De entre los muertos
La mayor parte de las cosas se hunden deprisa, pero algunas tardan en salir a la superficie. Los restos de Juan Hurtado de Mendoza, que era el confesor de Carlos V, han tardado cuatrocientos sesenta y cinco a?os en aparecer, pero al final lo han hecho en la iglesia de un diminuto pueblo situado entre Madrid y Alcal¨¢, llamado Fresno del Torote, que re¨²ne mil trescientos habitantes y, al parecer, fue fundado por el marqu¨¦s de Santillana, del cual Juan Hurtado era descendiente. El descubrimiento del sarc¨®fago, por tanto, podr¨ªa arrojar alguna luz importante sobre la historia de nuestro pa¨ªs, porque la familia a la que perteneci¨® el difunto era una de las m¨¢s relevantes de Espa?a y estuvo, sucesivamente, en primera l¨ªnea de los m¨¢s importantes acontecimientos de su ¨¦poca.
A don ??igo L¨®pez de Mendoza lo hab¨ªa nombrado marqu¨¦s de Santillana y conde del Real de Manzanares el rey Juan II de Castilla, para premiar, entre otros servicios, su participaci¨®n en la batalla de Olmedo. Su padre, el primer Diego Hurtado de Mendoza, hab¨ªa sido almirante y poeta de prestigio, igual que su abuelo, Pero Gonz¨¢lez de Mendoza, y su t¨ªo abuelo, Pero L¨®pez de Ayala; y el propio don ??igo, que adem¨¢s de soldado y erudito era un lector y coleccionista apasionado que ten¨ªa una de las mejores bibliotecas de Europa, escribi¨® una de las obras po¨¦ticas m¨¢s importantes de nuestra Edad Media. Sus versos maravillosos surgen en parte de su propia imaginaci¨®n y en parte de aquella biblioteca en la que hab¨ªa ido reuniendo las obras de Homero, Virgilio, Arist¨®teles, Horacio, S¨¦neca, Plat¨®n, Tuc¨ªdides, S¨¦neca, Cicer¨®n... Su Comedieta de Pon?a es una alabanza al para¨ªso de los libros y un alarde de conocimientos sobre la literatura y la mitolog¨ªa que demuestra que, gracias a hombres como ¨¦l, la Espa?a medieval no estaba tan aislada en sus castillos y sus guerras como se cree. En su largo poema, el marqu¨¦s de Santillana cita a Catulo, Ovidio, Bocaccio, Propercio, Virgilio o Tibulo, y explica lo que se puede ver en una biblioteca: 'All¨ª se fablava de Protheselao / e c¨®mmo tomara el puerto primero; / all¨ª del oprobio del rey Menelao, / all¨ª de Tideo, el buen cavallero, / all¨ª de Medea, all¨ª del Carnero, / all¨ª de Latona, all¨ª de Fit¨®n, / all¨ª de D?ana, all¨ª de Anthe¨®n, / all¨ª de Mercurio, sotil mensajero'.
El siguiente gran poeta de la familia fue uno de los bisnietos de don ??igo, Diego Hurtado de Mendoza, uno de los grandes creadores del Renacimiento, cuyo nombre, sin embargo, debe situarse detr¨¢s de los de Garcilaso de la Vega y de Bosc¨¢n. Don Diego sigui¨® a rajatabla el ideal del caballero cort¨¦s, que deb¨ªa vivir con la espada en una mano y la pluma en la otra: particip¨® en la batalla de Pav¨ªa, asisti¨® a las Cortes de Toledo, tom¨® parte en la campa?a de T¨²nez -donde se cree que conoci¨® a Garcilaso-; viaj¨® a Roma, Venecia -donde hizo amistad con Tiziano-, Florencia, Gran Breta?a, Alemania y los Pa¨ªses Bajos en misiones diplom¨¢ticas encargadas por Carlos V y fue nombrado embajador en Roma, donde particip¨® en numerosas intrigas dentro del Vaticano. Y, como es tradicional, termin¨® cayendo en desgracia, fue recluido en el castillo de la Mota, desterrado a Granada y acusado de malgastar fondos del imperio durante su estancia en Siena, donde sus gastos se multiplicaron por construir un castillo que defendiese la ciudad. El nuevo emperador, Felipe II, le perdon¨® e hizo que volviera a Madrid, donde morir¨ªa el 14 de agosto de 1575, aunque el precio de aquel regreso fue muy alto: sus herederos debieron de regalarle su extraordinaria biblioteca al monarca. En lo que respecta a su obra, Diego Hurtado de Mendoza compuso exquisitas ep¨ªstolas, s¨¢tiras, eleg¨ªas, canciones y ¨¦glogas, y escribi¨® tambi¨¦n sonetos y romances: 'Top¨¢ronse en una venta / la Muerte y Amor un d¨ªa, / ya despu¨¦s de puesto el sol, / al tiempo que anochec¨ªa. / A Madrid iba la muerte / y el ciego Amor a Sevilla / a pie, llevando en los hombros / sus caras mercader¨ªas'.
Es fascinante pensar en todo eso y en c¨®mo una parte de todo eso acaba de emerger del olvido, junto con el sepulcro de don Juan Hurtado de Mendoza, de quien se dice que particip¨® en la toma de Granada junto a los Reyes Cat¨®licos, fue profesor de Ret¨®rica en la Universidad de Salamanca, fundador del convento de los dominicos de Atocha y escritor ocasional. Si de verdad es ¨¦l, qu¨¦ suerte que le hayan encontrado, que no acabase en una fosa com¨²n igual que Lope de Vega, Quevedo o Cervantes. Qu¨¦ suerte que pueda ir a un laboratorio, a contestar las preguntas que le hagan los forenses.
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