La Iglesia cat¨®lica y la violencia terrorista
Considera el autor incongruente que los obispos no firmen el pacto contra ETA pretextando su contenido pol¨ªtico.
La celebraci¨®n de una jornada eclesial contra el terrorismo, as¨ª como la reciente negativa de los prelados de las di¨®cesis vascas a que la Conferencia Episcopal subscriba el pacto promovido por PP y PSOE, suscitan una reflexi¨®n sobre el papel y la responsabilidad de la Iglesia cat¨®lica con respecto al fen¨®meno de la violencia pol¨ªtica terrorista en que llevamos m¨¢s de 30 a?os inmersos.
Es obvio que cualquier comentario en esta materia debe realizarse desde el m¨¢s absoluto respeto a la plena autonom¨ªa de la Iglesia como instituci¨®n, autonom¨ªa que le permite definir sus posiciones ante el terrorismo con total libertad, sin sometimiento alguno a consideraciones procedentes de otros ¨¢mbitos. Este respeto, sin embargo, no empece el derecho de cualquier analista de se?alar las incongruencias o incoherencias en la postura eclesial (o episcopal) y, sobre todo, no puede impedir una valoraci¨®n del papel jugado por la Iglesia cat¨®lica con respecto al terrorismo y de su responsabilidad. Pues se trata de una instituci¨®n social que, qui¨¦ralo o no, desempe?a un papel de no desde?able importancia en la construcci¨®n del universo simb¨®lico y en el pilotaje moral de la sociedad vasca.
Pues bien, existe una notable incongruencia en la postura de los prelados cuando se niegan ahora a suscribir un determinado documento o pacto so pretexto de su contenido pol¨ªtico. Y ello por una raz¨®n muy sencilla: el episcopado vasco ha adoptado desde antiguo una posici¨®n extremadamente temporalista en lo referente al problema vasco, violencia inclu¨ªda. Como ha sido se?alado por Garc¨ªa de Cort¨¢zar, ser¨ªa necesario remontarse a la pastoral conjunta de 1937, en la guerra civil, para encontrar textos eclesiales tan cargados de valoraciones y opciones estrictamente pol¨ªticas como los suscritos (con todo derecho, como es evidente) por el obispo Seti¨¦n. De ah¨ª que resulte incoherente apelar ahora al contenido pol¨ªtico o partidista del pacto como raz¨®n para no apoyarlo. La Iglesia vasca ha hecho claras opciones pol¨ªticas desde siempre.
Como las sigue haciendo (e insisto en mi pleno respeto de su derecho a hacerlas) cuando, en la jornada celebrada recientemente en Vitoria, coloca juntas la denuncia de la violencia y la exigencia de di¨¢logo entre los l¨ªderes pol¨ªticos. Si la primera hace referencia a valores supremos e intemporales, la segunda remite a una opci¨®n temporal y discutible, pol¨ªtica en definitiva: el derecho a la vida y la reivindicaci¨®n del di¨¢logo est¨¢n en planos diversos.
Este temporalismo y esta deliberada renuncia a mantener lo que la propia Iglesia denomina, en otros casos, una postura de 'denuncia prof¨¦tica' de las injusticias flagrantes, han de ponerse en relaci¨®n, para valorar adecuadamente su importancia, con un hecho que no por silenciado resulta menos llamativo: el que ETA no haya atentado nunca contra un cl¨¦rigo, y el que la violencia difusa nunca haya tenido como objetivo a sector eclesial alguno. Los terroristas han atacado en su ya largo caminar, sin m¨¢s excepci¨®n que la eclesial, a todos, absolutamente todos, los sectores, profesiones, sectores o instituciones. Por otro lado, basta comparar en la comunidad aut¨®noma la situaci¨®n de la universidad religiosa con la de la p¨²blica para observar el extremado cuidado que ponen los radicales en no realizar actos de violencia en la primera.
Esta circunstancia excepcional (que deseo que se mantenga) no es casual, desde luego, sino claramente intencional, y por ello susceptible de una doble lectura. La primera, que ETA est¨¢ satisfecha con el papel que la Iglesia cat¨®lica ha adoptado y precisamente por ello no considera oportuno atacarla. La segunda -m¨¢s importante por lo que revela- que la organizaci¨®n terrorista, en sus an¨¢lisis pol¨ªticos, considera que el impacto de un ataque a la Iglesia sobre la opini¨®n social, sobre todo del sector nacionalista, podr¨ªa ser enormemente negativo. En otros t¨¦rminos, los terroristas son conscientes del crucial papel que juega la religi¨®n y la Iglesia en la formaci¨®n y el mantenimiento de un nacionalismo primario y difuso en la sociedad vasca, as¨ª como del alto eco que en esa sociedad se otorga todav¨ªa al mensaje clerical. Y precisamente porque son conscientes de ello no se arriesgan lo m¨¢s m¨ªnimo a provocar con sus acciones un mensaje contrario.
Ahora bien, si miramos de otra forma el recado que ETA nos hace llegar con su inacci¨®n, ¨¦ste nos dice que la Iglesia es la ¨²nica instituci¨®n social a la que los terroristas reconocen un magisterio crucial en la formaci¨®n de la opini¨®n. Y precisamente por tal valoraci¨®n, sea o no exacta en t¨¦rminos sociol¨®gicos, es por lo que la responsabilidad de la Iglesia al adoptar posiciones temporalistas, en lugar de una denuncia ¨¦tica, descarnada y fulminante, de las violaciones de los derechos humanos, es m¨¢s seria que la de cualquier otra instituci¨®n. Pues quien tiene mayor voz tiene tambi¨¦n mayor responsabilidad por callar. O por hablar tan bajo.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es doctor en Derecho.
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