Alojados y desalojados
Un centro comercial de Sevilla puede que no sea el lugar m¨¢s adecuado para encontrarse con Saramago, pero no es descartable descubrirlo all¨ª si se trata de resolver necesidades, suyas o de otros, o de acercarse amistosamente a saludar a un amigo escritor que firma libros a escasos metros de donde se venden los esp¨¢rragos o los calzoncillos. La generosidad de Saramago es tan grande como su paciencia. Lo encontr¨¦ en ese denso ¨¢mbito de luces y de bullas unos a?os antes de que declarara que los centros comerciales son hoy la nueva caverna de Plat¨®n. Pero aunque supuse inicialmente que ya entonces le rondaba la met¨¢fora que ha dado lugar a La caverna, su celebrada novela ¨²ltima, y lo imagin¨¦ all¨ª en plan exploratorio, he sabido ahora que fue unos a?os despu¨¦s cuando alumbr¨® la idea, con lo cual pas¨¦ a ver en el Saramago de entonces a alguien que se mov¨ªa con incertidumbre por aquellas estancias. Pero tambi¨¦n, trampas de la memoria, me equivoqu¨¦: acaba de decir ¨¦l que en esos lugares uno se siente a salvo, como nuestros antepasados en las cavernas. Y es el caso de la madre de una joven amiga que cambi¨® la seguridad, la distracci¨®n de la soledad que la iglesia le daba a mi abuela, m¨¢s antigua, por la seducci¨®n del centro comercial donde transcurr¨ªan sus horas y donde muri¨® al fin, mientras se probaba unos zapatos que el forense no podr¨ªa asegurar que estuviera dispuesta a comprarse. Ni la falta de otro aire, que no sea el acondicionado, ni los efectos del ne¨®n, ni las ausencias de bancos de paseo como exigir¨ªa la nueva plaza p¨²blica, logran disuadir a los que han hecho del centro comercial su espacio de relaci¨®n y de sue?os. Estar dentro es para ellos librarse de la intemperie, sentirse acompa?ados, no excluidos. Por eso, La caverna, un ant¨ªdoto contra el miedo, escoge ese escenario y a un alfarero que desalojan del lugar en el que somos alguien.
En este mundo de implacables desalojadores y resignados desalojados los individuos se dan codazos para caber donde hay que estar y echar fuera a los dem¨¢s. Hace unos d¨ªas, a mi lado, un hombre apocado le preguntaba con obligada correcci¨®n a un conocido arribista c¨®mo estaba. Y ¨¦ste, arrogante, contest¨®: 'Envejeciendo con dignidad'. No respond¨ªa as¨ª el impostor para proclamar su falsa dignidad, ni su vejez que no se reconoce en el espejo, sino para poner en cuesti¨®n la dignidad del otro y acusar su deterioro f¨ªsico. Record¨¦ a Carlos Fuentes Lemus: 'Dignidad es saber que algo peor le ha sucedido a hombres mejores que t¨²'. Pero no est¨¢n por esas los desalojadores: no les basta con exaltarse indecorosamente para colocarse, necesitan excluir al otro para hacerse sitio.
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