De la Acad¨¨mia y otras frivolidades
A ver c¨®mo le explico a mi amigo el soci¨®logo americano, de una Universidad de Minesota, que est¨¢ haciendo un estudio sobre el biling¨¹ismo en distintas partes del mundo, qu¨¦ es lo que ocurre con la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua (AVL). Ha estado trabajando estas navidades en Valencia, una vez m¨¢s, y ya tiene una idea por la documentaci¨®n elaborada de cu¨¢l es el uso social del valenciano en pueblos y grandes ciudades, de qu¨¦ manera se utiliza la lengua y cu¨¢l ha sido su desarrollo hist¨®rico. Me comenta el caso curioso de las universidades de Valencia, Castell¨®n y Alicante -no incluye a la Polit¨¦cnica, ni a la Miguel Hern¨¢ndez, ni a la UNED- donde el uso del valenciano tiene un grado de implantaci¨®n oficial que no se corresponde, seg¨²n su encuesta, con el n¨²mero de alumnos que lo utilizan como lengua vehicular. Y algo parecido pasa entre los profesores que en una gran mayor¨ªa emplean el castellano para sus art¨ªculos, libros o su comunicaci¨®n oral. Me se?ala que en la Comunidad Valenciana hay un grado de tolerancia sobre ambas lenguas, salvo grupos muy reducidos, y no existe inconveniente en utilizarlas indistintamente. Destaca que uno de los elementos positivos de la Universidad es haber dado prestigio al valenciano. Hoy nadie se atreve a burlarse ni a reaccionar en contra, como en tiempos pasados, la gente lo habla con absoluta normalidad, pero por el contrario indica que existe una disfunci¨®n entre las pretensiones universitarias y el grado de asimilaci¨®n de una parte importante de la sociedad. Hablamos de la diferencia entre las ciudades de Valencia y Alicante y sus hinterlands, que representan los dos tercios de la poblaci¨®n de la Comunidad, y las comarcas donde el uso del valenciano es usual y frecuente.
Una de las cuestiones que m¨¢s le seducen es la relaci¨®n que los partidos valencianos tienen con la lengua, incluso se asombra que algunos hagan de ella la base de su esencia pol¨ªtica. Le explico que el tema en esta sociedad es cr¨®nico y, seg¨²n temporadas, reaparece en el panorama pol¨ªtico en forma de recidiva, utilizando una expresi¨®n m¨¦dica. Debatimos sobre la incidencia que tuvo el valenciano en las elecciones de 1995 despu¨¦s de la trayectoria del PSPV-PSOE en sus a?os de gobierno por la percepci¨®n, real o ficticia, que pudieran sentir los ciudadanos sobre la posible presi¨®n de que el valenciano iba a convertirse en una obligatoriedad para el trabajo, sobre todo en la ense?anza o los servicios p¨²blicos, y en qu¨¦ medida el PP consigui¨® capitalizar en su favor ese temor al trasmitir, de manera indirecta, que no practicar¨ªa ninguna presi¨®n y que ralentizar¨ªa su implantaci¨®n. De hecho un cartagenero como Zaplana se convirti¨® en presidente de la Generalitat sin que se produjeran reacciones, y menos en el caso de la lengua. Para los nacionalistas es el resultado de una carencia de identidad, para otros simboliza la sociedad abierta que tenemos los valencianos que siempre se sienten espa?oles. Me dice que pondr¨¢ a uno de sus alumnos a investigar la relaci¨®n de la prensa y de los partidos pol¨ªticos implantados en la Comunidad con la utilizaci¨®n del valenciano.
Pero lo que no acaba de comprender es lo de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua. Vamos a ver, me pregunta, ?no existe ya una Ley de Uso votada por las Cortes Valencianas?, ?por qu¨¦ hay que crear un nuevo organismo en el que se baraja, incluso, poner a personalidades que no tienen el valenciano como lengua habitual? Intento de nuevo que entienda que aqu¨ª el tema de la lengua se convierte en una cuesti¨®n pol¨ªtica, y me argumenta que es todo un poco artificial y que los enfrentamientos ling¨¹¨ªsticos tienen ya escasa incidencia en la poblaci¨®n. Le contesto que no estoy tan seguro porque somos la sociedad con mayor ¨ªndice de fil¨®logos aficionados por kil¨®metro cuadrado.
Le resumo que, en mi opini¨®n, la AVL no va a resolver la disparidad filol¨®gica. En el mejor de los casos puede ser un ¨®rgano de consulta que haga recomendaciones para entenderse en el uso social del valenciano, que propicie acuerdos puntuales en cuestiones concretas como la utilizaci¨®n de tal o cual expresi¨®n o palabra, pero en la pr¨¢ctica puede resultar inoperante. El PP se debe, como el PSOE, a su p¨²blico que, en su inmensa mayor¨ªa ya no est¨¢ demasiado interesado por esta cuesti¨®n, aunque tenga que hacer gui?os a quienes no aceptan las normas de 1932 para no perder un sector social que hace del tema una cuesti¨®n religiosa. Algo parecido ocurre en el PSOE, donde la presi¨®n del 'valencianismo pol¨ªtico y social' es mayor y en parte su historia le lleva a no enfrentarse con determinados sectores universitarios. Ambos se acusar¨¢n de no querer llegar a un acuerdo porque los dos est¨¢n condicionados por sus respectivos electorados y se disputan un espacio pol¨ªtico parecido, aunque no exactamente igual. El problema surgi¨® cuando el PP no ten¨ªa mayor¨ªa absoluta y conviv¨ªa y pactaba con CiU en el Parlamento espa?ol y quer¨ªa demostrar que pod¨ªa terminar con el problema, a lo que hab¨ªa que a?adir que el PP catal¨¢n, tanto Vidal Cuadra como Piqu¨¦, no est¨¢ por la l¨ªnea de la disgregaci¨®n del idioma, y a la postre tiene que aunar posiciones si quiere ser coherente con un proyecto espa?ol. El PSOE se dio cuenta que tambi¨¦n pod¨ªa rentabilizar el tema por cuanto sospechaba que una pol¨ªtica de presi¨®n social pod¨ªa restarle votos, como tal vez ocurriera en 1995. Ahora el panorama es distinto y el acuerdo parece cada vez m¨¢s lejano.
Javier Paniagua es profesor de Historia Social y del Pensamiento Pol¨ªtico de la UNED.
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