Lamela aprende a ser paciente
El saltador asturiano se prepara en Madrid para volver al nivel que le hizo estrella en 1999
Rastros de un esguince en un tobillo, los isquiotibiales tocados, el cuerpo se empe?a en recordarle a Yago Lamela todos los d¨ªas el tormento que pas¨® en 2000. La temporada del fracaso ol¨ªmpico, el a?o en que se fren¨® la progresi¨®n que le conduc¨ªa hacia el infinito, el de las lesiones encadenadas, el de la ruptura con su entorno. El a?o de las grandes decisiones.
'Un a?o que no ha existido', dice Lamela. El saltador de longitud asturiano est¨¢ sentado en un banquillo del m¨®dulo de atletismo del INEF, Madrid, Ciudad Universitaria. El pie derecho, el pie con el que no bate, lo tiene metido en un cubo de salida, el de la calle 6, invertido y lleno de hielo y agua, una mezcla helada. Es el tratamiento que sigue todos los d¨ªas despu¨¦s de la sesi¨®n de entrenamiento para cuidar su tobillo. 'Una patata de a?o'.
Para olvidarlo, Lamela rompi¨® con Asturias y rompi¨® con Juanjo Azpeitia, su entrenador de toda la vida. Se fue a la capital, a Madrid, a trabajar con otro t¨¦cnico, con Juan Carlos ?lvarez. 'A vivir una vida m¨¢s an¨®nima'. A viajar en autob¨²s desde la casa de su hermana, donde vive, por Pr¨ªncipe P¨ªo, hasta el INEF. 'Y estoy tan a gusto que estoy buscando un piso que comprarme por esa zona. En Asturias, al final, todo fueron malos rollo. Hab¨ªa mal rollo con la gente, con los atletas de all¨¢, tambi¨¦n con el entrenador al final, y decid¨ª romper con todo aquello y ser uno m¨¢s en Madrid. Y no me cuesta moverme. Me adapto enseguida a todo. Ya de peque?o me llamaban veleta por lo que me mov¨ªa. Y no me cost¨® tampoco ning¨²n trabajo irme a vivir a Iowa a los 19 a?os'.
La teor¨ªa la tiene bien clara Lamela, de 23 a?os. Se trata de atrapar la l¨ªnea del tiempo all¨¢ donde se interrumpi¨®, en aquella tarde del 3 de septiembre de 1999, en Bruselas, el viernes siguiente a su tarde m¨¢s gloriosa, la de la medalla de plata en los Campeonatos del Mundo de Sevilla. Aquel d¨ªa de agosto culminaba el a?o m¨¢gico del joven m¨¢s prometedor del atletismo espa?ol.
El a?o hab¨ªa comenzado en forma de llamada sorprendente desde Jap¨®n una fr¨ªa ma?ana de marzo. Un cable inesperado: Lamela, subcampe¨®n del mundo de pista cubierta con un salto de 8,56 metros. Aquel d¨ªa empez¨® a desbordarse la imaginaci¨®n de todos los amantes del atletismo que ve¨ªan en su salto el advenimiento de un mes¨ªas para el deporte espa?ol. Las prospectivas se dispararon. No hab¨ªa l¨ªmites: 8,70; 8,80; 8,90; cualquier distancia le parec¨ªa permitida. Era un sue?o en el que s¨®lo hab¨ªa un elemento perturbador, Iv¨¢n Pedroso, el cubano que, llegado el ¨²ltimo salto, siempre le adelantaba. Le gan¨® en Maebashi y luego le gan¨® en Sevilla. Pero era un l¨ªmite superable. La juventud era la gran aliada de Lamela. Hasta que se rompi¨® en Bruselas. La primera lesi¨®n que le iba a marcar en 2000.
El origen de todos sus males.
Un a?o, 2000, de una presi¨®n agobiante. 'Lamela no pudo negarse a participar en Sydney. Tuvo el valor de ir, aun sabiendo que no iba a estar a su nivel. Y no como otros, que renunciaron antes de fracasar', le disculpa ?lvarez. Lamela no pudo saltar m¨¢s que 7,89 metros: 'Y tuve que ver la final por televisi¨®n. Fue incre¨ªble. Se respiraba el ambiente que viv¨ª en Sevilla. El local, Taurima, y Pedroso. Y, como ya lo sab¨ªamos todos, al final gan¨® Pedroso'. Lo peor le esperaba en casa. Lamela desapareci¨®. No volvi¨® a saltar. Se sinti¨® asfixiado y decidi¨® huir. Cambi¨® Avil¨¦s por Madrid. Cambi¨® a Azpeitia, el fuego, un t¨¦cnico casi m¨ªstico, por ?lvarez, el hielo, un computer humano. El a?o 2000 no ha existido, se repiten todav¨ªa a comienzos de 2001; 2000 no ha existido.
La teor¨ªa es sencilla, s¨ª. La pr¨¢ctica es bastante m¨¢s complicada. 'En estos momentos todo es cuesti¨®n de paciencia', repite ?lvarez; 'es lo m¨¢s duro, lo m¨¢s dif¨ªcil. Saber ser paciente. Confiar en que los rastros de las lesiones desaparecer¨¢n, saber que hay que esperar, que cuando junte todos los elementos, cuando se unan otra vez la fuerza y la velocidade, y los isquiotibiales dejen de molestarle, que cuando salga el potencial, el resultado est¨¢ garantizado'. Pero pedirle paciencia a Lamela es como pedirle a un torrente que se detenga. Una tarea de titanes.
Lamela corre por el m¨®dulo del INEF. Es una tarde de invierno en Madrid. Ese d¨ªa toca saltar, pero el asturiano no tiene feeling, no se encuentra a gusto, no tiene chispa. Corre, suena la chapa cuando bate, cae sin fuerzas apenas. Luego, disciplinado, agarra el rastrillo y alisa la arena del foso: los hoyos son peligrosos para los tobillos. En un lateral, ?lvarez no desespera. 'Apenas hemos cambiado los entrenamientos', explica. 'No tiene sentido hacerlo a mitad del invierno, porque si lo hacemos y las cosas van mal nunca sabremos si es por la nueva t¨¦cnica o porque lo que hac¨ªa antes era err¨®neo'.
Las manos en los bolsillos, ?lvarez se?ala inmediatamente el error al saltador. Tambi¨¦n se pone detr¨¢s de una c¨¢mara de v¨ªdeo. Graba el salto y luego lo analiza con Lamela. 'Tiene que mejorar la coordinaci¨®n a¨¦rea, el movimiento de brazos y piernas en el aire', explica; 'tiene demasiada prisa y salta atropellado, como si quisiera hacerlo todo a la vez. Se empe?a en hacer todos los movimientos al momento y entonces los acaba enseguida y cae como un saco cuando los tiene que espaciar, hacerlos m¨¢s despacio y estar m¨¢s tiempo en el aire. Todo es cuesti¨®n de ritmo. Y ese ritmo llegar¨¢'. Y Lamela, optimista: 'No dudo de que volver¨¦ a saltar como antes'.
Termina la sesi¨®n. Es un d¨ªa excepcional. Lamela saca el pie del hielo y m¨¢s calmo se va. En un banco le esperan su hermana y sus padres. Todos juntos se van a ver pisos en Madrid. Su nueva vida comienza.
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