Innovaci¨®n y territorio
las ¨²ltimas d¨¦cadas se han producido unos cambios profundos que han venido a ofrecer una nueva visi¨®n de las relaciones entre la Universidad y el entorno socioecon¨®mico en el que se enmarca. Hoy nos encontramos en una econom¨ªa global intensiva en conocimiento, en la que la capacidad de las personas, las organizaciones y las regiones por aprender, para as¨ª conseguir adaptarse a los cambios r¨¢pidos que se producen, va a ser important¨ªsima. Una nueva situaci¨®n en la que en la que las universidades adquieren cada d¨ªa m¨¢s notoriedad, al ser visualizadas como unas instituciones econ¨®micas fundamentales. Y no lo son s¨®lo por la tradicional intervenci¨®n indirecta -como formadoras de profesionales cualificados y centros de creaci¨®n de ciencia y cultura- sino, tambi¨¦n, por ser unas organizaciones importantes en la generaci¨®n de empleo directo e indirecto y por su participaci¨®n directa en muchos procesos fundamentales para la actual actividad econ¨®mica, como una fuente importante de recursos cient¨ªficos y tecnol¨®gicos que pueden ponerse al servicio de la sociedad.
En este contexto, la Universidad, sin renunciar a sus obligaciones docentes y cient¨ªficas y a su papel de portadora de una serie de valores que le son inherentes, ha entrado en una fase de compromiso con el desarrollo socioecon¨®mico y cultural de su entorno local y regional, asumiendo en cierta medida el papel de referencia social. Las universidades se ven ante ahora ante la necesidad de regular la relaci¨®n con la regi¨®n o el ¨¢rea local, un aspecto -la territorializaci¨®n- que se debe definir y gestionar.
Un territorio debe entenderse como un lugar o sitio de proyecto, en el que confluyen diferentes actores, y no como algo est¨¢tico y prefijado. Un espacio que se inscribe en el ¨¢rea del tri¨¢ngulo cuyos v¨¦rtices est¨¢n ocupados: por el nodo de la actividad productiva organizada por sus agentes, por el nodo de la actividad social y por el nodo del conocimiento. Unos nodos que deben relacionarse y de cuya organizaci¨®n depender¨¢ que el sistema local o regional sea capaz de desarrollarse cualitativamente y cuantitativamente.Una forma de definir la territorialidad que permite que las universidades puedan operar en m¨²ltiples territorios superpuestos y gestionar una agenda de actividades que van desde lo local hasta lo global, enlazando as¨ª con diferentes agentes presentes en esos territorios. De esta forma, las universidades, atendiendo a su misi¨®n y explotando las posibilidades que le confiere su autonom¨ªa, tienen la posibilidad de establecer lealtades con m¨²ltiples territorios. Una posibilidad que proporciona a la Universidad una gran potencialidad y que debe ser entendida por los poderes p¨²blicos del propio territorio, que pueden ver en sus universidades una respuesta al paradigma localizaci¨®n-globalizaci¨®n, tan importante para el futuro del mundo.
Pero para que ese desarrollo territorial se produzca, se requiere de la potenciaci¨®n de toda una serie de redes de relaciones que animen y faciliten el di¨¢logo entre las diferentes individuos y colectivos presentes en el territorio. Una infraestructura soft, poco formalizada, basada en la confianza y exenta de dependencias meramente mercantiles, que tiene una gran facilidad para movilizar el conocimiento y que consigue una 'regi¨®n que aprende'. Una nueva estructura que requiere del establecimiento de una infraestructura institucional, patrocinada por entidades privadas y p¨²blicas, que favorezca la diseminaci¨®n del conocimiento dentro y entre las organizaciones.
En esta estructura relacional, las universidades pueden y deben jugar un papel relevante, participando en las redes internacionales y regionales y desarrollando destrezas locales, tan importantes para la competitividad de los territorios. La Universidad puede y debe ser una pieza fundamental a la hora de concretar el proyecto colectivo que d¨¦ respuesta a los retos que plantea el nuevo desarrollo, aprovechando para ello su gran capacidad para acceder a otros interlocutores y para coordinar propuestas amplias.
Pero para que esta contribuci¨®n sea posible es fundamental conseguir que los pol¨ªticos y gestores de estas organizaciones y de la universidad conozcan y compartan las diferencias existentes entre y dentro de las regiones, como medio que ha de permitir, entre otras cosas, la identificaci¨®n de las ¨¢reas de interacci¨®n y de no-interacci¨®n. Un conocimiento al que tenemos que a?adir el de las propias organizaciones concurrentes, imprescindible para facilitar el acuerdo y para evitar que esta relaci¨®n se vea como la panacea para todo o como fuente continua de conflicto.
En esta tarea, que necesita de consensos pol¨ªticos amplios y de largo plazo, de culturas c¨ªvicas favorables, de nuevos h¨¢bitos de relaci¨®n, etc., debemos empe?arnos todos, porque es la ¨²nica opci¨®n de futuro. Un futuro que requiere de pol¨ªticas m¨¢s sofisticadas y complejas, que huyan de propuestas c¨®modas o simples, sin temor a la complejidad
En Fernando Romero Subir¨®n es rector de la Universidad Jaume I.
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