H¨¢bitos
Que el h¨¢bito no hace al monje es algo que sucedi¨® en Madrid en estos d¨ªas, cuando el fraile capuchino Jes¨²s Hern¨¢ndez, del convento de Jes¨²s de Medinaceli, acribill¨® a pu?aladas a su colega Eleuterio. Sucedi¨® en Madrid, ese programa televisivo de nuestra cadena local que no nos ahorra un susto, por supuesto, estuvo all¨ª. El provincial de la orden, que recordaba ante las c¨¢maras que Jes¨²s Hern¨¢ndez ten¨ªa una man¨ªa persecutoria de nada, afirm¨® que intramuros nadie presenci¨® ataque alguno y que la ¨²nica pista que osaba apuntar era el hecho de que la tele estaba encendida, aparato comunal con el que, precis¨®, v¨ªctima y verdugo s¨®lo pod¨ªan estar viendo los telediarios de La Primera, de Antena 3 o de Telemadrid, o bien un campeonato de nataci¨®n. Aunque se trate apenas de un supuesto porcentual, deducimos que los telediarios (con el de Televisi¨®n Espa?ola a la cabeza) se colocan como principales sospechosos de inducci¨®n.Las fieles, por su parte, api?adas como es habitual (con sus h¨¢bitos de abrigo de piel o pa?o y gafas bifocales) en la cola de la entrada del templo, se mostraron dispuestas a colaborar con la cultura a la que, sin embargo, pertenecen y respondieron diligentemente a los ¨¢ngeles de la informaci¨®n de Sucedi¨® en Madrid: "Algo ha debido de pasarle al fraile Jes¨²s, porque era un hombre extraordinario, un poco raro, pero extraordinario. Humano, como todos". No hab¨ªa a¨²n, sin embargo, respuesta al enigma del arma utilizada en la agresi¨®n. Junto al cuerpo suicidado del capuchino agresor se hall¨® un cuchillo jamonero, clase de utensilio dom¨¦stico del que el provincial de la orden se aprest¨® a desmentir dispusiera el convento. ?De d¨®nde sac¨® el fraile Jes¨²s el cuchillo jamonero?
Ante este enigma de tintes cl¨¢sicos, que devuelve a Madrid el sabor marr¨®n, como a chocolate un poco rancio, de las lecturas galdosianas y de las p¨¢ginas locales de sucesos, s¨®lo nos queda esperar el pronto restablecimiento del pobre fraile Eleuterio y el esclarecimiento de las circunstancias ¨²ltimas en que el fraile Jes¨²s perdi¨® ad eternum los h¨¢bitos. Que era con lo que est¨¢bamos, con los h¨¢bitos. Conectamos de nuevo con Sucedi¨® en Madrid y aparecen en pantalla: Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, alcalde del Foro; Arias Ca?ete, ministro de Agricultura, muy preocupado por la carest¨ªa de las novias; el jefe o director o cabecilla del Matadero Municipal de Madrid ("ahora mismo, actualmente", introdujo), y otros. Despu¨¦s sali¨® un representante de los consumidores, de ¨¦sos con pinta un poco triste de tener tanta raz¨®n insatisfecha que no le quedara ya en el ¨¢nimo sino un continuum de protesta y cabreo. Protest¨®, cabreado. Los primeros recorr¨ªan el paisaje de pesadilla de las dependencias del matadero. A su alrededor colgaban del techo cientos de cuerpos mutilados, desollados y sanguinolentos. Nuestros pr¨®ceres avanzaban con calmo rictus de complacencia, parec¨ªa que incluso pudieran pasear. Todos llevaban bata blanca.
A veces, de forma pautada y natural, con el ritmo meticuloso de la investigaci¨®n cient¨ªfica, los de la bata blanca se deten¨ªan en la observaci¨®n de un pedazo concreto de materia y escuchaban atentamente las explicaciones de campo de otro experto que aparentaba gran seguridad. Al final del recorrido descrito, los de la bata blanca, con la fatiga satisfecha que proporciona el trabajo bien hecho y en equipo, con ese raro placer que sabe imbuir la ciencia en aquellos en quienes penetra, degustaron, contentos, como en familia, las viandas c¨¢rnicas dispuestas al efecto. Suscitaban esa inquieta admiraci¨®n que sentimos ante aquellos padres de la medicina o la qu¨ªmica que probaron en su propio cuerpo vacunas peligrosas o remedios inciertos para as¨ª poder dotar a la humanidad de los bienes de su inteligencia. Com¨ªan montaditos de lomo y quiz¨¢ alguna v¨ªscera que no supe identificar.
Luego hablaron el ministro de las novias caras, ya sentado con la bata blanca a una mesa tras la que se apreciaba un escudo de pasamaner¨ªa; el jefe del matadero, que me dio la impresi¨®n de que, a pesar de la bata blanca, iba vestido de chulapo, y, por ¨²ltimo, el alcalde del Foro, quien, con su blanca bata de forense, declar¨®: "Yo, lo que quiero transmitir a los madrile?os es que mantengan sus h¨¢bitos habituales".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.