Navide?o
JAVIER UGARTEA Cristina Cuesta
Hay quien en Navidad gusta de escuchar cierta pieza musical o de ver alguna pel¨ªcula. Son man¨ªas. Formas de afrontar unas fechas en que parece que se suspendiera el mundo, que el tiempo se interrumpiera o bien se desbocara, que tanto da (como aquellos caballos sin jinetes, todos los caballos sin jinetes por el Valle de la Muerte a los que cant¨® Juan Luis Panero en memoria de John Ford). Son, dec¨ªa, eso: herramientas, sublimes o no, para afrontar la angustia que nos produce torcer esa (¨¦sta) esquina de la vida e ir abandonando el mundo en que a¨²n podemos mirar al sol. Uno atesora con celo ¨¦sas y a¨²n otras man¨ªas menos confesables.
Pero hay una que s¨ª le puedo confesar. Desde hace algunos a?os, leo cada Navidad cierto relato de Dylan Thomas, La conversaci¨®n de Navidad, escrita en 1947 (puede encontrarla, si le apetece, en El visitante y otras historias, todo ¨¦l muy recomendable). Y lo hago porque acompa?a y da a las Navidades el tono que yo quiero, s¨®lo por eso, mire usted. Lo leo y me dejo atrapar por su esp¨ªritu, ingenuamente, libremente, porque me da la gana.
Thomas fue un poeta genial y genuino que se suicid¨® a golpe de whiskys. Su voz cavernosa hab¨ªa seducido a legiones de intelectuales en Harvard y j¨®venes universitarios hac¨ªan tesis sobre sus poemas. Stravinsky le solicitaba. Los salones de Am¨¦rica se jactaban de contar con su presencia en las fiestas que organizaban. Thomas aportaba gloria y ese punto canalla, siempre tan chic, siempre tan americano (del Este, claro). ?l, mientras, persegu¨ªa la imagen de mujeres desnudas bajo impermeables mojados, se daba al desenfreno (con sus v¨®mitos) y a la cerveza helada. Saboreaba -o eso cre¨ªa, aunque no se enga?ara- las mieles de la fama.
Sin embargo, su mundo, el mundo de sus poemas y de La conversaci¨®n..., se explicaba en un par de pueblos de Gales (su Swansea natal y el Laugharne de adopci¨®n) y cuatro bosques del entorno. En sus colinas y leyendas, en su alegato de las cosas concretas, la vida, la memoria y la fantas¨ªa -hay una foto de su mujer, Caitlin, y su hijo menor hecha por Rollie McKenna hacia 1952, poco antes de su marcha a USA, que resume ese mundo de magia, vitalidad, abundancia y asombro ante la vida-. Un espacio que albergaba al mundo. La conversaci¨®n... forma parte de ese mundo original anterior a todos los males americanos, y por eso me interesa.
Todas las lecturas de la Navidad son leg¨ªtimas, por descontado; pero alguna es m¨¢s decente que otra, y, sobre todo, m¨¢s grata. All¨¢ cada cual con la suya ("qu¨¦ plasta es mi cu?ado"; "dichosa familia"; o "consumismo, consumismo, comunismo"; o tambi¨¦n "qu¨¦ feliz soy"; o "gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"; o sermones del tipo de "y no olvidemos a los ni?os del Tercer Mundo"; o, finalmente, "qu¨¦ bochorno para Occidente", como prefiere mi admirado, y hoy equivocado, Claudio Magris). All¨¢ cada cual con la suya. Pero, puestos a elegir, yo prefiero la del Thomas de La conversaci¨®n... La de "hace ya a?os, a?os y a?os, cuando t¨² eras peque?o (...) y hab¨ªa lobos en el Pa¨ªs de Gales", y nevaba y nevaba, y a los carteros les gustaba andar y les gustaban los perros, cuando los regalos eran pr¨¢cticos y no pr¨¢cticos, cuando se pon¨ªa el zapato para Reyes o para el Olentzero, y hab¨ªa merengues y huevos y turr¨®n y rosquillas y budines y melindres, y tambi¨¦n nueces e intzaur-saltsa y turr¨®n; cuando los t¨ªos se adormilaban con el puro en la boca, y las t¨ªas, los padres y las madres hac¨ªan dulces en la cocina. Yo prefiero esa Navidad. "Pero todo eso parece una Navidad normal y corriente". Y lo era, s¨ª, pero tambi¨¦n eran diferentes, s¨ª que eran diferentes. "Y en qu¨¦ eran diferentes", d¨ªmelo. "No te lo debo decir. No lo debo. Porque estamos en Navidad".
Apelaci¨®n a las cosas f¨ªsicas, concretas, y tiempo de memoria; esa es la Navidad de Dylan Thomas. Tomar de cada cosa y de cada tiempo lo que ofrece. gozar de lo que hay, sin pretensiones moralizantes, y hacer un alegato de la memoria, de nuestra memoria (tantos muertos, tanta infamia). El pasado d¨ªa o¨ª cosas hermosas sobre la memoria, tan necesaria, a Mario Onaind¨ªa, Jon Juaristi y Cristina Cuesta presentando el libro de esta ¨²ltima, Contra el olvido. Porque conservemos la memoria contra la infamia de hoy, feliz Navidad.
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