Fin de pesadilla
Slobodan Milosevic es ya historia, tr¨¢gica y demoledora, para Serbia y sus ciudadanos y para gran parte de Europa. El 5 de octubre, los belgradenses asaltaron el Parlamento e impusieron el respeto a sus votos emitidos el 23 de septiembre, que Milosevic y su aparato pol¨ªtico-mafioso no quer¨ªa admitir porque supon¨ªan su derrota. No hubo sangre, pero estuvo a punto de haberla. Pocos son conscientes de lo cerca que se estuvo del crimen masivo.Parece que fue hace mucho tiempo. Pero las elecciones fundamentales para reconvertir en una naci¨®n civilizada a este pa¨ªs balc¨¢nico tantos a?os torturado eran las del d¨ªa 23. Ganaron quienes han querido los serbios, aquellos que quieren hacer de Serbia un pa¨ªs democr¨¢tico y abierto, adem¨¢s de un foco de estabilidad y seguridad en aquella convulsa regi¨®n. Ayer, los electores serbios no eligieron l¨ªneas pol¨ªticas, partidos ni personalidades; lo que decidieron fue poner fin a m¨¢s de una d¨¦cada que ha sido una pesadilla, para los serbios y para los pueblos vecinos.
Ahora, el poder en Serbia y lo que queda de Yugoslavia est¨¢ claramente en manos de quienes quieren acabar con el legado del aparato comunista primero y nacionalsocialista despu¨¦s del ex presidente Slobodan Milosevic. Ni el presidente yugoslavo, Vojislav Kostunica, ni el que ser¨¢ primer ministro de Serbia, Zoran Djindjic, tienen ya excusas para no dar los pasos necesarios.
Han ganado abrumadoramente los partidos de la coalici¨®n DOS. Tienen toda la fuerza en el Parlamento, aunque tendr¨¢n que enfrentarse a fuerzas fascistas como las de Seselj y Arkan, que han entrado en el Parlamento, o contar con el 14% de los votos que ha obtenido el partido de Milosevic. Ahora los dem¨®cratas han de demostrar que van en serio. La econom¨ªa es importante. Pero, para que ¨¦sta funcione, Serbia tiene que lanzar el mejor mensaje a sus socios occidentales, y ¨¦ste es la entrega de los criminales al Tribunal de La Haya, incluido Slobodan Milosevic. En eso habr¨¢ que medir a las nuevas autoridades de Belgrado.
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