El veredicto Lockerbie
Han tenido que transcurrir doce a?os desde que un avi¨®n de Pan Am estallara sobre Escocia en su ruta de Londres a Nueva York antes de que un tribunal neutral condenara a cadena perpetua a un agente de los servicios secretos libios, y absolviera a otro, por colocar la bomba que acab¨® con la vida de 270 personas en Lockerbie. El veredicto un¨¢nime de los tres jueces escoceses en Camp Zeist -una antigua base estadounidense en Holanda, convertida temporalmente en territorio escoc¨¦s a efectos de un proceso seg¨²n la ley escocesa- aliviar¨¢ la angustia de los familiares de las v¨ªctimas, que han convivido tanto tiempo con una pesadilla irresuelta, pero no liquida definitivamente el caso.
Estados Unidos, de donde proced¨ªa la mayor¨ªa de los muertos, quiere que Tr¨ªpoli acepte su responsabilidad por el acto terrorista e indemnice a los deudos de los fallecidos, y la representaci¨®n legal de ¨¦stos anuncia que proseguir¨¢ su multimillonario pleito civil contra el Gobierno libio. La Casa Blanca considera que el veredicto no es suficiente para levantar definitivamente las sanciones econ¨®micas que el Consejo de Seguridad impuso al r¨¦gimen de Gaddafi en 1992. El juicio del caso Lockerbie ha sido posible despu¨¦s de muchos a?os de esfuerzos de la diplomacia internacional, canalizados sobre todo a trav¨¦s de la ONU. Gaddafi s¨®lo se avino a entregar a sus dos hombres, tras diez a?os de negativas, despu¨¦s de pactar que el proceso se concentrar¨ªa exclusivamente en el papel de ambos acusados, dejando de lado al Gobierno libio. El Consejo de Seguridad premi¨® su gesto con la suspensi¨®n temporal de las sanciones, aunque Washington mantuviera las suyas propias.
El aut¨®crata libio ha iniciado recientemente un viraje desde sus posiciones maximalistas anteriores, como predicador de la revoluci¨®n universal y financiador de grupos dinamiteros. Gaddafi solemniz¨® en septiembre pasado la nueva actitud con el anuncio de una nueva era de cooperaci¨®n con sus antiguos enemigos, incluyendo EE UU, y la promesa de dejar de destinar parte de los diez mil millones de d¨®lares anuales de su petr¨®leo a mantener guerrillas. Es natural que Libia quiera poner fin al castigo internacional y al aislamiento. Pero una cosa es que el Gobierno de Gaddafi, que recurrir¨¢ la sentencia y niega su implicaci¨®n en los hechos, no haya sido acusado formalmente en Holanda y otra muy distinta que pretenda transformar un trato pol¨ªtico en una realidad judicial. Eso atenta contra el sentido com¨²n y ofende la inteligencia. Por eso Washington y Londres buscan que Tr¨ªpoli mantenga abierta su cooperaci¨®n sobre el caso Pan Am 103 antes de propiciar la liquidaci¨®n de las sanciones.
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