Peligro en el ambiente
No hubo el gran apag¨®n, los aviones siguieron despegando y las cuentas bancarias descendiendo dentro de un orden,mi ordenador funciona. Hemos sobrevivido al efecto 2000. ?Sobreviviremos en 2001 al efecto Tamara? Tamara, ?cu¨¢l de ellas? ?sa es la pregunta desarmante que una vendedora de la tienda de discos me hizo al interesarme por la compra del maxi-single de la que yo cre¨ªa Tamara ¨²nica del mundo. Dos Tamaras de la m¨²sica pop disput¨¢ndose al p¨²blico del siglo futuro. Aclar¨¢rselo a la se?orita de la tienda no fue dif¨ªcil, aunque tuve antes que pasar una verg¨¹enza: tararear delante del mostrador el estribillo que revela la esencia inherente a la tamaridad buscada por m¨ª: 'No cambi¨¦, no cambi¨¦, no cambi¨¦...'. '?Ah, ¨¦sa!', dijo la vendedora con retint¨ªn. 'Est¨¢ agotado, pero la otra Tamara canta mejor, y es m¨¢s mona'.
Yo no pod¨ªa torcer mi camino por una simple superioridad art¨ªstica o est¨¦tica. La otra Tamara cantar¨¢ mejor -me dije para darme confianza-, pero la que es un fen¨®meno de la cultura de masas es mi Tamara. Fen¨®meno fulgurante adem¨¢s, porque en octubre estuve 15 d¨ªas lejos de Espa?a y al volver me sent¨ª como el monje de la leyenda que se echa a dormir y despierta siglos despu¨¦s en un mundo cambiado: la gente s¨®lo hablaba de Tamara, y yo no sab¨ªa qui¨¦n era. Han pasado dos meses y va a m¨¢s. Sus diversas p¨¢ginas web reciben miles de visitas, sus dos ¨²nicas canciones publicadas se agotan en las tiendas, y personas de talento como Boris Izaguirre y Alaska se declaran fans de ella. Por eso busqu¨¦ el disco aquella tarde de noviembre.
El destino me deparaba algo mejor que un maxi-single: Tamara (my Tamara) in person. Hace 20 d¨ªas pas¨¦ un fin de semana en Barcelona, y el s¨¢bado decid¨ª culturizarme: los fauves en La Pedrera, la doble exposici¨®n de Frederic Amat en las galer¨ªas Carles Tach¨¦ y Ren¨¦ Metras, la retrospectiva de Rothko en la Fundaci¨®n Mir¨®. Por la noche quise echar unas canas al aire (tengo para dar y tomar), y fui con un amigo a la discoteca gay Salvation, que estaba de bote en bote. Nuevos amigos al borde de la pista. Pero cuando estaba enfrascado en una agradabil¨ªsima conversaci¨®n con uno de ellos, la megafon¨ªa del local anunci¨® el momento que todos esperaban (yo no, entr¨¦ sin saberlo): la actuaci¨®n en directo de Tamara (all¨ª no hac¨ªa falta especificar cu¨¢l). La estampida que se produjo arrastr¨® a mis nuevos amigos, nuestras reci¨¦n creadas afinidades, mi gin tonic a medio beber. As¨ª que no tuve m¨¢s remedio que ponerme a escuchar a la cantante. No me molest¨® que las canciones, sus dos ¨²nicas canciones, fueran de ¨ªnfima calidad musical. Los brazos de los chicos se cimbreaban tanto que, sin duda, aunque yo no lo captara, aquello ten¨ªa ritmo. Me concentr¨¦ en las letras, que es m¨¢s lo m¨ªo. El estribillo de No cambi¨¦ me lo sab¨ªa ya, como he demostrado, pero no lo que viene a continuaci¨®n; dada la ambig¨¹edad del personaje, esper¨¦ cambios substanciales, incluso gen¨¦ricos. Pues no. Tamara vocea orgullosa su 'no cambi¨¦', y a?ade: 'Sigo siendo la misma, / pero ya no sufro por tu querer'. E insiste con otras seis proclamas del 'no cambi¨¦', rematando: 'Encontr¨¦ un amor nuevo y con sus besos / te olvid¨¦'. Tambi¨¦n habl¨® Tamara entre canciones a sus adoradores, y era mi ¨²ltima esperanza de salvation. Tampoco. Igual de antigua, de no?a que sus letras. No ya David Bowie, con quien se la compara, ni siquiera McNamara (Fabio), que ha vuelto de la cripta; una folcl¨®rica madurita cantando en una plaza de toros se dirige a su p¨²blico con m¨¢s mordiente.
Dicen que a Tamara la auparon quienes ve¨ªan en ella carnaza y ludibrio, que el tiro sali¨® por la culata, y hoy la criatura se les ha impuesto. Si es as¨ª, me alegro por ella y su temible madre, la se?ora Seisdedos. Tambi¨¦n es verdad que todo el mundo -y naturalmente los gays, que forman una parte trabajosamente peleada de ¨¦l- tiene derecho a elegir ¨ªdolos falsos, vulgares, antiheroicos. ?Pero se merece el ambiente gay a Tamara? Yo cre¨ªa que esta cultura (y sobre todo sus j¨®venes) buscaba opciones anticonvencionales, liberadoras, radicalmente alegres. Un cambio. Otro.
Babelia
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