Necesidad de alarma
Albert Boadella, catal¨¢n muy catal¨¢n en tierra de nadie, autor de caricaturas que dibujan la nueva realidad en sus singulares esperpentos, impertinente necesario, va por ah¨ª con sus revulsivos teatrales y recal¨® ahora en Valencia con su espect¨¢culo sobre Dal¨ª. Le preguntaron por lo que hace y por lo que no, por lo que tiene y por lo que echa en falta, y solt¨® que lo que a?ora es 'una sociedad capaz de cabrearse y escandalizarse'.
Para un provocador como ¨¦l la inanidad generalizada debe suponer una frustraci¨®n. Lo contrario de lo que significa para los provocadores de cart¨®n piedra que pretenden hacer de su narcisismo casposo un alboroto oficial que no mueve ya ni la laca de los pelucones conservadores, pero les da, sin embargo, patente de modernidad. Llamar la atenci¨®n como juego es algo muy distinto a conseguir cabrearnos por lo que sufrimos o por lo que somos. Trabajar de buf¨®n para inquietarnos e invitarnos a pensar, como hace Boadella, es un m¨¦rito que no se parece ni por el forro al esfuerzo de unos pretendidos heterodoxos que no reclaman la atenci¨®n sino sobre s¨ª mismos. Pero al parecer da igual.
Mientras o¨ªa yo las canciones de Mc Namara -rompedoras, hilarantes- pensaba en la falta de subversi¨®n en esta sociedad de las correcciones donde se jalea el lirismo p¨²dico y el enfado contenido. Los nuevos modernos, los falsos progresistas, los conservadores disfrazados por la moda, lo engullen todo; se escandalizan o se excitan alternativamente en privado o en p¨²blico, pero como un tic. Aqu¨ª s¨®lo se cabrean de verdad los matarifes y los ganaderos. Entre la clientela de las carnicer¨ªas, en ciertos cuarteles o en los campos de explotaci¨®n de los inmigrantes lo que se da es el miedo y la incertidumbre.
La sublevaci¨®n de los ciudadanos se expresa en suspiros de escandalizados por dentro, de protestones de cafeter¨ªa, y cuando ese miedo interior aflora levemente se llama alarma social, una manera tenida por apresurada y tozuda de afrontar la realidad que no le da la raz¨®n al que gobierna. A los pol¨ªticos no les gusta la alarma social, nos record¨® Saramago. Entre sus ocultaciones, sus verdades a medias, sus negaciones de la evidencia, los ministros s¨®lo tienen una preocupaci¨®n: la alarma social. Por eso no quieren ir al Parlamento. 'Yo digo -explic¨® Saramago- que hay que despertar la alarma social todos los d¨ªas porque eso significa que estamos despiertos'. Celia Villalobos, tambi¨¦n. Pero ni Boadella ni Saramago hablaban de vacas locas. Uno y otro no s¨®lo deben de encontrarnos dormidos, sino muy ligeros de ropa en medio de un diluvio. Tibios.
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