Prisiones turcas
El asalto general de las fuerzas de seguridad a una veintena de prisiones turcas, casi concluido ayer a falta de una gran c¨¢rcel en Estambul, pone de relieve un sistema medieval. Diecinueve presos han muerto, la mayor parte autoabrasados, seg¨²n la versi¨®n oficial, y han fallecido dos miembros de la polic¨ªa paramilitar. Pero ser¨¢ dif¨ªcil saber qu¨¦ ha ocurrido realmente en unas c¨¢rceles donde los motines son tan habituales como la autogesti¨®n de unos reclusos frecuentemente armados, organizados y comunicados por tel¨¦fonos m¨®viles. La situaci¨®n de las prisiones turcas ha llegado a un punto insoportable para un Estado que se quiere moderno.Casi un millar de los reos ahora sometidos estaban en huelga de hambre -y muchos, en situaci¨®n cr¨ªtica, persisten en su actitud en los hospitales a los que han sido trasladados- por el cambio de r¨¦gimen que pretende imponer el Gobierno. Hasta ahora los reclusos se amontonan en grandes salas que re¨²nen a varias decenas de ellos. A cambio del hacinamiento, que hace de los dormitorios colectivos espacios impenetrables para las autoridades carcelarias, obtienen seguridad contra posibles abusos de sus guardianes. Ankara, como parte de sus planes de reforma del sistema penitenciario, planea alojar a los reclusos en celdas que permitan su control.
Ning¨²n Gobierno puede tolerar el descontrol de sus prisiones. Pero no est¨¢ en los usos de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos europeos que sea el Estado el que asalte con formidables medios sus prisiones con el objeto de poner orden en una situaci¨®n que antes ha dejado pudrirse, a lo largo de muchos a?os. Turqu¨ªa, sin embargo, no es un Estado cualquiera. Se resiste a cambiar las leyes antiterroristas por las cuales tantos est¨¢n encarcelados, y tampoco garantiza el castigo ejemplar de los guardianes condenados por tortura.
Para agravar el cuadro, el presidente Ahmet Necdet Sezer ratific¨® ayer por presiones gubernamentales una amnist¨ªa limitada que pondr¨ªa en la calle a miles de presos por delitos comunes, la mitad de los 72.000 existentes en Turqu¨ªa, mientras que ignora a los condenados por izquierdismo, militancia prokurda o terrorismo. Sezer hab¨ªa vetado el mes pasado la medida por injusta, pero el Parlamento la volvi¨® a pasar el mi¨¦rcoles sin modificarla. La medida excluye espec¨ªficamente al m¨¢s famoso prisionero turco, el l¨ªder terrorista kurdo Abdal¨¢ Ocalam, que ha conseguido llevar la falta de garant¨ªas que ha rodeado su detenci¨®n y posterior juicio y condena a muerte al Tribunal de Estrasburgo.
La Uni¨®n Europea, a la que Turqu¨ªa quiere incorporarse r¨¢pidamente, estableci¨® en noviembre una gu¨ªa de los cambios pol¨ªticos y econ¨®micos que Ankara debe poner en marcha antes de abrir negociaciones de adhesi¨®n con los Quince. Uno de los puntos clave es la imprescindible mejor¨ªa del respeto por los derechos de sus ciudadanos, por parte del Estado. La embestida a las prisiones, reflejada con cierta sordina por las instituciones y los Gobiernos de la UE, ha motivado rotundas protestas de las organizaciones proderechos humanos y crispadas manifestaciones de ciudadanos turcos en diferentes ciudades europeas.
Turqu¨ªa debe poner fin, de una vez por todas, a la duplicidad heredada de su historia y situaci¨®n geogr¨¢fica si de verdad quiere incorporarse de pleno derecho a las democracias europeas. Si hace unos d¨ªas mostraba sus profundas contradicciones al bloquear los acuerdos de colaboraci¨®n entre la UE y la OTAN -a la que pertenece desde hace 48 a?os- a prop¨®sito de la Fuerza de Reacci¨®n R¨¢pida, el asalto masivo a las prisiones autorizado por el primer ministro, Bulent Ecevit, ilustra hasta qu¨¦ punto son fr¨¢giles sus cimientos en materia de respeto a los derechos humanos.
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