Se busca aprendiz de Nobel Pedro G¨®mez-Romero
Espa?a necesita un premio Nobel. Pero no uno de Literatura, que de ¨¦sos ya tenemos algunos estupendos y recientes que nos recuerdan, aunque sea de vez en cuando, lo bien que se nos da la creaci¨®n art¨ªstica. Necesitamos con urgencia un Nobel de F¨ªsica, de Qu¨ªmica, o, como mucho, de Medicina. Del de Cajal hace mucho tiempo y el de Ochoa se lo gan¨® en Estados Unidos. Todos lo necesitamos, en primer lugar los ciudadanos (a los que antes de nuestra ¨¦poca pol¨ªticamente urbana se llamaba pueblo), para acabar de convencerse de que nuestro acervo gen¨¦tico es tan bueno como el de cualquiera. Tambi¨¦n lo necesitan los ministros y secretarios de Estado para poder presumir de algo que no sea f¨²tbol, ciclismo o tenis en las reuniones de ministros de la Uni¨®n Europea y para demostrar de paso que efectivamente somos uno de los grandes. Lo necesita el Gobierno para convencernos de que bautizando como ciencia los gastos de defensa la pol¨ªtica cient¨ªfica mejora. Y lo necesitamos los cient¨ªficos para justificar, por fin, para qu¨¦ sirve la fracci¨®n del 1% del producto interior bruto (PIB) que el pa¨ªs gasta en nuestras cosas. Finalmente, podr¨ªa incluso contribuir a avanzar los conocimientos y mejorar la vida de los espa?oles y del resto de la humanidad como hubiera querido el mismo Nobel.As¨ª que, si todos estamos de acuerdo, deber¨ªamos aplicarnos en la labor de crear un candidato, o mejor unos cuantos, para aumentar las posibilidades de ¨¦xito. Podr¨ªamos empezar por poner un anuncio en los peri¨®dicos: Se busca aprendiz de Nobel y quiz¨¢ deber¨ªamos hacernos antes una idea del perfil id¨®neo. ?Deber¨ªa ser alguien joven? o algo madurito quiz¨¢. Una mujer quedar¨ªa muy bien. Y por supuesto, una condici¨®n indispensable ser¨ªa que hubiera desarrollado su labor en Espa?a, aunque se valorar¨ªa positivamente un doctorado en los Estados Unidos.
El problema es que, como tantas cosas en nuestro mundo, un Nobel no se fabrica, sino que se siembra, se cultiva y se deja crecer. Aunque, bien pensado, no tiene por qu¨¦ tratarse de un problema. Si el clima social necesario para el cultivo de premios Nobel nos parece positivo, tendr¨ªamos que admitir que, m¨¢s que un problema, trabajar para conseguirlo podr¨ªa llegar a ser una verdadera bendici¨®n.
Un vistazo a los pa¨ªses acaparadores de premios Nobel nos da algunas claves del tipo de terreno social que debemos pisar antes de poder hacernos muchas ilusiones de recoger cualquier fruto. Entre Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido suman el 73% de los Nobel de Qu¨ªmica por ejemplo, y si a?adimos los laureados de Francia, Canad¨¢, Suiza, Suecia y Holanda el porcentaje asciende al 90%. ?Qu¨¦ tienen esos pa¨ªses que no tenga el nuestro? -aparte de muchos premios Nobel, claro est¨¢-.
En primer lugar est¨¢n las tradiciones. Todos tienen, acaso, una larga tradici¨®n de respeto por el conocimiento y por quienes lo cultivan, una cierta costumbre de aceptaci¨®n de la discrepancia; probablemente tambi¨¦n esp¨ªritus m¨¢s competitivos, o un reconocimiento asentado de la capacidad de cualquier individuo para superarse a s¨ª mismo. Puede que tambi¨¦n tengan en com¨²n unas fronteras largo tiempo abiertas al resto del mundo, abiertas para comerciar, por supuesto, pero tambi¨¦n para recibir a las mejores mentes de otros pa¨ªses menos afortunados. Y todos pueden presumir de Constituciones que rebasaron hace ya tiempo la mayor¨ªa de edad (con la curiosa excepci¨®n del Reino Unido).
Pero adem¨¢s de las tradiciones est¨¢n tambi¨¦n las cifras. Se trata evidentemente de pa¨ªses ricos, aunque eso no es suficiente (tambi¨¦n son ricos Arabia Saud¨ª o Sur¨¢frica), pero en los acaparadores de premios Nobel se da un caracter¨ªstico refuerzo mutuo: la riqueza se crea en gran medida con el comercio de la innovaci¨®n y la tecnolog¨ªa que medran en simbiosis con la investigaci¨®n cient¨ªfica y el conocimiento. Y, lo m¨¢s importante, en estos pa¨ªses el ciclo se cierra y la riqueza acaba reinvirti¨¦ndose en conocimiento, en investigaci¨®n y en desarrollo tecnol¨®gico, apoyados a la par en dineros p¨²blicos y privados. Desde hace d¨¦cadas, los tres pa¨ªses l¨ªderes en ciencia y tecnolog¨ªa reinvierten entre el 2,5% y el 3,0% de su producto interior bruto en investigaci¨®n y desarrollo. El triple que Espa?a.
Largas tradiciones y repetidos ciclos de retroalimentaci¨®n parecen motores muy lentos para incorporar alg¨²n trofeo Nobel a nuestras vitrinas. La importaci¨®n directa de laureados podr¨ªa dar resultados mucho m¨¢s r¨¢pidos, con la ventaja a?adida de poder salir en la foto a corto plazo. Pero nuestra bien ganada fama de importadores de cracks futbol¨ªsticos no nos puede ayudar en esta ocasi¨®n. El ¨²nico camino serio pasa por cultivar la cantera cient¨ªfica. Y, en todo caso, la cuesti¨®n va m¨¢s all¨¢ de un Nobel arriba o abajo. Podr¨ªamos acabar consiguiendo o no la foto de nuestro propio ¨ªdolo estrechando la mano del rey de Suecia; pero lo m¨¢s importante, lo verdaderamente esencial, es que nuestro esfuerzo contribuir¨ªa sin duda a construir un pa¨ªs innovador, un pa¨ªs de creadores de tecnolog¨ªa y amantes del conocimiento; en definitiva un pa¨ªs competitivo cuya riqueza no descanse exclusivamente en los servicios tur¨ªsticos.
Para lograrlo nos queda un camino que pasa por fomentar el inter¨¦s de los j¨®venes en la ciencia y el conocimiento, por aumentar paulatinamente el n¨²mero de cient¨ªficos desde nuestro nivel de 4 por 1.000 trabajadores hasta acercarnos siquiera a la media europea de 8. Pasa por darles oportunidades a esos cient¨ªficos, aunque sea sin certificado de garant¨ªa vitalicia, para desarrollar sus propias ideas y proyectos, por promover la competitividad y la movilidad, por exigir la implicaci¨®n industrial. Y pasa, por supuesto, por dejar de hacer juegos malabares barajando los naipes de los presupuestos y aumentar realmente la fracci¨®n del 1% de nuestra riqueza que gastamos en desarrollar nuestra propia ciencia y tecnolog¨ªa. M¨¢s que un gasto ser¨¢ una inversi¨®n.
Pedro G¨®mez-Romero es investigador del Instituto de Ciencias de Materiales (CSIC), Barcelona.
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