Aventureros del siglo XXI
El primer navegante que dio la vuelta al mundo, Juan Sebasti¨¢n Elcano, tard¨® m¨¢s de tres a?os en completar el viaje. A las ¨®rdenes de Magallanes, zarp¨® de Sanl¨²car de Barrameda el 20 de septiembre de 1519 y regres¨® a puerto el 6 de septiembre de 1522. Las 5 naves y los 270 hombres del inicio se hab¨ªan reducido a un solo barco y 18 hombres. Atr¨¢s quedaban tempestades, ataques, naufragios, motines, enfermedades, muertes, penurias y un sinf¨ªn de dificultades. Si todo sale como est¨¢ previsto, los aventureros de la regata The Race dar¨¢n la vuelta al mundo en un par de meses. Un paseo. Si en el siglo XVI la aventura estaba marcada por las expediciones de descubrimiento y conquista, en el XXI los alicientes son muy distintos. La velocidad, el desaf¨ªo y el r¨¦cord se priman sobre cualquier otra cosa.En el viaje de Magallanes, los expedicionarios se detuvieron en la Patagonia, en las Marianas, en las Molucas, en Filipinas... Los de The Race no parar¨¢n en ning¨²n puerto. La vuelta al mundo sin escalas. Deprisa, deprisa. Es evidente que los tiempos han cambiado. S¨®lo un ejemplo: en las cartas n¨¢uticas de principios del XVI, Am¨¦rica era una inc¨®gnita, y hasta finales del XVIII no se descubri¨® Australia. El mundo era ancho y ajeno y quedaba mucho por descubrir. Ahora la aventura ya no viene marcada por la curiosidad geogr¨¢fica o cient¨ªfica, sino que se trata de surcar los mares a velocidad de r¨¦cord, como quien da la vuelta m¨¢s r¨¢pida a un circuito. La emoci¨®n del viaje, la visi¨®n de mundos ex¨®ticos y el descubrimiento de nuevas plantas y nuevos animales ya no tiene sentido.
El ¨²nico punto de paso obligatorio de The Race es el estrecho de Cook, entre las dos islas de Nueva Zelanda. Los siete catamaranes de la regata tienen previsto pasar por all¨ª, pero no se detendr¨¢n. Es probable, sin embargo, que piensen por un momento, si la concentraci¨®n se lo permite, en el esp¨ªritu del capit¨¢n Cook, el descubridor de Australia. Por cierto, la primera flota de colonos destinada a Australia, formada por convictos, tard¨® exactamente 252 d¨ªas en viajar de Inglaterra a Sydney. Los buscadores de oro, en el XIX, anunciaban "Australia o el infierno en s¨®lo 60 d¨ªas". The Race lo har¨¢ en 30 d¨ªas. Deprisa, deprisa.
El desaf¨ªo de la velocidad, est¨¢ claro, es el principal aliciente de The Race. "Para probar el barco", cuenta Guillermo Altadill, tripulante del Club Med, "navegamos hace unas semanas hasta Am¨¦rica. Batimos, por cierto, el r¨¦cord del mundo de velocidad: 625 millas n¨¢uticas en 24 horas. Tardamos 10 d¨ªas en cruzar el Atl¨¢ntico". Col¨®n, en su primer viaje, en 1492, tard¨® dos meses y nueve d¨ªas. Claro que sus carabelas tienen poco que ver con esos catamaranes construidos con materiales ultramodernos. Estamos ante la f¨®rmula 1 de los barcos, con 1.000 metros cuadrados de vela y un m¨¢stil giratorio de acero que permite navegar incluso con poco viento. "El peligro no es volcar o romper", sonr¨ªe Guillermo Altadill, "el peligro es no encontrar patrocinador".
En este punto es donde hay coincidencias entre la navegaci¨®n de siglos pasados y la del XXI, aunque con matices. Col¨®n y Magallanes acudieron a los gobiernos para financiar sus expediciones; los de The Race llaman a la puerta de las multinacionales. Y es que cada uno de los barcos participantes cuenta con un presupuesto de 1.500 a 2.000 millones de pesetas. Malos tiempos para el romanticismo. Las novelas de Patrick O'Brien o Joseph Conrad quedan muy lejos de este esp¨ªritu. Julio Verne es quiz¨¢ el escritor con el que m¨¢s conectan: por lo futurista, por lo so?ador. "De todos modos", apunta Altadill, "en el viaje no llevamos libros, ni alcohol, ni tabaco. Hay que estar concentrados al m¨¢ximo y no conviene distraerse. Las horas en que no estamos de guardia son para descansar".
Descansar es un decir, ya que, siempre en aras de una mayor competitividad, el interior del Club Med es estrecho y m¨ªnimo como el de un submarino. Claustrof¨®bico. Cada tripulante puede llevar un m¨ªnimo de ropa y la comida es b¨¢sicamente liofilizada. Se trata de alimentarse, no de entretenerse comiendo. Gracias a la electr¨®nica moderna, sin embargo, pueden saber en todo momento su posici¨®n exacta, v¨ªa sat¨¦lite, y estar al corriente de la meteorolog¨ªa. El futuro est¨¢ con ellos, y parece que quedan muy atr¨¢s aquellos tiempos no tan lejanos -hace poco m¨¢s de 200 a?os- cuando, ignorando c¨®mo fijar la longitud, los navegantes se orientaban con el sextante y mirando las estrellas. Por suerte, el peligro del escorbuto y de los piratas tambi¨¦n queda atr¨¢s. El ¨²nico desaf¨ªo es la velocidad, la gran obsesi¨®n del hombre moderno, el reto del siglo XXI.
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