Mercado y pavor

La verdad es la verdad d¨ªgala Agamen¨®n o su porquero. Responde el rey Agamen¨®n: Estoy de acuerdo. El porquero: yo, no. Es un ejemplo de Antonio Machado que citaba mi maestro Juan Carlos Rodr¨ªguez (como dec¨ªa Borges en una conferencia: soy un disc¨ªpulo, estoy orgulloso de ser un disc¨ªpulo). Lo recuerdo estos d¨ªas, cuando la Guardia Civil descubre vacas muertas en Huelva y Sevilla (y un choto abierto en canal en un matadero clandestino de Cogollos de Guadix: la costumbre del banquete del choto, que quiz¨¢ tenga que ver con el sacrificio musulm¨¢n del cordero). El consejero de Agricultura dice que se aplica estrictamente el plan contra la enfermedad de las vacas, pero que no se informa bien a la poblaci¨®n. Tiene raz¨®n el consejero: no se informa bien. Las autoridades de la Junta hablaban de cinco vacas muertas, pero el peri¨®dico Abc y las autoridades del Gobierno nacional contaron 33.^M

Uno cree en la moralidad de los responsables pol¨ªticos. Son gente de orden, si no son el Orden. ?Mienten? ?Envenenar¨ªan a nadie con una prote¨ªna anormal que, seg¨²n las hip¨®tesis, modifica las prote¨ªnas sanas del cerebro? A finales de enero, Carlos Y¨¢rnoz contaba desde Bruselas que las autoridades comunitarias dieron en 1990 dos consignas oficiales sobre la encefalopat¨ªa espongiforme: minimizar el problema, atribuirlo a exageraciones de los peri¨®dicos. Se trata de un documento oficial de la Comisi¨®n Europea del 12 de octubre de 1990. ?Cu¨¢l era el m¨®vil? La Comisi¨®n no quer¨ªa provocar reacciones que perjudicaran el mercado de la carne, las exportaciones de carne del Reino Unido.^M

Uno cree en la moralidad de los mercaderes. ?Ser¨ªan capaces los ganaderos y mercaderes brit¨¢nicos de difundir el mal y su fuente posible, el pienso? Un sindicato agrario espa?ol denuncia que el Reino Unido casi triplic¨® la exportaci¨®n de harinas c¨¢rnicas. ?Cu¨¢ndo? Cuando prohibi¨® en su territorio las harinas c¨¢rnicas (hay algo contradictorio, monstruoso, en esta expresi¨®n: harina c¨¢rnica, no de semilla), identificadas por sus cient¨ªficos como la m¨¢s segura forma de propagaci¨®n de una enfermedad que mataba a vacas y personas. Ni los pol¨ªticos ni los mercaderes informaron bien a su clientela y triplicaron las exportaciones de pienso a Europa, a Estados Unidos, a Asia. Siempre quedaba otro lugar cuando en lugares como Espa?a se prohib¨ªan las harinas de carne en 1994. (Si estaban prohibidas, ?c¨®mo aparecen ahora tantas toneladas peligrosas, capaces de llenar los polvorines del Ej¨¦rcito?)

Leo que el Ministerio de Agricultura espa?ol hab¨ªa previsto imitar la intrepidez comercial brit¨¢nica: exportar las harinas prohibidas aqu¨ª. La moral del mercado es fulminante, pienso mientras me preparo unas alcachofas para la cena. Lavo las alcachofas, las frot¨® con lim¨®n, las pongo en el escurridor, sobre un plato hondo, a la espera de que hierva el agua: cuando las echo a la cacerola, descubro en el plato un l¨ªquido verde-transl¨²cido, industrial, inquietante residuo de la verdura. ?Qu¨¦ tendr¨¢n estas alcachofas? Si fuera algo malo que afectara a la salud del mercado de la alcachofa, ?me lo dir¨ªan? El mercado es una religi¨®n y las religiones siempre tienen relaci¨®n con la muerte.