El juego de la ventriloqu¨ªa pol¨ªtica
En la memorable novela Ma?ana en la batalla piensa en m¨ª, Javier Mar¨ªas crea un personaje, protagonista de la trama, que convierte en escritor y ejerce de negro literario de personalidades ilustres para las que escribe discursos y peroratas. En ocasiones, confiesa, el destinatario del encargo deseaba conocerle para darle instrucciones o impresionarle con su car¨¢cter. Mar¨ªas da paso as¨ª a la recreaci¨®n de encuentro entre este 'escritor fantasma' y el Unico, inequ¨ªvoco rey Juan Carlos, quien hastiado de los discursos impersonales que hasta entonces le hab¨ªan elaborado acad¨¦micos, columnistas, catedr¨¢ticos, novelistas c¨¦lebres y funcionarios, deseaba algo menos mayest¨¢tico que no le aburriera ni aburriera a los dem¨¢s y dejara impronta de su paso por el trono.
La ficci¨®n, inspirada en situaciones asiduas al desempe?o de un escritor, ha sido desbordada por un presente pol¨ªtico que se nos puebla de palabras ajenas dichas con convencimiento y suscritas por quienes las retribuyen y se las apropian. El problema surge cuando el verdadero autor de los textos se extralimita al expresar ideas personales o pone escaso esfuerzo en el oficio. Ha sido el caso reciente de la ministra de Educaci¨®n, Cultura y Deporte, Pilar del Castillo, 'autora' de un art¨ªculo en la revista Papeles de Econom¨ªa Espa?ola en el que se sostiene que m¨¢s de la mitad de los becarios obtienen ayudas p¨²blicas gracias a que sus familias defraudan al ocultar el nivel de ingresos econ¨®micos. La ministra, que es profesora universitaria, dio el consentimiento para que se publicara con su nombre un art¨ªculo que no hab¨ªa dictado, ni argumentado, ni tan siquiera le¨ªdo despu¨¦s de que lo redactara uno de sus asesores. La ministra ha pedido disculpas por la negligencia del colaborador, el negro que interpret¨® err¨®neamente las instrucciones de su gabinete, pero ha considerado perfectamente normal entregar a una publicaci¨®n especializada un art¨ªculo del que ni remotamente se le puede considerar autora, como ella misma ha proclamado al distanciarse de las consecuencias.
Un pol¨ªtico de nuestro tiempo, en el curso de las m¨²ltiples actividades que debe desplegar, no puede ocuparse personalmente de todas las obligaciones que comporta el cargo. Con frecuencia ha de pronunciar discursos t¨¦cnicos que requieren la intervenci¨®n de especialistas, palabras de circunstancias en las que los gabinetes de prensa tanto tienen que ver y discursos protocolarios de muy diversa ¨ªndole; en suma, cuanto escenifica el ejercicio del poder y su imagen din¨¢mica. Una p¨¢tina de cultura resulta indispensable a tal fin pero no siempre es suficiente. Bueno es recordarlo cuando se discute sobre la ense?anza de las humanidades en la Secundaria y se ignora la formaci¨®n human¨ªstica en una ense?anza superior fragmentada y vorazmente utilitaria.
La ministra de Educaci¨®n, cuyo problema no ha radicado en la falta de preparaci¨®n, no ha sido la ¨²nica v¨ªctima de la desidia de un escribidor. Hace unos d¨ªas y en el transcurso de la inauguraci¨®n en Castell¨®n de una planta el¨¦ctrica, Eduardo Zaplana pronunci¨® un discurso en el que para asombro de la concurrencia confund¨ªa sistem¨¢ticamente el combustible empleado en las instalaciones, gas natural, con la energ¨ªa que iba a producirse, electricidad. La diferencia con Pilar del Castillo estriba en que el presidente de la Generalitat no reclamaba la paternidad de las ideas que expresaba. Bien distinto ser¨¢ cuando conozcamos el libro que ha firmado y cuya presentaci¨®n en sociedad se anuncia inmediata. Podr¨¢ comprobarse entonces si el ejercicio del poder proporciona el suficiente est¨ªmulo intelectual para transformar al presidente que conocemos en el Anthony Giddens del centro-derecha espa?ol, o si ha sido necesario el concurso del gabinete que en la anterior legislatura coordinaba el irremplazable Rafael Blasco.
En cualquier caso, los populares no lo tienen sencillo para alcanzar la calidad de los textos de sus predecesores. En la etapa en que Pilar Pedraza, primero, y Vicente Mu?oz Puelles, m¨¢s tarde, hablaban por boca de Lerma -o que Lerma comunicaba las palabras de Pedraza y de Mu?oz Puelles-, la gram¨¢tica tuvo su recompensa y el discurso pol¨ªtico valenciano alcanz¨® las m¨¢s altas cotas literarias.
Al negro imaginado por Mar¨ªas resultaba halagador que ministros, directores generales, prelados o banqueros llegaran a convencerse de que las palabras prestadas les pertenec¨ªan y que hab¨ªan salido incluso de sus cabezas. Recuerdo los comentarios que siguieron a una actividad p¨²blica en la que tom¨¦ parte. Alguien dijo que mi parlamento hab¨ªa sido ajustadamente acad¨¦mico (en otros t¨¦rminos, denso), mientras escuchaba con modesta incomodidad los elogios que se dirig¨ªan a la ingeniosa intervenci¨®n de la autoridad pol¨ªtica que nos acompa?aba, que por algo sent¨ªa como propia. Carlos Solchaga no ha disimulado que puso sonido a los labios que movi¨® Rodr¨ªguez Zapatero en el discurso de postulaci¨®n dirigido al pleno del congreso del PSOE que eligi¨® a ¨¦ste en julio pasado. Tampoco los socialistas, con alegre despreocupaci¨®n, han ocultado la identidad del autor de la conferencia en la que el flamante secretario general se reclamaba defensor del socialismo libertario, cuando al incluirla en la p¨¢gina web del partido han conservado las propiedades generales del documento que delatan su elaboraci¨®n en la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Complutense.
Pero no siempre los negros literarios gozan con el ¨¦xito de las palabras prestadas. Es c¨¦lebre el caso del asesor del que fuera ministro de Educaci¨®n, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, hoy un conspicuo columnista de prensa, quien dimiti¨® debido a que su vanidad sufr¨ªa hasta extremos inadmisibles al ver en boca del pol¨ªtico los discursos que escrib¨ªa sin que nunca se revelara la verdadera autor¨ªa.
Desde el punto de vista del p¨²blico, estamos ante un enga?o consentido, algo m¨¢s pronunciado cuando el usuario de letras ajenas desarrolla pretensiones intelectuales y acepta dictar conferencias y firmar art¨ªculos, igual que estampa el nombre en un decreto o en una ley, suponiendo que las ideas y su expresi¨®n se rige por id¨¦ntico procedimiento que el orden administrativo. As¨ª, el af¨¢n por labrarse una reputaci¨®n de personaje culto ha llevado a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a querer emular a C¨¢novas del Castillo, a Antonio Maura o incluso al conde de Romanones -todos miembros de doctas instituciones adem¨¢s de presidentes del Consejo- y a prodigarse en conferencias de contenido trascendente, ya sea ante la comisi¨®n del centenario del 98, donde imparti¨® la directriz de la celebraci¨®n, en la Academia de la Historia o a prop¨®sito del aniversario de Antonio Maura, como ha sucedido en las ¨²ltimas semanas. Paso a paso van escribi¨¦ndose futuras y ap¨®crifas obras completas, aunque no parece existir el riesgo de que se repita la historia de sir Winston Churchill, a quien al t¨¦rmino de la guerra y pese a que no es sencillo delimitar lo que en sus escritos, discursos y memorias hay de ¨¦l o de sus secretarios, premiaron con el Nobel de las letras, todav¨ªa no se sabe si por af¨¢n de reconocimiento o por su contribuci¨®n a la literatura minimalista al narrar el camino hacia la victoria en solo cuatro palabras: 'sangre, sudor y l¨¢grimas'. Sin llegar a tanto, bien podr¨ªa esperarse del l¨ªder pol¨ªtico un esfuerzo personal para superarse en el af¨¢n de expresar lo que piensa y pensar lo que dice.
Jos¨¦ A. Piqueras es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universitat Jaume I
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