Un madro?o en Mostar

Una de las primeras cosas que vieron ayer, a su llegada a Mostar, los integrantes de la comitiva del alcalde de Madrid fue algo parecido a un parque. "Esto era un jard¨ªn, pero, seg¨²n aumentaba el n¨²mero de muertos en la guerra, se fue convirtiendo en un cementerio. Ahora es s¨®lo un cementerio", explic¨® un teniente coronel destacado en la segunda ciudad de Bosnia-Herzegovina, cuyas calles a¨²n muestran las cicatrices de los bombardeos que la asolaron entre 1992 y 1994.El alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, a quien acompa?aban el subsecretario de Estado de Defensa, V¨ªctor Torres de Silva, y los concejales Sim¨®n Vi?als y Fernando Mart¨ªnez Vidal, encontr¨® una ciudad completamente partida en dos, separada por una sola calle que sirvi¨® de frente de guerra y en la que a¨²n quedan muchas huellas de los combates: casas agujereadas, vaciadas, calles con socavones producto de los bombardeos o un edificio que sirvi¨® de biblioteca y que ahora est¨¢ destruido, pero iluminado con luces de Navidad.

?lvarez del Manzano llev¨® hasta Mostar regalos para los soldados espa?oles, adem¨¢s de diverso material deportivo que ellos aprovechar¨¢n para realizar una rifa navide?a. Tambi¨¦n un madro?o, que qued¨® plantado en medio del cuartel, al lado de la cantina que usan los militares y de las casetas en donde duermen. Pero a los integrantes de la comitiva les impactaron mucho m¨¢s las im¨¢genes de una ciudad a¨²n destripada.

Los soldados, agradecidos por la visita que ayer recibieron, contaban historias de su experiencia vivida en esta ciudad: "Dicen que una familia sobrevivi¨® en la misma casa, en la misma l¨ªnea de combate, todo el tiempo de la guerra, que qued¨® llena de agujeros, pero que siempre ten¨ªa cortinas. Dicen que unos musulmanes, por la noche, subieron a la monta?a de Hum, desde donde los croatas les bombardeaban, y degollaron a los artilleros servidores del ca?¨®n que derrumb¨® el Stari Most . Dicen que las tumbas de esos croatas todav¨ªa contin¨²an ah¨ª. Dicen que Mostar significa servidores de puentes, y no queda ninguno. Dicen...".

Los soldados se sienten necesarios: "Si nos fu¨¦ramos, se seguir¨ªan matando. Se han matado entre ellos, entre vecinos; ¨¦ste mat¨® al padre de uno; el otro, a la madre de aqu¨¦l. Har¨¢n falta muchos a?os y que vengan muchas generaciones para olvidar esto". En el cuartel espa?ol, los soldados y los mandos se alegraban de la visita de las autoridades. Por un d¨ªa se libraban de la rutina en una ciudad en la que anochece cerca de las cinco de la tarde. Una rutina que Mostar empieza, con esfuerzo, a recuperar.

Mientras las autoridades militares explicaban sobre el terreno d¨®nde se apostaban los francotiradores, se ve¨ªa a lo lejos una pareja de novios entrando en una iglesia para casarse o una joven que aprend¨ªa a conducir con un coche de autoescuela. La rutina de la paz.