Santas Pascuas
Por si el fin de a?o tiene alg¨²n efecto depurativo, los equipos se apresuran a reponerse de sus fracasos y sus ¨¦xitos.Bien armado en la cabecera de la tabla, el Valencia consigue olvidar a Piojo L¨®pez con ayuda de Mastodonte Carew, lo cual equivale a cambiar tesis por ant¨ªtesis: antes volaba como un cohete, ahora vuela como una aplanadora. Tras ¨¦l, los rival¨ªsimos se imitan: el Madrid llora la ausencia de Redondo, y el Barcelona la de Figo. Mientras Rivaldo busca el segundo aire en la boca de gol, sus compa?eros se afanan en recordar la partitura; al otro lado, en la orilla blanca, Casillas y compa?¨ªa repiten una y otra vez la misma extra?a metamorfosis: viajan en c¨ªrculo y, seg¨²n mareas y fases de la luna, parecen orugas, cris¨¢lidas o mariposas. Son dos orquestas sinf¨®nicas que pasan del concierto al desconcierto a la menor oportunidad. Van y vienen de lo rid¨ªculo a lo sublime como s¨®lo saben hacerlo los locos y los genios.
Sobre el escenario de la cancha son perfectamente reconocibles otros tipos de la mitolog¨ªa del juego. Por ejemplo, ah¨ª est¨¢ el Depor soportando el peso de la p¨²rpura. En su nueva etapa S¨²per debe someterse a un dif¨ªcil ejercicio: ha conseguido un pasado, pero se ha rodeado de los enemigos que siempre acechan al campe¨®n. Y, como corresponde a su nueva naturaleza, debe aceptar la doble prueba diaria de poner en juego su t¨ªtulo y su prestigio.
La primera parte del campeonato ha sido un apretado muestrario de im¨¢genes. Hemos visto c¨®mo Luis ha rearmado al Mallorca alrededor de s¨ª mismo, c¨®mo el Celta busca desesperadamente su estilo, c¨®mo Esn¨¢ider hace del f¨²tbol una cuesti¨®n personal, c¨®mo el Rayo se encomienda a la picard¨ªa balc¨¢nica de Bolic, c¨®mo Javi Moreno recrea en el Alav¨¦s el efecto Salva o c¨®mo el Athletic se sacude la modorra del le¨®n.
Comprobamos, en fin, que el Villarreal disfruta en V¨ªctor y Marioni de la pareja de ratones amarillos m¨¢s peligrosa del f¨²tbol mundial, que el M¨¢laga se entrega a Dar¨ªo Silva para conjurar la memoria de Catanha, que el Oviedo resiste el v¨¦rtigo de la presi¨®n, y que sus perseguidores se lamen las heridas con la secreta esperanza que siempre anim¨® al jugador profesional.
Persuadidos de que merecen una segunda oportunidad, vencedores y vencidos se curan de esa ef¨ªmera conmoci¨®n que nunca pasa del lunes, reconocen el escaso valor de las distancias y hacen un definitivo intento de congraciarse con el azar.
Cr¨¦dulos por necesidad, todos viven el sue?o ritual de una buena racha. Est¨¢n dispuestos a creer que los dioses de la competici¨®n reparten suerte.
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