El tranquilo tamil madrile?o
Anand, residente en Collado Mediano, busca el equilibrio entre la brillantez y el juego s¨®lido
De etnia tamil, religi¨®n hind¨² y casta bram¨¢n (una de las m¨¢s altas), residente en Collado Mediano (Madrid), Viswanathan Anand ha logrado un dif¨ªcil equilibrio, quiz¨¢ debido a su tranquilidad y modestia: los indios le veneran, los espa?oles le quieren y los ajedrecistas de la ¨¦lite le aprecian. En Linares nunca olvidar¨¢n las primeras visitas de El r¨¢pido de Madr¨¢s, sobre todo por dos frases redondas: "Mi potencia mental me importa un bledo" y "si pienso, juego mal".La primera vino a cuento por el resultado de un experimento al que Anand se someti¨® en Alemania: el lado derecho de su cerebro, el que rige la intuici¨®n, tiene una capacidad descomunal. Ello explica que sea capaz de encontrar jugadas geniales a la velocidad de la luz. Sin embargo, eso no basta para ser el rey del deporte mental: Anand se instal¨® con facilidad entre los mejores del mundo hace diez a?os, pero perdi¨® las dos finales de Campeonatos del Mundo que ha disputado, contra Kasp¨¢rov y K¨¢rpov.
El peculiar desenlace de ambas revela una debilidad psicol¨®gica cuya curaci¨®n es una inc¨®gnita. En el primero (Nueva York, 1995), empez¨® con ocho empates, se impuso en la novena partida, perdi¨® las dos siguientes y se hundi¨®, hasta la derrota final (7,5-10,5). Al segundo (Lausana, 1998), lleg¨® muy cansado, inmediatamente despu¨¦s de pasar la criba de eliminatorias en Groninga (Holanda) mientras su rival descansaba. A pesar de ello, el duelo lleg¨® hasta la muerte s¨²bita, pero el indio se desmoron¨® otra vez.
Anand es el ¨ªdolo deportivo que India necesita: los programas de televisi¨®n se interrumpen para dar sus resultados; los restaurantes se abren para ¨¦l en d¨ªas de descanso semanal; a su boda en Madr¨¢s (ahora, Chennai), acudieron 3.000 invitados. Pero ha sorteado el peligro porque est¨¢ entrenado a conciencia. Su val¨ªa ya no se limita a unos reflejos prodigiosos, desarrollados de manera harto curiosa: "Cuando era ni?o, ten¨ªa que esforzarme mucho en ganar partidas r¨¢pidas en el club del Consulado de la URSS en Madr¨¢s, donde s¨®lo hab¨ªa un reloj, porque, si perd¨ªa, me esperaba una larga cola para volver a jugar". Aquel ni?o es hoy el azote de los rusos.
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