el terreno y est¨¢n siempre listos para cualquier violencia", se?ala.
El sentido del humor de Ford brilla con energ¨ªa cuando evoca a los monos de Gibraltar. "Los verdaderos leones de Gib [Gibraltar] son los monos, los mismos que Salom¨®n mand¨® a buscar a Tartessos (1 Reyes, X, 22). Merodean por los lugares m¨¢s altos y se mueven como gamuzas; como delicados dandis, apenas se les ve excepto cuando el viento del oeste o del levante les pone los nervios de punta, forz¨¢ndoles a ir al extremo occidental de la Roca. Estos seres exquisitos no tienen rabo y son muy inofensivos. Suele haber uno que es mayor y el m¨¢s respetable de todos, y es el que da las ¨®rdenes y suele ser llamado el comandante de la ciudad. Estos monos roban los jardines siempre que pueden, pero, aparte de esto, viven de las ra¨ªces dulces de la Palmita; para ellos hay tambi¨¦n una tolerancia religiosa y nunca se les molesta: pero ¨¦ste es el principio de la colonizaci¨®n inglesa, quieta non movere (no agitar lo que est¨¢ tranquilo). Nunca tratamos de desnacionalizar a los abor¨ªgenes, ya sean monos o seres humanos".
Ford recuerda tambi¨¦n el poco inter¨¦s que sent¨ªan los granadinos de su ¨¦poca por la Alhambra. "Pocos granadinos van nunca a visitarla ni comprenden siquiera el inter¨¦s total, la devoci¨®n concentrada que despierta en el forastero. La familiaridad en ellos ha dado lugar al menosprecio con que el beduino contempla las ruinas de Palmira, insensible a su presente belleza tanto como a su pasada poes¨ªa y aventura", relata el escritor brit¨¢nico. "Los granadinos desprecian la Alhambra, dicen que es una casa de ratones, y desde luego es en lo que la han convertido", agrega. "Los espa?oles se sienten irritados por la preferencia que los extranjeros muestran por las obras de los moros, ya que, adem¨¢s de ser indicio de su superioridad, les acusa a ellos de mal gusto al no apreciarlas tambi¨¦n, y de barbarismo al esforzarse por mutilar lo que el moro trabaj¨® por adornar", escribe Ford. Sus brillantes p¨¢ginas sobre Ronda, Gibraltar y Granada son s¨®lo un aperitivo para lanzarse a leer la obra de Ford.
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