Claroscuros de un a?o 'extraordinario'
Punto final. El Jubileo de 2000 -26? de los celebrados por la Iglesia- concluy¨® ayer con una ceremonia discreta y con el triunfo de los optimistas frente a los pesimistas que auguraron un catastr¨®fico destino al A?o Santo. Por Roma han pasado, oficialmente, 25 millones de peregrinos y no los 50 millones que en un momento de incontrolable entusiasmo lleg¨® a pronosticar el alcalde de la ciudad, Francesco Rutelli.
Pero todo ha funcionado, m¨¢s o menos, y las peores premoniciones (al hilo del desastroso primer acontecimiento, el Jubileo de los Ni?os que colaps¨® Roma el 2 de enero de 2000) se han visto desmentidas por la realidad. La Iglesia ha gozado adem¨¢s de una plataforma publicitaria extraordinaria para reafirmar su poder a las puertas del tercer milenio. En estos 12 meses largos, repletos de acontecimientos, ha habido de todo. Grandes aciertos medi¨¢ticos y grandes desaciertos.
De todos los acontecimientos jubilares (se habla de hasta 3.000 actos relacionados con el A?o Santo), probablemente el m¨¢s importante fue el dedicado a los j¨®venes. Entre el 15 y el 20 de agosto se reunieron en Roma unos dos millones de chicos y chicas llegados de todo el mundo para estar con el Pont¨ªfice.
No menos importante, desde un punto de vista pol¨ªtico-doctrinal, fue el mea culpa pronunciado por Juan Pablo II en nombre de los hijos de la Iglesia por los pecados cometidos en 2000 a?os de cristianismo. Los intelectuales y pol¨ªticos jud¨ªos no quedaron plenamente satisfechos con este documento, pero cuando el Papa introdujo una copia del mismo entre las piedras del llamado Muro de las Lamentaciones en Jerusal¨¦n, en marzo del a?o pasado, todo fueron elogios y reconocimientos al Pont¨ªfice.
El Papa cumpli¨® su deseo de crear una nueva categor¨ªa de m¨¢rtires, los del siglo XX, y a ellos dedic¨® una ceremonia por todo lo alto en el Coliseo de Roma. Jerarqu¨ªas ortodoxas y protestantes participaron en un acto que demostr¨® las extraordinarias dotes coreogr¨¢ficas de la Iglesia. Los m¨¢rtires escogidos no fueron del agrado de todos.
Si la primera mitad del A?o Santo se cerraba con un balance positivo para la imagen de la Iglesia, no se puede decir lo mismo de la segunda. El 3 de septiembre, la beatificaci¨®n de P¨ªo IX fue acogida con una oleada de cr¨ªticas por la comunidad jud¨ªa italiana y los intelectuales de izquierdas.
Poco despu¨¦s se hac¨ªa p¨²blico el documento Dominus Iesus, firmado por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe (antigua Inquisici¨®n), en el que se vuelve a poner de manifiesto la supremac¨ªa de la Iglesia cat¨®lica como la verdadera Iglesia de Cristo, ¨²nica capaz de ofrecer la salvaci¨®n a los mortales. El texto desat¨® una enorme pol¨¦mica, parcialmente sofocada por el Papa cuando declar¨® en una homil¨ªa que la salvaci¨®n est¨¢ al alcance de todos los justos aunque no crean en Dios.
El ¨²ltimo resbal¨®n diplom¨¢tico se produjo el 16 de diciembre pasado, cuando el Papa se vio obligado a recibir al ultraderechista austriaco J?rg Haider, en su calidad de gobernador de Carintia, que don¨® el abeto de Navidad al Vaticano.
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