Gerardo Diego
Ahora, en este amenazante inicio del siglo XXI, ya casi parece imposible que, hasta hace muy poco, uno pudiera encontrarse en Madrid con los escritores m¨ªticos de la Generaci¨®n del 27, que pudiera hacerse amigo de Rafael Alberti, tomar un t¨¦ con Rosa Chacel, visitar a D¨¢maso Alonso en su amedrentadora casa-biblioteca o llamar por tel¨¦fono a Gerardo Diego y pasar por su piso para hacerle una entrevista. Sin embargo, todo eso ocurr¨ªa y est¨¢ a¨²n muy cerca: Gerardo Diego, por ejemplo, naci¨® hace dos siglos, en 1896, pero muri¨® hace un rato, en julio de 1987, y las cosas que nos pasaban entonces est¨¢n todav¨ªa enteras, casi calientes. Cierras los ojos y est¨¢s en septiembre de 1986, sales a la calle, subes a un taxi y llegas a la casa de Gerardo Diego, llamas a la puerta y, aunque parezca mentira, te abre el autor de Imagen, Manual de espumas, F¨¢bula de Equis y Zeda o Versos humanos; acaba de cumplir 90 a?os y es un hombre delgado, que te mira con cierta desconfianza y consulta su reloj -te ha citado 'exactamente a las cinco y veinticinco'- antes de darte una mano fin¨ªsima y echar a andar por un lento pasillo a oscuras, abarrotado de libros, hasta una habitaci¨®n en la que hay un piano y un gran ¨®leo del escritor. Entonces, t¨² enciendes una grabadora y preguntas: 'Usted dijo que la poes¨ªa es un estado de excepci¨®n'. Y ¨¦l, con una voz casi inaudible, responde: 'Quiero decir que no es lo normal, que la verdadera poes¨ªa es algo que s¨®lo tienen los anormales, los extraordinarios'. La conversaci¨®n ha comenzado.
Gerardo Diego era y es un poeta de un ingenio, una musicalidad y una destreza comparables a las de Lorca o Alberti: no exist¨ªa una clase de poema que ¨¦l no supiese hacer, ning¨²n ritmo o metro que se le resistiera. Naturalmente que en una obra po¨¦tica que abarca m¨¢s de tres mil p¨¢ginas -dos vol¨²menes en la inencontrable edici¨®n de Aguilar, tres en la m¨¢s reciente de Alfaguara- tiene que haber altibajos notables, como los hay en Neruda o en los propios Garc¨ªa Lorca y Alberti. Naturalmente que Diego se separ¨® de sus amigos republicanos durante la guerra y se qued¨® a vivir en la Espa?a franquista, aunque jam¨¢s escribiese libros repugnantes como La bestia y el ¨¢ngel de Pem¨¢n o las cosas fascistas que escribir¨ªan m¨¢s tarde Torrente Ballester, Panero y tantos otros. Pero a esas dos pegas que, tradicionalmente, suelen ponerle a la figura de Gerardo Diego tanto los que confunden el talento literario con la ideolog¨ªa como los aficionados a medir las obras de los grandes autores no por su nivel m¨¢s alto -como ser¨ªa justo y l¨®gico-, sino por el m¨¢s bajo, yo les respondo con la misma pregunta: ?y qu¨¦?
La obra de Gerardo Diego es un episodio ineludible de nuestra literatura. Desde sus inicios en la vanguardia hasta sus depurados versos de madurez, sus mejores poemas son a veces los de un mago revolucionario y a veces los de un artesano genial, pero siempre est¨¢n hechos con una mano sabia e interminable, una mano capaz de todo, como confiesa en estas l¨ªneas del libro Biograf¨ªa incompleta, publicado en 1967: 'Es muy sencillo. / Sencillo como cerrar los ojos y que duerman las olas, / sencillo como arrancar las flores sin que el diccionario lo sepa / (...) Esto es muy sencillo'.
Sin embargo, que un autor sea ineludible no evita que pueda caer en el olvido, como ocurre con tantos poetas extraordinarios, muchas de cuyas obras son casi imposibles de conseguir: entras en las mejores librer¨ªas y hay, en los mejores casos, dos o tres obras caracter¨ªsticas de Vicente Aleixandre, de Pedro Salinas o de Jorge Guill¨¦n. Pero, ?qu¨¦ pasa con sus otros trabajos, con esos otros textos quiz¨¢ menos llamativos, pero tambi¨¦n importantes, necesarios a la hora de conocer al poeta entero? ?Qu¨¦ pasa con sus poemarios menos conocidos, sus prosas, sus colaboraciones en los peri¨®dicos?
Afortunadamente, en el caso de Gerardo Diego, la editorial Alfaguara est¨¢ recuperando su obra completa, y acaba de presentar tres nuevos vol¨²menes de prosa literaria que se a?aden a los tres dedicados a su poes¨ªa y los dos que abarcan sus recuerdos, titulados Memorias de un poeta y que re¨²nen sus conferencias y art¨ªculos, publicados sobre todo en Abc y Arriba, y que son, entre otras cosas, un retrato magn¨ªfico de la Espa?a de posguerra y de las gentes que la habitaban.
Esta ciudad donde Gerardo Diego vivi¨®, public¨® la mayor parte de su obra y ense?¨®, casi tres d¨¦cadas, en el Instituto Beatriz Galindo, no puede permitirse olvidarlo y eso, como ¨¦l nos ense?¨®, es f¨¢cil de conseguir: 'La fundaci¨®n del querer / es una suerte profunda. / Se funda lo que se quiere. / Se funda lo que se busca'.
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