?El declive de Occidente o s¨®lo un nuevo presidente?
Ya estamos otra vez. Llega un nuevo presidente estadounidense y Europa se echa a temblar de miedo. ?Distingue el Arl¨¦s del Elba? ?Implicar¨¢ el sistema de Defensa Nacional contra Misiles que ha propuesto, hijo de la Guerra de la Galaxias, una 'desvinculaci¨®n' de la defensa europea y estadounidense? ?Retirar¨¢, como se ha insinuado, las tropas estadounidenses de los Balcanes, dej¨¢ndonos que sostengamos solos ese precioso beb¨¦? ?Ser¨¢ aislacionista, unilateralista o simplemente no se interesar¨¢?
La de veces que hemos estado antes en la misma situaci¨®n. ?Recuerdan el coro de alarma con el que se recibi¨® a Ronald Reagan? Y antes a Jimmy Carter. El ¨²nico nuevo presidente ante el que Europa no tiembla de miedo es aquel al que ya conocen, preferiblemente como presidente (Clinton, segundo mandato) o, a falta de eso, como vicepresidente (George Bush padre). Por ello, as¨ª como por algunas preocupaciones espec¨ªficas sobre la competencia internacional, es por lo que los gobiernos europeos habr¨ªan preferido probablemente a Al Gore. M¨¢s vale lo malo conocido...
Muchas de las actuales preocupaciones europeas frente a Bush son las favoritas de siempre -ignorancia, desvinculaci¨®n, desconexi¨®n- y su articulaci¨®n parece uno de los rituales estacionales de la tribu transatl¨¢ntica. Pero es razonable preguntarse si esta ocasi¨®n es diferente. Y no debido a una caracter¨ªstica particular del presidente electo George W. Bush y sus principales nombramientos y asesores, sino a la situaci¨®n hist¨®rica.
Uno de los aspectos m¨¢s extraordinarios de la pasada d¨¦cada fue la ¨ªntima involucraci¨®n de Estados Unidos en los asuntos europeos. De hecho, en 1999, la Alianza del Atl¨¢ntico Norte se ampli¨® para admitir a tres nuevos Estados europeos y particip¨® por primera vez en su historia en una guerra en un remoto rinc¨®n de Europa. ?Por qu¨¦ es esto extraordinario? Porque la mayor parte de las alianzas de la historia se hundieron despu¨¦s de que el enemigo com¨²n fuese derrotado.
Estados Unidos se separ¨® de Europa inmediatamente despu¨¦s de que el primer enemigo com¨²n fuese derrotado en 1918, regres¨® en la II Guerra Mundial s¨®lo porque ese enemigo com¨²n resurgi¨® con una forma mucho m¨¢s amenazadora, y se mantuvo en el Viejo Continente (despu¨¦s de intentar salir) durante toda la Guerra Fr¨ªa por causa de un nuevo enemigo com¨²n: el comunismo sovi¨¦tico y sus aliados. Cuando ese perro muri¨®, algunos previeron la desaparici¨®n no s¨®lo de la OTAN, sino tambi¨¦n de 'Occidente' en general. 'El 'Occidente' pol¨ªtico no era una estructura natural, sino fuertemente artificial', escribi¨® Owen Harries, veterano director de The National Interest, en 1993. 'Para darle vida fue necesaria la presencia de un 'Este' amenazador, abiertamente hostil. Es extremadamente dudoso que pueda sobrevivir a la desaparici¨®n de tal enemigo'.
Bueno, en cierto modo y aunque parezca extra?o, Occidente ha sobrevivido, hasta ahora. Pero se podr¨ªa alegar que la conciencia necesita tiempo para asimilar cambios tan profundos en la estructura geopol¨ªtica. Despu¨¦s de todo, s¨®lo en la cumbre de Niza del pasado diciembre comenz¨® realmente la Uni¨®n Europea a comprender en qu¨¦ medida hab¨ªa cambiado el equilibrio de poder entre Francia y Alemania a favor de una Alemania m¨¢s grande tras la reunificaci¨®n.
As¨ª que ahora, se podr¨ªa alegar, tenemos en un lado del Atl¨¢ntico a una Europa que parece seguir su propio camino, con un n¨²cleo de Estados que ya tienen una moneda com¨²n y un grupo m¨¢s amplio que aparentemente desea establecer su propio ej¨¦rcito conjunto. Por otra parte, tenemos un nuevo presidente estadounidense sin un profundo inter¨¦s personal por Europa, un secretario de Estado que -si se adhiere a la doctrina militar a la que se dio su nombre- bien podr¨ªa no haber luchado en la guerra de Kosovo, y un asesor de seguridad nacional que ha escrito en Foreign Affairs sobre la necesidad de que Estados Unidos se gu¨ªe por sus intereses nacionales. ?Dos trayectorias diferentes y una receta para la discordia?
Es cierto que habr¨¢ discusiones en ambos lados del Atl¨¢ntico. En el lado europeo, la disputa ser¨¢ entre la vieja concepci¨®n estadista y gaullista de Europa como una superpotencia rival de Estados Unidos, y una visi¨®n m¨¢s liberal y atlantista. Por parte estadounidense, la disputa se dar¨¢, si lo entiendo correctamente, entre una visi¨®n m¨¢s unilateralista y otra m¨¢s multilateralista del papel de Estados Unidos en el mundo. El punto de encuentro de estos dos debates puede ser en s¨ª un debate tenso. Ya hemos visto un asomo del mismo en los intercambios innecesariamente irritantes sobre la prevista Fuerza Europea de Reacci¨®n R¨¢pida. Es posible imaginar un primer a?o agitado, algo que, por otra parte, no ser¨ªa nada nuevo en la historia de las relaciones transatl¨¢nticas.
Pero yo apostar¨ªa a que finalmente la Alianza seguir¨¢ existiendo. ?Por qu¨¦? Primero, porque hay un sustrato profundo de historia, cultura y valores compartidos. En un mundo a la vez m¨¢s globalizado y m¨¢s conscientemente multicultural, dichos aspectos comunes se acent¨²an. El libro Choque de civilizaciones, de Samuel Huntington, tiene importantes defectos, pero hay un aspecto en el que sin duda tiene raz¨®n: que no hay dos 'civilizaciones' diferentes, una europea y otra estadounidense. En segundo lugar est¨¢n los h¨¢bitos y las instituciones de cooperaci¨®n establecidos a lo largo de m¨¢s de cincuenta a?os (sesenta en el caso de la cooperaci¨®n entre Gran Breta?a y Estados Unidos). Cuando preguntaron a George W. Bush en el programa Oprah Winfrey Show qui¨¦n era su figura hist¨®rica favorita, ¨¦l respondi¨® 'Churchill'. Y una de las cosas que no se puede negar que los principales designados para pol¨ªtica exterior tienen es experiencia en alianzas.
Tercero, y muy importante, es el rumbo que la discusi¨®n est¨¢ tomando en Europa, que
Timothy Garton Ash es periodista e historiador brit¨¢nico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.