Un catal¨¢n en la corte francesa ISABEL OLESTI
Cerca de la plaza de la Merc¨¨, en Barcelona, hay una tienda de ultramarinos que rebosa siempre de clientes. Y no es de extra?ar porque su propietario, Josep Badia, sabe cuidar todo detalle, aunque a ¨¦l se le ve poco detr¨¢s del mostrador. A caballo entre Lescuarre (Huesca), donde tiene la casa paterna, y su fant¨¢stico piso de 250 metros de la calle Ample, vive envuelto en los recuerdos del Par¨ªs de los a?os cincuenta, cuando vest¨ªa a la flor y nata de la burgues¨ªa, organizaba fiestas en alta mar y era invitado del presidente Kennedy en sus visitas a la capital francesa. Josep Badia empez¨® a fascinarse por el oficio de sastre a los ocho a?os, cuando su madre le dejaba en casa del vecino para que no correteara por las calles del Eixample en plena guerra civil. All¨ª jugaba con la plancha de carb¨®n, con el im¨¢n de recoger las agujas, con los retales... A los 16 a?os ya hab¨ªa aprendido el oficio y a los 17 se march¨® a Francia, donde llegar¨ªa a ser imitado por Dior, tal y como argumentaban los diarios de la ¨¦poca que Badia guarda con el m¨¢ximo celo, al igual que guarda los retales de moar¨¦ natural de un vestido que confeccion¨® para Maria Casares.Josep Badia vivi¨® un tiempo en Prada de Conflent, en casa de la sirvienta de Pau Casals, pero pronto se trasladar¨ªa definitivamente a Par¨ªs. All¨ª trabaj¨® en el taller de Cardin y Dior, hasta que mont¨® su propio negocio cerca de la ?pera, en el que lleg¨® a tener 30 empleados. Su fama proven¨ªa de su austeridad, su elegancia y un toque er¨®tico que daba glamour a sus modelos. Eran pocos los dise?adores que ten¨ªan una base de sastre como ¨¦l. Cuidaba el m¨¢s m¨ªnimo detalle y se convirti¨® en el modisto de Edith Piaf, Mar¨ªa Casares, la soprano Imma Sumac, varias condesas de la ¨¦poca y de Rose Kennedy, que aporvechaba sus estancias en Par¨ªs para llevarse a Am¨¦rica los modelos de Badia. Sus dise?os eran exclusivos: las clientas pod¨ªan estar tranquilas porque hasta pasado un a?o no los sacaba en las pasarelas.
Como a muchos inventores, a ¨¦l tambi¨¦n le sali¨® la falda ballon por casualidad, una noche de desfile que se encontr¨® con un vestido sin dobladillo. Para solucionar el problema pas¨® un hilo por debajo de la falda y estir¨® de ¨¦l, quedando la ropa abombada. El ballon ser¨ªa la sensaci¨®n de los cincuenta, igual que el traje camisero -otra de sus creaciones- que vendi¨® a los americanos y ellos revendieron a Europa llev¨¢ndose la fama.
Durante dos a?os, y a petici¨®n del secretario de Bellas Artes de Francia, Badia fue jefe de talleres de la Com¨¦die de l'Est y cre¨® los trajes para las obras de teatro de Estrasburgo. Se le consideraba un modisto de vanguardia y recibi¨® cuatro premios de la Direction G¨¦n¨¦rale des Affaires Culturelles. "En aquel tiempo se drapeaba el vestido encima del maniqu¨ª, se dibujaba y se utilizaban las agujas para ajustar medidas. Ahora esto pr¨¢cticamente no existe", cuenta Josep Badia, que antes de confeccionar un vestido de novia se iba a la iglesia donde se celebrar¨ªa la boda para tener en cuenta c¨®mo ten¨ªa que realizar el vestido. "El entorno se puede comer el traje y destrozarlo".
Al llegar los a?os setenta la moda se masific¨®, el glamour se esfumaba... Un d¨ªa Badia se asom¨® a la ventana de su casa y vi¨® un Citro?n: "Ha empezado la era de los coches en serie y de las mujeres en serie", se dijo. Y comprendi¨® que se cerraba una era y que Par¨ªs ya no ser¨ªa la misma. Despu¨¦s de 32 a?os en la capital francesa Badia regres¨® a Barcelona. Puso un taller parecido al que ten¨ªa en la ?pera y durante muchos a?os tuvo como clientas a la cr¨¨me de la cr¨¨me catalana, sin dejar de lado a muchas de sus clientas parisinas que le fueron siempre fieles. Ahora vive tranquilo entre vestidos sujetos con alfileres, retales de ropa que ya no se usa, recortes de prensa que el tiempo oscurece, ¨¢lbumes de fotos de sus modelos y de su vida social con la firma de Pedro de Rozas. Le gusta hablar de Par¨ªs y a?ora aquellos desfiles de moda que nada tienen que ver con los actuales. "Antes las modelos presentaban el traje, ahora se presentan a ellas mismas", dice Badia con un deje de tristeza. Reconoce que ahora no existe una escuela de modistos y que las modelos caminan por la pasarela como si bailaran rumbas.
"Cada mujer tiene un modelo de mujer en la cabeza. La gracia es acercarse a la mujer que uno quiere ser". Badia se enorgullece de que todav¨ªa hay se?oras que le piden el ¨²ltimo retoque.
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