La batalla de Niza
Como dec¨ªa Homero, los molinos de la historia muelen siempre muy despacio, pero los de la Uni¨®n Europea lo hacen con gran precisi¨®n y eficacia.Las negociaciones de Niza ten¨ªan como principal objetivo completar lo que el Tratado de Amsterdam no pudo lograr (los c¨¦lebres left-overs), la resoluci¨®n de las dos cuestiones institucionales pendientes, la redistribuci¨®n del peso espec¨ªfico de los Estados miembros y de los votos en el Consejo y el tama?o de la Comisi¨®n. El objetivo central para los cinco grandes era hacer frente al creciente deterioro del peso espec¨ªfico de los cinco pa¨ªses m¨¢s poblados, ya iniciado en el momento de concluirse la ampliaci¨®n de 12 a 15 miembros, y que iba a acelerarse con la entrada de 11 pa¨ªses peque?os del Este y del Mediterr¨¢neo y de solamente uno grande (Polonia). Algunos a?adieron la posible extensi¨®n de la mayor¨ªa cualificada y las cooperaciones reforzadas.
El Tratado de Niza se ha valorado con luces y sombras, pero, so?adores aparte, para los analistas realistas avezados ha representado una operaci¨®n equilibrada, bien llevada y satisfactoriamente concluida por la presidencia francesa.
Desde un punto de vista europeo en general, el nuevo Tratado, al concluir la reforma institucional del Consejo y de la Comisi¨®n, sin flecos, elimina el ¨²ltimo obst¨¢culo que exist¨ªa por parte de la Uni¨®n para proceder a la ampliaci¨®n al Este y al Mediterr¨¢neo. Conviene recordar que, en el Consejo Europeo de Luxemburgo de diciembre de 1998, los Quince dejaron claro que esta reforma institucional era condici¨®n sine qua non y "cuesti¨®n previa" para la ampliaci¨®n.
En segundo lugar, el Tratado de Niza permite progresar en la integraci¨®n europea al haber incorporado nuevas competencias en materia de pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n (que reflejan los acuerdos del Consejo Europeo de Helsinki de diciembre de 1999), en asuntos de justicia e interior, especialmente en inmigraci¨®n y en la cooperaci¨®n judicial civil, y por haber extendido la mayor¨ªa cualificada en 29 supuestos. A este respecto destacan por su importancia para Espa?a la libre circulaci¨®n de personas (que enriquece la noci¨®n de ciudadan¨ªa de la Uni¨®n propuesta por Espa?a en el Tratado de Maastricht), los servicios en general (lo que acelerar¨¢ el proceso de liberalizaci¨®n aprobado en el Consejo Europeo de Lisboa de marzo del 2000, en el que Espa?a tuvo un gran protagonismo) y las medidas para luchar contra las discriminaciones y la exclusi¨®n social.
En tercer lugar, el Tratado ha flexibilizado la posible utilizaci¨®n de las cooperaciones reforzadas en el primer pilar comunitario, aunque Espa?a ha exigido y obtenido que solamente se puedan utilizar para "progresar" en el camino de la integraci¨®n, sean un ¨²ltimo recurso, requieran el dictamen conforme del Parlamento Europeo (lo que es una garant¨ªa importante) y, por ¨²ltimo, que el mercado interior latu sensu y la cohesi¨®n econ¨®mica y social queden excluidos de cualquier cooperaci¨®n reforzada.
Por otro lado, Espa?a fue el primer pa¨ªs que hizo una propuesta a la CIG para incorporar por primera vez las cooperaciones reforzadas en el segundo pilar relativo a la Pol¨ªtica Exterior de Seguridad y Defensa (PESD), logr¨¢ndose que al menos la pol¨ªtica exterior (pero no la defensa) pueda ser objeto de dichas cooperaciones en el futuro.
Desde un punto de vista espa?ol, el texto del Tratado de Niza es muy favorable, como ha se?alado un informe interno de la Comisi¨®n que estima a Espa?a y al Reino Unido como los dos ganadores de Niza.
Espa?a, evidentemente, ha participado activamente para que el nuevo Tratado permita dinamizar el proceso de integraci¨®n europea y posibilite la ampliaci¨®n, operaci¨®n pol¨ªtica que Espa?a siempre ha compartido plenamente.
Desde un punto de vista m¨¢s nacional, Espa?a ten¨ªa tres objetivos centrales en Niza. En primer lugar, lograr un reequilibrado de la cuota de poder en el Consejo a trav¨¦s de la reponderaci¨®n de los votos en favor de los cinco pa¨ªses m¨¢s poblados. Esta negociaci¨®n era vital para permitir a Espa?a disponer de los votos suficientes para poder negociar en los temas de mayor¨ªa cualificada, regla de voto de aplicaci¨®n cuasi general en el Tratado.
El resultado de las negociaciones ha sido muy satisfactorio, multiplicando Espa?a sus votos en un 3,37, mientras que los otros cuatro grandes restantes lo han hecho en un 2,9, y los peque?os o medianos, del 2 al 2,4. A Quince, Espa?a pasar¨¢ a partir del 1 de enero del 2005 de tener ocho votos en el Consejo sobre un total de 87 (es decir, un 9,2%) a 27 votos sobre un total de 237 (esto es, el 11,4%). Esta mayor reponderaci¨®n permitir¨¢ a Espa?a obtener la consideraci¨®n de pa¨ªs grande, por primera vez en la historia de la Comunidad. Espa?a podr¨¢ constituir minor¨ªa de bloqueo con similar fuerza y efectos que cualquiera de los cuatro grandes restantes.
Estos resultados han sido en parte posibles por la existencia de la Declaraci¨®n n¨²mero 50 acordada por los Quince, aneja al Tratado de Amsterdam, que el presidente del Gobierno, Aznar, logr¨® arrancar en junio de 1997 en la noche del segundo d¨ªa de aquel Consejo Europeo y que rezaba que hab¨ªa que "encontrar una soluci¨®n satisfactoria al problema de Espa?a antes de la primera ampliaci¨®n". En otras palabras, compensar a Espa?a de la posible p¨¦rdida de su segundo comisario con un mayor n¨²mero de votos en el Consejo, ya que cuando Espa?a se adhiri¨® a la Comunidad se le dio el trato de grande en la Comisi¨®n (dos comisarios) y de mediano en el Consejo (ocho votos frente a 10 de los otros cuatro grandes). Es obvio que si la Declaraci¨®n 50 no hubiera existido, Espa?a solamente hubiera obtenido 23 votos, resultado de multiplicar los actuales por tres y restarle uno, f¨®rmula que se aplic¨® a los cuatro grandes restantes. En otras palabas, cuatro de los nuevos votos se deben a dicha Declaraci¨®n 50.
En segundo lugar, Espa?a luch¨® y consigui¨® en Niza mantener la unanimidad para la aprobaci¨®n de las pr¨®ximas perspectivas financieras a partir del 1 de enero del 2007, as¨ª como para la aprobaci¨®n de su correspondiente acuerdo interinstitucional (a suscribir entre Comisi¨®n, Consejo y Parlamento Europeo). Hasta que esas perspectivas y su acuerdo no est¨¦n aprobados, los Fondos Estructurales y el Fondo de Cohesi¨®n no pasar¨¢n a mayor¨ªa cualificada, debiendo garantizarse naturalmente el cumplimiento estricto de lo pactado en las nuevas perspectivas financieras y en su acuerdo institucional a lo largo del siguiente periodo plurianual a partir del 2007. Esta f¨®rmula, propuesta por la delegaci¨®n espa?ola y aceptada a rega?adientes por los contribuyentes netos, permitir¨¢ a Espa?a obtener nuevamente un importante flujo de transferencias econ¨®micas en concepto de cohesi¨®n econ¨®mica y social que coadyuvar¨¢ a la convergencia real, elemento clave para colmar los d¨¦ficit estructurales de Espa?a. No hay que olvidar que en el Consejo Europeo de Berl¨ªn, Espa?a logr¨® transferen-
cias para el septenio 2000-2007 por valor de nueve billones de pesetas.
En tercer lugar, Espa?a ha conseguido preservar algunas unanimidades como la fiscalidad, la seguridad y la protecci¨®n sociales, o algunas cuestiones medioambientales como la ordenaci¨®n del territorio, la gesti¨®n del agua o las fuentes de suministro energ¨¦ticas imprescindibles al afectar a la acci¨®n del Gobierno y a los grandes equilibrios macroecon¨®micos, sociales y pol¨ªticos de nuestro pa¨ªs. La convergencia se debe hacer naturalmente y no ser fruto de "armonizaciones artificiales" que respondan ¨²nicamente a la conocida t¨¦cnica de la "exportaci¨®n de costes". En la Uni¨®n, la palabra dumping no existe. Por ¨²ltimo, en Niza se ha convenido la celebraci¨®n de una pr¨®xima Conferencia Intergubernamental en el 2004 para facilitar el proceso de ratificaci¨®n del Tratado en Alemania.
Esa nueva CIG se desarrollar¨¢ en un momento en el que la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria estar¨¢ en pleno funcionamiento y el euro en circulaci¨®n desde el primer semestre del 2002, las negociaciones de la ampliaci¨®n de la primera ola habr¨¢n concluido, la Fuerza de Reacci¨®n R¨¢pida ser¨¢ ya operativa y el peso espec¨ªfico de Espa?a habr¨¢ aumentado sustancialmente a partir del 1 de enero del 2005. Espa?a no tendr¨¢, en consecuencia, ning¨²n condicionamiento ni handicap para encarar con plena libertad y responsabilidad esas negociaciones decisivas para el futuro de Europa.
Esas negociaciones no ser¨¢n nada f¨¢ciles, ya que hay grandes divergencias sobre los objetivos y el modelo final de la Uni¨®n Europea. Como dijo el presidente Aznar en su conferencia del pasado 26 de septiembre en Par¨ªs en el Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales, incluso entre los posibles partidarios de un modelo federal hay grandes desavenencias. ?Federaci¨®n a la americana, a la alemana...? ?Confederaci¨®n light camuflada? ?Introducci¨®n de sistemas de solidaridad, como, por ejemplo, perecuaciones fiscales? ?C¨®mo es posible una Federaci¨®n con un techo m¨¢ximo de gastos del 1,27% del PNB comunitario y actualmente en proceso de reducci¨®n (1,05% en el Presupuesto de la Uni¨®n para el 2001).
En cualquier caso, Espa?a ya ha aceptado que la Carta de Derechos Fundamentales proclamada en Niza se incorpore al Tratado, as¨ª como que se simplifiquen los textos jur¨ªdicos (con la condici¨®n de que no se modifique el actual acervo). Igualmente, para Espa?a, cualquier reflexi¨®n sobre el equilibrio institucional debe preservar a la Comisi¨®n y a los Tribunales de Justicia, las dos instituciones supranacionales clave.
La cuesti¨®n de la aclaraci¨®n del reparto de competencias es harina de otro costal. Unos presionan para renacionalizar pol¨ªticas (l?nder alemanes y austriacos, y conservadores brit¨¢nicos), y otros, como Espa?a, quieren salvaguardar el acervo y profundizar en la construcci¨®n de Europa. Las espadas est¨¢n en alto.
A¨²n es pronto para escribir esa nueva CIG del 2004. Lo que ahora hay que festejar es el ¨¦xito alcanzado en las negociaciones de Niza para Europa, y muy especialmente para Espa?a. El Tratado abre las puertas de la ampliaci¨®n y sit¨²a a Espa?a, finalmente, en el lugar que le corresponde en Europa, entre los grandes.
Javier Elorza es embajador de Espa?a en Francia y embajador representante permanente ante la Uni¨®n Europea de agosto de 1994 a julio de 2000.
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