?Con o sin burbujas?

El alto Tajo es la maravilla acu¨¢tica n¨²mero uno de Guadalajara y de toda la Espa?a central: 90 kil¨®metros de aguas bravas entre acantilados, pinares y buitres leonados. Pero tiene una peque?a pega desde el punto de vista excursionista: la mayor¨ªa de los caminos son pistas de tierra abiertas al tr¨¢fico y, dado que en nuestro pa¨ªs se han batido ¨²ltimamente todos los r¨¦cords de matriculaci¨®n de veh¨ªculos pijoterreno, enorme es aqu¨ª la competencia entre propietarios de bestias mec¨¢nicas, a ver qui¨¦n la tiene m¨¢s grande y le echa m¨¢s polvo a la pobre gente de a pie. Ni la curiosa mujer de Lot, al volver la vista atr¨¢s hacia Sodoma, se qued¨® tan blanca.

Las gu¨ªas de senderismo tampoco hacen mucho por ahorrarnos la tabanera de los 4x4. Para llegar a pie al salto de Poveda, que es la mayor cascada del alto Tajo, aconsejan invariablemente seguir una pista de cinco kil¨®metros, con el agravante de que luego la catarata se ve de refil¨®n, pues su frente forma un ¨¢ngulo obtuso con la v¨ªa. Y para ir a la paradisiaca laguna de Taravilla a¨²n es peor: nos mandan a buscarla desde Peralejos de las Truchas, que est¨¢ a dos horas de paseo por camino apto para coches. Para m¨¢s inri, salto y laguna s¨®lo distan 300 metros, pero como no hay pista directa entre ambos, para las gu¨ªas es como si estuvieran en planetas distintos.

En realidad, con un poco de imaginaci¨®n y un mapa de 80 duros, no nos ha sido dif¨ªcil buscar un camino que una ambos lugares, ofrezca mejores vistas y evite, al menos en parte, la peste de los coches. Dicho camino coincide en principio con la pista -?paciencia!- que sale a la derecha de la carretera justo antes de cruzar el Tajo entre Poveda y Taravilla. Por ella avanzaremos, como por un pasillo, entre altos pinos laricios; en un kil¨®metro, pasaremos junto al ¨¢rea recreativa de la Fuente del Berro y, poco despu¨¦s, frente a los monumentales escarpes calizos de la Muela del Conde, que se alzan 400 metros por encima de las aguas color esmeralda del r¨ªo.

A unos tres kil¨®metros del inicio -o tres cuartos de hora de andar-, dejaremos por fin la pista para cruzar el Tajo por un puente peatonal con solera de traviesas de ferrocarril y barandilla met¨¢lica verde, sufragado -seg¨²n reza una inscripci¨®n- por la sociedad de pescadores Los Abedules en 1974. Y por la senda que nace al otro lado, se?alizada con marcas de pintura blanca y azul, llegaremos en media hora m¨¢s frente al salto de Poveda. Esta cascada no es natural, sino originada por la rotura de una vieja presa hidroel¨¦ctrica, pero eso no aminora la sobrecogedora belleza del caudaloso Tajo despe?¨¢ndose desde 20 metros de altura con horr¨ªsono fragor.

Nada m¨¢s pasar junto al muro de la presa, la senda nos obligar¨¢ a subir en fuerte repecho hacia la izquierda hasta que, en cosa de un cuarto de hora, demos por concluida nuestra caminata al asomamos al rellano que ocupa la laguna de Taravilla, tambi¨¦n llamada de la Parra, que es la ¨²nica balsa natural de la comarca. Su contorno es irregular, como de huevo frito; mide unos 400 metros de per¨ªmetro y est¨¢ formada por la acumulaci¨®n de las aguas procedentes de un cercano manantial sobre una repisa o recuenco impermeable del ca?¨®n del Tajo, a 50 metros sobre el nivel del r¨ªo, en los paredones de su margen derecha, que la abrazan a modo de anfiteatro.

Verde jade, verde botella, azul de mar... Son tan diversos sus colores e irisaciones -seg¨²n la altura del sol, el nubarr¨®n pasajero o el reflejo de los ¨¢rboles en la tersa superficie-, que no nos extra?a nada que circule la leyenda de un tesoro escondido en su seno. Ser¨ªa, seg¨²n la conseja que se cuenta en el pueblo de Taravilla, el tesoro del mism¨ªsimo conde don Juli¨¢n, cuya hija lo habr¨ªa arrojado a las aguas -el tesoro, no al conde- para evitar que fuese saqueado por los invasores musulmanes. Pero a nosotros nos parece que, como ocurre en los cuentos de misterio, el tesoro no est¨¢ oculto, sino bien a la vista de todos, y no es otro que la propia laguna.