El precio de la nostalgia
Los inmigrantes son los mayores usuarios de los 500 locutorios telef¨®nicos instalados en Madrid
A Marta Reynoso, una ciudadana ecuatoriana que lleva 11 meses en Espa?a, se le va el sueldo en hacer llamadas a su pa¨ªs. Pero no le importa pagar cara su nostalgia. "Es que ¨¦sta ser¨¢ la primera Navidad que pase lejos de mi familia y no lo puedo soportar", confiesa con los ojos llenos de l¨¢grimas.Son las cinco de la tarde y el locutorio del n¨²mero 132 del paseo de las Delicias, desde donde llama Marta, parece que hierve. Uno tras otro van llegando ecuatorianos, colombianos, peruanos, dominicanos, senegaleses y marroqu¨ªes que buscan desesperadamente una cabina telef¨®nica donde calmar la sed de patria.
"Hay gente que se pega al tel¨¦fono y llega a pagar hasta 13.000 pesetas por una sola llamada", dice Gleny, una joven dominicana encargada del local. Casi sin parpadear, enganchada a Pobre Diabla, un culebr¨®n peruano que emite Televisi¨®n Espa?ola, Gleny cuenta que los ecuatorianos son los que m¨¢s utilizan el servicio. Marta Reynoso es un ejemplo. S¨®lo basta escucharla decir sin reparo alguno que se deja 60.000 pesetas al mes en llamadas desde ese locutorio, un poco m¨¢s de la mitad de lo que gana como dependienta en una tienda de frutos secos.
En los ¨²ltimos a?os, el negocio de los locutorios ha crecido como la espuma. Y Madrid es el epicentro de esa eclosi¨®n. De los aproximadamente 800 que existen en toda Espa?a, 500 se hallan en la capital. M¨¢s del 50% de esos locales los controla la empresa espa?ola de telecomunicaciones Vic Telehome, que s¨®lo por ese concepto facturar¨¢ este a?o 2.500 millones de pesetas. "El fen¨®meno de los locutorios est¨¢ ligado a la inmigraci¨®n. El boom empez¨® en el a?o 1999 y ha explotado ahora", explica Alejandro Loring, presidente de Vic Telehome.
El negocio de Vic Telehome consiste en comprar grandes paquetes de conexi¨®n a empresas como la operadora Telef¨®nica que luego revende a bajos precios. En total, vende unos 15 millones de minutos mensuales en el ¨¢mbito nacional.
La ventaja de los locutorios frente a las grandes empresas es, sobre todo, econ¨®mica. Un minuto de llamada a pa¨ªses suramericanos cuesta entre 55 y 70 pesetas -depende del horario-, frente a las casi 119 que cobra de promedio Telef¨®nica. Adem¨¢s, el negocio no se limita s¨®lo al tel¨¦fono. Desde esos peque?os espacios tambi¨¦n se efect¨²an operaciones de env¨ªo de dinero y se puede disponer desde v¨ªdeoconferencias hasta Internet por un precio muy reducido.
"El futuro de este sector es ilimitado", dice Alejandro Loring con una seguridad indiscutible. "Pero algunas personas no calculan bien la previsi¨®n de ganancias y fracasan, porque se distorsiona el mercado y aparecen precios que no corresponden con los gastos", aclara Jos¨¦ Torres, de Sol Telecom, otra de las empresas que gestiona locutorios en Madrid.
Para abrir un locutorio los inmigrantes tienen que pagar entre 500.000 y un mill¨®n de pesetas. Las compa?¨ªas que trabajan en el sector ofrecen todo el soporte t¨¦cnico. En unos tres meses comienzan a verse resultados, aunque modestos. "Es un buen negocio personal, pero no el gran negocio que alguien har¨ªa. No es para hacerse rico, porque hay mucha competencia", aclara Alejandro Loring.
Los locutorios son como peque?os universos donde todo puede ocurrir. Son como puertas abiertas al mundo en las que, sobre todo, manda el castellano. "Ecuatorianos, colombianos y peruanos son los que m¨¢s hablan", insiste Gleny, la chica encargada del local del paseo de las Delicias.
En ese lugar, uno de los m¨¢s concurridos, las historias se multiplican sin cesar. Marta Reynoso, por ejemplo, cuenta con un asomo de tristeza que estos d¨ªas la ataca mucho m¨¢s la nostalgia. Ella no vino aqu¨ª buscando una forma de vida mejor, como suele suceder, sino por desamor. "Me divorci¨¦ despu¨¦s de 26 a?os de casada porque mi marido me enga?¨® con una chica de 22", relata con la naturalidad y espontaneidad tan propias de los latinoamericanos. Lleg¨® hace 11 meses, pero en febrero regresar¨¢ a su pa¨ªs. Esta tarde, despu¨¦s de hablar por tel¨¦fono durante varios minutos con su marido, ha decidido por fin que regresar¨¢ y olvidar¨¢ lo sucedido. "Ya hemos hablado y hasta me ha jurado que volveremos a casarnos", asegura.
Mientras Marta habla, Gleny cae en la cuenta de que en m¨¢s de una ocasi¨®n ha escuchado historias similares. A trav¨¦s de los locutorios, diminutos e impersonales, se cuelan las aventuras y desventuras de los inmigrantes en Madrid. Historias como la de Samba, un senegal¨¦s que s¨®lo piensa en traerse a su familia: "Acabo de hablar con mi mujer y le he dicho que, si me va bien, pronto podr¨¢ venir", cuenta en el mismo instante en que entrega las 180 pesetas que le costaron dos minutos de nostalgia.
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